Catorce

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Esto estaba mal.

Muy mal.

August y yo estábamos sentados en una banqueta del campus, si algún directivo nos veía sería muy difícil explicar nuestra situación.

Después del arrebato de ambos, nos habíamos quedado completamente callados.

Al parecer ninguno esperaba la reacción del otro y ahora no teníamos idea de que hacer.

-Y, entonces... -se giró cuando comencé a hablar -¿Por qué?

-No lo sé -dijo el confundido, cuando nos miramos pude notar culpa en su mirada. -Yo solo tenía que evitar que salieras con alguien mas.

-Solo por esa razón me besaste -afirmé -De verdad no logro comprender como es que funciona tu cabeza, eres tan raro, no se nada de ti.

-Claro que sabes cosas de mi -dijo a la defensiva -Sabes lo suficiente.

-Solo se que eres excelente profesor y tienes una empresa. -mi mirada se volvió dura -Y también se que tienes serios problemas mentales y no quiero ser partícipe de esto.

Suspiré y me levanté de mi asiento junto con mi bolso.

-Espera Shaily -dijo tomando mi mano -Sé que todo esto es muy extraño, no se como explicarte sin que salgas corriendo, no puedo perderla de nuevo.

-¿Perderla? -de nuevo hablaba de la mujer que le rompió el corazón -Ni siquiera es a mi a quien quieres, es a otra.

-Yo no...

-No, basta ya de tantos rodeos y estupideces, guarde compostura por que no dejas de ser mi profesor, pero me volveré igual o mas loca que tú si seguimos así.

-Dame tiempo -pidió -Necesito ordenar mis ideas.

-Tienes todo el tiempo del mundo, por favor olvídate de mi, el semestre esta por terminar y para el próximo no pediré ninguna clase contigo.

-No... -se levantó de golpe y apretó el agarre en mi mano -No puedes dejarme.

-Me estas lastimando -dije jalando mi mano y soltándome -No me busques.

Empecé a caminar lejos de él, tenía que alejarme o acabaría muy mal.

Llegué a mi casa con dolor de cabeza, eran cerca de las cuatro a.m. y todo por que Hannah no me había dejado salir del club y Malia se había puesto de su lado.

Había estado toda la noche como una cascarrabias, pero no podía sacarme de la cabeza todo lo sucedido con Blanchard, Aaron había intentado llamar mi atención y quizá si mi idiota profesor de finanzas no me hubiera besado, en este momento estaría con el lindo de Aaron.

Tire mi bolso a un lado de mi mesilla de noche y me senté al borde de mi cama a contemplar mis pies, no había bebido demasiado pero la música y las luces brillantes me habían causado jaqueca.

Ni siquiera saber que terminaría el semestre con las mejores notas a pesar de mi cambio de universidad repentino me animaba.

Desperté a la mañana siguiente ya mas tranquila, me duché y me senté en mi cama buscando mi celular, lo tomé del bolso y lo conecté al su cargador, me había quedado sin batería y eso había hecho mi noche aún mas aburrida.

La pantalla del aparato se encendió con un fondo blanco y el logo de la empresa de tecnología.

Y después de poner mi clave, muchísimas notificaciones lo hicieron convulsionar en mi mano.

Tenía al rededor de cuarenta llamadas perdidas, quince mensajes, un correo electrónico, whatsapp y hasta un mensaje directo de Twitter.

Todos, y cada uno de ellos eran de una sola persona, August Blanchard.

"Lo siento"

"No se volverá a repetir"

"A partir del lunes borrón y cuenta nueva"

"Shaily, respondeme, sé que estás molesta"

"Carajo, no me hagas esto"

" No me alejes de tu vida, lo siento de verdad"

"Tienes razón en estar molesta"

"Te invito a desayunar"

"Paso por ti a las 10"

No podía creer el grado de fijación que empezaba a tener este hombre, para empezar lo que debió hacer para conseguir mi número movil y lo mal que debía estar para escribir mensajes a la una de la madrugada.

Mire la hora en la esquina de mi teléfono, eran las diez y cuarto de la mañana.

Quizá lo olvido -me dije a mi misma -Deje el aparato en mi mesita mientras se cargaba y termine de arreglarme, iría al centro comercial y después a buscar un empleo, era necesario que consiguiera algo que hacer en las vacaciones de invierno para no terminar con el dinero que dejaron mis padres.

Caminé hasta mi puerta justo cuando el timbre sonó, me quedé parada mirándola como si me diese una señal de donde esconderme.

No lo hizo.

Abrí resignada y vi al hombre más guapo del mundo.

Blanchard vestido con unas bermudas de manera muy casual y una playera pegada a su torso, sus ojos maravillosos me miraban suplicantes y se iluminaron en cuanto vio mi bolso, el pensaba que lo estaba esperando para salir.

Y bueno, quizá sería buena idea.

DETOXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora