Aria

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Aria

La luz de la tarde iluminaba tenuemente las fachadas de las casas por donde pasábamos de un hermoso tono dorado. Ayudaba a Hill a caminar hacia la casa de la mujer de antes, quien, según su explicación, era la profesora de la escuela local.

A mí me enseñaron en casa y muy poco, porque no necesitaban que yo pensara, lo que ocasionó que sintiera cierta envidia de todos los demás, ya que ellos sí pudieron crecer junto a personas de su misma edad.

La señora Hilda fue quien nos mostró el camino. Estuvo un corto tiempo acompañándonos, pero luego tuvo que regresar a su casa. Cuando se separó de nosotros llevaba caminando a su pequeño hijo, hablándole tiernamente mientras sostenía sus manitas. Me pareció muy lindo, un recuerdo de la época que pasé junto a mi propia madre, a quien hasta ahora extrañaba. Espero se encuentre bien y feliz, donde quiera que esté. Gracias a las historias que me contaba y su apoyo, ahora deseo algún día tener una familia feliz, como lo son Hilda y su esposo. Por otro lado, mi padre me intentó educar como una mujer de adorno, por lo cual lo odio más que a nada. Además, estoy segura de que fue él quien se llevó a mamá de mi lado.

Pero no es momento de recordar cosas tristes.

No faltaba mucho para que el sol se ocultara, así que las piedras luminosas comenzaron a encenderse. Cada vez que cruzábamos un faro ,los ojos de Hill se abrían y sonreía tenuemente. Parecía que le gustan mucho, dado que siempre muestra esa expresión cuando ve algo que le atrae. Ese tipo de cosas lo hace lucir más como un niño, lo que es refrescante, debido a que casi siempre es demasiado serio. Sonreí ante eso, pero solo fue un segundo, pues recordé que tanto Tyna como Sarel creen que me gusta, a pesar que no me canso de repetirles que lo que siento por él solamente es admiración y respeto.

—Hill, ¿en tu otra vida tuviste familia? —le pregunté cuando nos cruzamos con una pareja, lo que despertó mi curiosidad. Hasta ese momento Hill no había vuelto a mencionar nada de su otra vida, aunque, si he de ser honesta, no sé si me gustaría saber la respuesta a mi pregunta.

–¡Por supuesto que no! —respondió él, riendo. Pero no era una risa alegre, sino amarga, como si se estuviera burlando de sí mismo. Miro hacia abajo con el rostro ensombrecido. También hace esa expresión muy seguido, más de lo que me gustaría—. No creo que exista alguien que sea capaz de quererme, no de esa forma, al menos.

—Creo que te equivocas —objete de forma impulsiva.

—¿En serio? —preguntó él, mirándome con unos ojos agonizantes, casi muertos debido a la soledad—. ¿Tú lo harías?

Podría decirle que sí, pero temo cómo podría llegar a reaccionar. Tal vez se reiría. No, no lo haría, pero no quiero mentirle ya que no estoy segura de lo que siento. No entiendo realmente lo que significa querer a alguien, pues nunca lo he experimentado antes.

—No —respondí, titubeante. Al escucharme Hill se separó de mí, algo brusco.

—Deja intento caminar un poco por mí mismo —dijo él, como si se estuviera disculpando y continúo solo, aunque apenas podía—. En tu respuesta esta lo que ha sido toda mi vida hasta ahora, las dos. Nunca he sido amado y nunca lo seré.

—No puedo estar de acuerdo. ¿Qué hay de esa tal Sarah? ¿No dijo tu hermana que estaba enamorada de ti? —En verdad quería mencionar eso, ya que solo pensar en ello me produce una angustia que no puedo explicar, pero es el único ejemplo que tengo.

—Sarah es solo una niña —contestó él, de nuevo con aquella sonrisa amarga que he visto en su rostro ya tantas veces—. Es muy ingenua e inmadura. Si llegara a ilusionarme por lo que siente, solo me engañaría a mí mismo.

Theria Volumen 1: Un Nuevo Mundo.Where stories live. Discover now