Once

2.1K 171 8
                                    

Actualidad

Debí saberlo aquella noche de viernes, debí hacer caso a mis instintos y correr de Blanchard, alejarme de él lo mas posible.

Toda esta situación era su culpa.

Mire pasar varios taxis frente a mi, podría haber parado alguno pero después no tendría como pagarlo.

Me levanté de la acera y acomodé un poco mi vestido, quite de mi pie la única zapatilla que portaba y empecé a caminar descalza por las calles.

Algunos borrachos se detenían a mirarme, había aprendido a ignorarlos, había aprendido a ignorar a todos los hombres por miedo a que él se enojara conmigo.

Todo lo que pasó después de aquella noche es una historia que aún me causa escalofríos, algo que algunas veces olvido por el alcohol al que me hizo adicta, pero luego al despertar a la mañana siguiente de una noche de perdición, estaban los moretones en mi cuerpo para recordarme todo lo que había ocurrido.

Estuve caminando varias horas, estaba por amanecer cuando al fin llegue a mi casa.

Ya no era ni rastro del hogar al que llegué cuando deje a mi tía Ann, la pobre mujer estaba muy molesta conmigo, no creía que hubiera dejado la universidad, yo tampoco lo creía yo a veces.

No tenía mis llaves, y como era algo que pasaba seguido, entre por la puerta de atrás que nunca cerraba para ocasiones como esta.

La cocina estaba hecha un asco, tenía trastos sucios y todo tirado, ni siquiera me detuve a mirar la sala de estar, seguramente estaría peor.

Fui directo al baño a darme una ducha fría, y no por que quisiera, simplemente no tenía gas para calentar el agua.

Saque la ropa que cubría mi cuerpo, me pare desnuda frente al espejo, tenía las costillas marcadas en mi piel y aún estaba la cicatriz del primer golpe que me dio.

¿Cómo es que Blanchard había pasado de cachorro suplicante a bestia feroz?

Justo así.

Un año atrás

August Blanchard se fue de mi casa unos minutos después de que le dijera que accedería a ser su amiga, aunque realmente no me sentía nada cómoda con la idea, el tipo era un desquiciado, sentía la necesidad de averiguar más sobre su pasado, pero si le preguntaba algo a Hannah -que a mi parecer sabía mucho -podría mal interpretar la situación.

Miré la bandeja que había preparado con botanas para la película con las chicas, mi noche perfecta de viernes se había arruinado por completo.

Recogí las cosas y las puse en la cocina, apagué el televisor y me encerré en mi recamara, mi cabeza no dejaba de reproducir la imagen de un Blanchard llorando, su agresividad en algunos momentos, su manera de cambiar sus acciones de un instante a otro.

Mi vida era algo común, no tenía por que dejar que nadie -ni por ser un profesor -viniera a complicarla, pero había algo en su manera de mirarme algunas veces que no me permitía denunciarlo o alejarme de él.

Me acosté en mi cama y me dispuse a leer un libro que había dejado a medias.

Cuando desperté los rayos del sol calentaban agradablemente mis mejillas, era un día hermoso en Santa Mónica.

-¡Hola! -respondió Malia el teléfono -¿Cómo sigues?

-Estoy mucho mejor -dije al altavoz mientras buscaba ropa de playa -¿Te gustaría ir a caminar por la playa? Es un día precioso.

-¡Claro! -dijo de inmediato -Te veo ahí, llamaré a Hannah para saber si quiere ir.

-Increíble, entonces las veo ahí. -corté la llamada.

Terminé de preparar mis cosas y salí camino a la playa.

Sería un buen día.

DETOXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora