Capítulo 90

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"No sabemos nada, pero nos gusta pretender que sí. Hablamos de amor como si lo conociéramos, pero a algo así no lo conoces, solo lo sientes. No lo explicas, no lo ves, no lo tocas."

Mi corazón se sobresaltó. A pesar de que yo podía correr de todo, él no tenía lugar al que huir. Estaba encerrado y obligado a trabajar en mi pecho, pero en ese momento quiso dejarme atrás a toda prisa.

Glenn luchaba por aire e intentaba apartar a Trainor con débiles manotazos. Sus ojos se llenaron de lágrimas. 

—No te atreverías a matarlo —dije, pero dejé entrever la duda en mi voz.

—Hazlo —murmuró Becca, llamando mi atención—. Solo hazlo. Firma la maldita cosa.

Cerró los párpados y extendió la lapicera hacia mí. Si hubiera tenido tiempo le habría contado sobre Victoria, pero todos estaban haciendo algo para que el plan de encontrar a Glenn con vida funcionara. Si le hubiera dicho, se habría distraído en busca de respuestas que podían esperar. Ahora me arrepentía. Sin embargo, eso no habría cambiado este desenlace. 

Estábamos entre la espada y la pared.

—No... —Jadeó Glenn—. No lo hagas, Je...

Apretando su agarre, Trainor lo hizo callar. Luego movió el arma hacia mí.

—Firma o veremos cuánto puede aguantar una persona sin aire. No querrás cargar con la responsabilidad de una muerte, y mucho menos de dos. —Hizo un ademán y la pistola apuntó por un momento a un inmóvil Tyler.

Al mirarlo recordé lo que me había dicho sobre Becca, su confesión mientras yo estaba en el quirófano. No podía creer que se sentía culpable de no poder haber salvado a su madre. No cabía —o más bien lo hacía y dolía demasiado—, en mi cabeza que mi hermana tuviera que apartar a todos de su vida en el erróneo intento de protegerlos. 

En ese momento, mientras yacía de rodillas suplicándome con los ojos que firmara, no me pareció débil. Ella creía que permitirse amar y ser amado llevaba a la fragilidad, pero no siempre era así. La miré y eso bastó para armarme de valor. Junté toda la impotencia que me corría en las venas de a poco.

—¡Firma! —apresuró una Sarah al borde del colapso.

Avancé hasta quedar a un paso de mi hermana. La pluma y el documento en su mano temblaban con violencia cuando tomé el primero.

Killian fue el único que vio venir lo que lo rompería, porque en el fondo me conocía bien a pesar de que había pretendido ser alguien más. Sin embargo, ni siquiera llegó a gritarme que no lo hiciera. Contuvo el aire. 

Sostuve la mirada de Trainor y rasgué el papel. Lo rompí en tantos pedazos como él me había roto el alma.

Un silencio sepulcral reinó mientras los trozos caían a mis pies, contrastando contra la tierra húmeda del invernadero.

—¡¿Qué diablos hiciste?! —bramó Trainor, soltando a Glenn con brusquedad.

El hombre cayó de rodillas, juntando el confeti legal con desesperación.

—¡Lo arruinaste! ¡Todo lo que hice! —espetó con un odio gélido en los ojos.

Enarqué una ceja desde mi posición.

—¡Papá, cui...! —Sarah intentó advertirle, pero Oliver fue más rápido y estrelló el mango de su pistola contra la cabeza de su padre, quien cayó al suelo con un jadeo.

Al mismo tiempo, Amit se abalanzó contra Sarah y Pixie aprovechó para quitarle la ballesta. Stella se removió en el intento de escapar, pero Rebecca la retuvo, y Killian tomó la poca fuerza que le quedaba para dar un golpe final a James, que lo dejó fuera de combate. Tyler fue a ayudarlo e inmovilizó al profesor.

Cualquier plan podía frustrarse, y el de ellos fue la prueba.

Kyle estuvo abrazando a Glenn en cuestión de segundos. Se fundieron en un abrazo que cargaba alivio y miedo, amor y tristeza, paz y tormenta. 

—No me sueltes, Glenn —pidió a su hermano, llorando en su hombro—. No me sueltes y no te soltaré.

Las sirenas de la policía y la ambulancia no tardaron en sonar. En cuestión de segundos irrumpirían entre las rosas y las espinas.

—¿Estás bien?

Los ojos primavera mostrabas preocupación. Se acercó rápido a pesar de que se encontraba adolorido, sucio y agotad, todavía con adrenalina en su sistema. Ninguno de los dos logró resistirse o siquiera lo quiso. Sus brazos me envolvieron y me estrechó contra su cuerpo. Acaricié su cabello mientras nuestros corazones latían para encontrarse entre su pecho y el mío. No puede retener el llanto. Estaba sobrepasa de emociones.

Nos separamos solo lo suficiente como para vernos a los ojos.

—Lo estaré si estás conmigo —prometí.

Él sonrió de lado, pero su sonrisa quedó paralizada luego de que un estruendo resonara en nuestra jaula de cristal.

Sus músculos se tensaron y relajaron en mis brazos. Abrió los labios para hablar, pero no logró decir nada. El dolor lo atravesó hasta el punto en que no pudo sostenerse a sí mismo. Se derrumbó. El horror en mí se edificó hasta llegar al cielo.

Mis huesos crujieron cuando impacté contra el piso, junto a él. Ahuequé sus mejillas con desesperación.

—No, no, no... —gemí—. Killian, por favor.

Trainor, respirando con dificultad y aún tendido en la tierra, había sacado un arma pequeña de su chaqueta. Ni Oliver pudo haberlo sabido. La venganza brilló en sus pupilas abismales antes de que decenas de cuerpos uniformados corrieran en su dirección.

Mientras tanto, la primavera se estaba muriendo frente a mí, pero en lugar de dar paso al verano le daba la bienvenida a un invierno al que yo no podría sobrevivir. La luz en sus ojos se estaba desvaneciendo y el fuego que lo mantenía vivo perdía intensidad y calor.

—Killian, quédate conmigo —supliqué al ver la mancha carmín extendiéndose en su camiseta—. No me dejes. Quédate, por favor, solo quédate un poco más.

Las personas a mi alrededor dejaron de existir. Los gritos de los enfermeros y policías se oyeron como una canción amortiguada en mis oídos. Me lo arrebataron para intentar salvarlo, pero antes de que mi mano soltara la suya intentó hablar.

—Te... —Su pecho se elevó con brusquedad, rogando por aire—. Te...

Tyler me sostuvo entre sus brazos cuando se marcharon. Lo último que vi fue una decena de luces, pero no eran de aquellas estrellas que contemplábamos desde nuestros balcón.

No había mitos mágicos de por medio, sino una fatídica historia que nadie querría recordar.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora