Capítulo 55

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Adorar es amar con la mirada y sentir la belleza con el corazón.

Al otro día tenía clase, todavía no me había enfrentado a Carter y a Félix ni había hablado con Kylie tras su aparición. Mi problema con Becca no parecía tener fin, pero en este momento solo podía pensar en una que estaba sentada en el asiento de copiloto de Killian.

—Sal del auto —pidió.

Ambos bajamos y cerramos las puertas al mismo tiempo. La brisa nocturna hizo murmurar las hojas a falta de una conversación entre nosotros.

Él caminó hasta quedar frente al capo del vehículo. Me hizo una seña para que me acercara y sus manos de posaron a ambas lados de mi cadera cuando estuvimos cara a cara. Me levantó y sentó en el coche, y luego se subió él y recostó contra el parabrisas.

—Ven —dijo extendiendo una mano.

Me recosté a su lado, pero emitió un gruñido de desaprobación antes de abrazarme y llevarme contra su pecho.

Su corazón me cantó al oído.

No había lienzo, fotografía o artista que pudiera competir o plasmar la belleza que guardaba panorama nocturno del bosque. Podía acercarse, pero jamás robar la esencia.

—¿Puedes contarme una historia? —preguntó.

Dejaría que Killian Bates me contara sobre antiguos dioses, héroes, pasiones y traiciones por la eternidad. Nunca me aburriría, así que asentí.

—Orfeo, hijo de Apolo, tenía el don de la música y la poesía. —Besó mi cabello—. Se enamoró de la ninfa de un valle, Eurídice, pero ella murió intentando escapar de Aristeo, otro hijo de Apolo, que pretendía poseerla y alejarla de su amante. Orfeo se derrumbó al enterarse, la angustia y el odio lo consumieron a orillas del río Estrimón, y entonó canciones tan desgarradoras que los propios dioses le incitaron para que bajaja al inframundo. Consiguió atravesar mil y un peligros, conmover a cada demonio y criatura del infierno, y llegó a Hades y Perséfone, quienes al oír su música le regalaron una segunda oportunidad con la ninfa.—Acaricio mi brazo con las yemas de sus dedos y parte de mi alma con su voz—. Sin embargo, tenían una condición. Él debía caminar siempre delante de su amada y no mirarla hasta que la luz del sol haya bañado por completo a Eurídice. El camino para regresar a la tierra fue terrible, pero Orfeo mantuvo sus ojos siempre al frente a pesar de su desesperación por verla. Al llegar a la superficie el corazón de Orfeo no fue capaz de aguantar un segundo más sin mirarla, por lo que se volteó. Su corazón resurgió de sus melodías tristes y las cenizas, pero un pie de la ninfa aún seguía en las sombras y ella se desvaneció en el aire. Orfeo supo que ya no había otra oportunidad.

Miré las estrellas por un momento.

—¿Por qué elegiste esa historia?

—Porque muestra hasta qué punto puede llegar alguien por una persona que ama y lo rápido que puede perderla.

¿A cuántos había perdido y a cuántos perdería por la telaraña de mentiras que había creado? Dios, no quería quedarme sola al final.

—¿Crees que alguna vez Orfeo se perdonó a sí mismo por perder a Eurídice?

—No, no lo creo —dijo.

Yo tampoco podría perdonarme por perder a quien más quiero.

—Sé que tu pregunta tiene un motivo, Becca —añadió—. Y no se trata de la historia, ¿verdad?

—Es solo que no sé si podría perdonarme por lo que he hecho. —Confesé sabiendo que lo Interpretaría como los engaños y las atrocidades que había hecho la verdadera Rebecca—. Si tú podrías hacerlo, sobre todo.

—Desde que regresaste fui capaz de verte clara y realmente. Ya no hay maldad en ti. No existe la adolescente cruel y rebelde que antes atormentaba a la ciudad. Ahora solo veo a alguien suficientemente buena como para quererme a pesar de que no la merezco.

Le sonríe, pero por dentro estaba preocupada, y esa preocupación se elevó cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo.

De: Desconocido.

Disfruta esta noche, será la última que tendrás con él.

No te libraste de mí.

-RR.

Me congelé.

Nos estaban observando.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora