Epílogo 2/2

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EPÍLOGO 2DA PARTE

"Una vez un chico me dijo que mi miedo iba a impedirme amar a la gente y era una lástima. Antes de que se fuera le respondí que todos aman con miedo. Es la consecuencia de sentir tanto."

Las suaves brisas otoñales se habían marchado hacía semanas. La noche caía como la nieve, que había teñido todos los caminos de blanco.

Me arrodillé y el frío de los copos atravesó el material de mis jeans. Me saqué el guante de la mano derecha dedo por dedo mientras intentaba comprender lo que aquello significaba.

Tomé uno de los pétalos con el leve zumbido del motor del vehículo a mis espaldas. Sabiendo que era de una rosa, me incorporé con un nudo en la boca del estómago y otro en la garganta. Las rosas no podían florecer en las temperaturas que arrastraba ese invierno, no era posible.

Volví a bajar la mirada. Había otro pétalo más.

Y otro.

Y otro.

Y otro.

Era un camino. Alguien se había encargado de hacer florecer rosas en diciembre solo para hacer esto. Podría haber esperado a la llegada de la primavera, pero no lo hizo.

—¿Vienes, J? —preguntó Tyler.

Sabía que me estaban esperando y debíamos llegar al aeropuerto, pero mi mente daba vueltas con las posibilidades. ¿Existía la posibilidad de que fuera Killian? Sí. Era alta. Mi corazón lo intuía, pero ¿me arriesgaría a romperme después de reconstruirme por tanto tiempo?

Las últimas semanas fueron terribles. Oía el disparo una y otra vez. Soñaba con él. Me atormentaba.

No podía dejar de sentirme culpable. Yo podría haber evitado que le dispararan. Jamás le debí siquiera dirigir la palabra, pero supe desde el momento en que nuestros ojos se cruzaron en ese vagón de tren que sería algo complicado de cumplir.

No había sido firme en mis decisiones ni consciente del peligro que él corría al estar a mi lado, y ambos pagamos las consecuencias de aquello. Saber que podría haber muerto no me dejaba dormir bien por la noche.

Podría haberle arrebatado a una madre su hijo. Podría haber clavado la daga más dolorosa en el corazón de sus seres queridos. Saber que nadie más podría oír su voz, verlo a los ojos, abrazarlo y sonreírle me hizo darme cuenta que yo era la persona incorrecta.

Le había mentido y envuelto en mi red de engaños. Ni yo podía perdonarme por eso, y al final del día Killian me había dicho en una ocasión que cuando todo acabara nosotros también acabaríamos.

Estar a su lado conllevó que terminara en un quirófano. Esa fue la razón por la que me alejé. Nunca había deseado que me atravesara una bala tanto como ese día. Daría cualquier cosa por haber sido yo.

—Mi trasero se está congelando, ¿vienes? —insistió Tyler.

—Dame un segundo —dije aclarándome la voz.

Di un paso hacia el pétalo más cercano y me pregunté si podría marcharme sin decirle adiós. Seguí los pétalos hasta las escaleras los Rosewood. Me pareció extraño que nadie los hubiera visto. Abrí la puerta y supe que no era coincidencia. Más pétalos caían en la sala, y hacía cinco minutos no estaban allí.

Risas venían de la cocina. Todos creían que ya nos habíamos marchado. Seguí el trayecto carmín escaleras arriba, recorriendo el pasillo hasta quedar frente a la puerta del dormitorio de Becca.

Existían lugares que al pisarlos el ayer se transformaba en el presente solo por un instante. Aquel era uno. Hice memoria de todo lo que había pasado entre esas cuatro paredes mientras la nieve adherida a mis botas empezaba a derretirse sobre la alfombra, pero en cuanto vi las puertas francesas abiertas de par en par no pude seguir visitando el pasado.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora