Capítulo 33

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La venganza puede ser dulce, pero una vez que logramos destruir el objetivo nos percatamos de lo amargo que es el éxito. 

—¿Quién eres tú? —Interrogó Carter al ver a Tyler cruzar el umbral de la puerta con sus manos en los bolsillos.

—Tyler Banks —se presentó con sus ojos oceánicos brillando con algo entre manos antes de entregarle una tarjeta al señor Rosewood con su número telefónico—. Soy tu yerno —añadió pasando un brazo por mis hombros.

Cada fibra de mi cuerpo se tensó. ¿Qué había comido que lo había llevado a perder la poca cordura que aún le quedaba?

—Veo que su princesa no le ha dicho nada sobre nuestro fugaz año de amor —divagó en respuesta al ver la desconcertada expresión del hombre—. Muchos menos de su príncipe azul. —Hizo un ademán a su persona.

Oh, Dios...


Iba a matarlo.

—¿Rebecca? —inquirió Carter, con alamar y seriedad—. ¿Es este un loco? —Lo señaló con desconfianza.

Pensé en cómo era Becca. Ella jamás había presentado ni presentaría a sus conquistas, mucho menos a las que iban en serio. Entendí la sorpresa de su padre al presenciar la escena.

—Loco está, no voy a contradecir eso. —Si iba a seguir mintiendo, lo haría a medias—. Sin embargo, él... Él tiene razón. Tyler y yo nos conocimos cuando me marché. Me ayudó a superar varias cosas, ¿sabes? —expliqué para cubrir cualquiera fuese la idea que había eclipsado la mente de mi amigo.

Un silencio indeciso reinó por lacónicos segundos que parecieron una eternidad. La mirada gris de Carter aún revoloteaba entre nosotros.

—Me disculpo por mis palabras, señor Banks. Deme la oportunidad de recibirlo correctamente esta noche —agregó con una invitación para la cena.

El señor Rosewood haría cualquiera cosa para hacer feliz a su hija. Aceptar a quien la había ayudado cuando estuvo lejos de casa no era la excepción. Lo haría con gratitud.

—Me gusta el pato a la naranja —aceptó el rubio con una sonrisa gentil—. A propósito... ¿Tiene algo para comer ahora? Él viaje fue largo y mi estómago me está pidiendo...

Descarado, como era usual.

—Luego podremos ver el menú —interrumpí—. ¿Podemos hablar? —pregunté rápidamente, mirándolo.

—¿Cómo negarme a ti? —exageró con una sobrecarga de dulzura que llevó que las mejillas de Carter se enrojecieran.

Ambos comenzamos a dirigirnos escaleras arriba antes de que el hombre carraspeara.

—Deja la puerta abierta, Becca... Por favor.

—¿Qué estás haciendo, Tyler? Sabías que no debías involucrarte. No quiero que entres en toda esta farsa —reproché ya arriba, omitiendo las órdenes y cerrando la puerta con sigilo.

—El problema es que ya estoy involucrado. Sé que mantendrán la casa vigilada, y la única forma de ayudarte es desde adentro.

—¿Y esta es la mejor idea que se te ocurrió? —Estaba incrédula. Apreciaba su ayuda, pero no quería obligarlo a mentir—. ¿Cómo supiste lo de la custodia?

—Software. Computadora. Celular de Carter. Malteada —enumeró—. Puedo saber su localización exacta, los mensajes y llamadas que recibe. —Ty era un mago de la tecnología que no revelaba sus trucos—. Él quiere vigilarte, pero tu también lo vigilarás a él.

No podía negar que mi amigo era indispensable y lo necesitaba para saber todo lo que ocurría en el hogar de los Rosewood, pero aún no terminaba de convencerme aquella idea de arrastrarlo al fondo de mi investigación, mucho menos en la vida de Rebecca.

—Y creo que te interesará saber que no fue Conrad el que le dijo sobre el ataque a Carter —canturreó recostándose en la cama y poniéndose cómodo, flexionando los brazos tras la cabeza.

—¿Por qué mentiría respecto a eso?

—Creo que temía que te enfandaras con su juguete sexual.

 Me ahorré en corregir que entre el padre de Rebecca y la mucama había más que una aventura, o eso creía.

—¿Cómo se enteró Meredith sobre el ataque? —Fruncí el ceño. Podía comprender que ella estuviera insegura respecto a mi reacción. La personalidad fuerte y explosiva de mi hermana la hubiera destrozado al mismo instante de enterarse.

—Su hija le contó, según la conversación que tuvo con Carter.

—Él especificó que fue un ataque —remarqué—. Me encargué de que todos pensaran que estaba borracha, lo que quiere decir...

 Un presentimiento para nada tranquilizador se abrió paso en mis adentros.

—Que la hija de Meredith fue testigo de tu pelea la noche de la fiesta, pero no le dijo quién era el atacante a su madre —terminó por mí.

—Sabe que Amit es el culpable. La pregunta es por qué esa chica no dijo absolutamente nada. Esto valdría oro para los corredores de Liver High —supuse—. ¿Podrías hackear su teléfono? Necesito fotos de la hija. Quiero saber quién es.

Sin embargo, Tyler ya se me había adelantado, tecleando con rapidez su celular.

—¡Rebecca, la puerta! —advirtieron desde el piso de abajo, al mismo tiempo que Ty me tendió su móvil.

—Jaque mate. ¿La conoces?

Mierda.

Claramente la conocía.














El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora