Cuatro

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-Mirá -dijo él cuando ambos pasamos el shock inicial -Si estas buscando que pague la cuenta de algún medicamento o simplemente reclamarme, te equivocaste.

-Yo no... -estaba petrificada, no podía ser grosera con él, pero tampoco me iba a dejar amedrentar. -Solo venía...

-No me interesa, tengo una clase que dar -miró y señaló la libreta en mis manos -Y parece que tu vas tarde a la tuya, así que hasta luego.

Me cerró la puerta en la cara.

Ni siquiera me dejó decirle que a la clase que iba era la suya, debía irme olvidando de ser su asistente, y en realidad entiendo el fanatismo de las alumnas, es guapo pero de eso a ser lindo.

Fui a mojarme la cara con un poco de agua, necesitaba pensar bien lo que haría, podría pedir un cambio de clase, estaba segura que cualquier otra chica mataría por que le cambiase su lugar.

Pero eso sería dar muchas molestias, estaban a medio semestre, difícilmente conseguiría que me dieran el cambio y aunque lo hicieran eso me dejaría como una cobarde.

Salí del baño, faltaban unos minutos para que la primera de las dos horas de clase terminara, después de esa materia no tenía mas clases ese día.

Esperaría al cretino de mi profesor y le explicaría lo que había ocurrido en el pasillo, trataría de hacer las pases con él por el bien de mi futuro.

Pasó la segunda hora y estaba a punto de quedarme dormida en el pasillo, llevaba sentada mucho rato y sentía las piernas acalambradas.

El sonido de cuchicheo y risitas tontas me hizo levantarme del suelo donde estaba sentada, la puerta del aula estaba abierta y las que serían mis compañeras salían sonrojadas y entusiasmadas, debían tener un cacahuete por cerebro si solo entraban a clase a adular al profesor.

Cuando dejaron de salir todas las almas, tomé una bocanada de aire y entré, en UCLA, las aulas estaban dispuestas a modo de auditorios, con gradas y al frente y centrado un escritorio para el profesor.

Él estaba recargado despreocupadamente en su escritorio, cuando lo vi la primera vez, pensé que era un estudiante, por su aspecto relajado y ahora que tenía un libro entre sus manos y portaba ese traje tan elegante, no cabía duda de que era un académico muy profesional.

-Buenas tardes -dije cuando me puse frente a él, mi voz salió mas temblorosa de lo que hubiera esperado -¿Tiene un minuto? No vengo a reclamarle nada.

Él susodicho me miró y cerró el libro que estaba leyendo, suspiro y sus ojos me hicieron saber que estaba esperando que hablara.

-Yo no vine por algún reclamo -dije muy nerviosa por la forma en que había clavado su vista en mi -Sólo, estoy en su clase de finanzas públicas y se me hizo un poco tarde, no sabia que usted fuera el profesor.

-Así que llegaste tarde, según recuerdo no estabas en esta clase antes, ¿conseguiste un cambio a medio semestre? ¿tan fascinante fui cuando te arrollé con mi bicicleta?

-Sí -dije sin pensar, pero de inmediato mis neuronas hicieron sinapsis y corregí poniéndome colorada -Es decir, si tiene razón yo no estaba en su clase, estudiaba en Oregón y me acabo de transferir a UCLA.

-Ya veo -tomo su barbilla en un acto pensativo -¿Cual es tu nombre?

-Shaily Carston -quería irme, ya no podía soportar mas su indiferente seriedad, debí pedir el cambio de clase, no hubiera perdido nada con intentar.

-Bueno, Carston tendrá que trabajar muy duro -me habló una vez que confirmo mi nombre en su lista de alumnos. -Vamos muy adelantados en clase.

-No se preocupe profesor... -me detuve, ni siquiera conocía su nombre.

-Blanchard. -dijo secamente.

-Trabajare lo suficiente para ponerme al corriente.

Y de pronto una sonrisa prepotente se dejó ver en la cara de mi maestro de finanzas.

-Eso tenlo por seguro -me respondió y se giró para tomar su movil del escritorio y empezar a caminar hacia la salida. -Hasta pronto Carston.

Se fue.

Me había metido a la boca del lobo, pero ¿cómo no hacerlo?

DETOXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora