Capítulo 40

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Los errores cometidos son corazones partidos y las heridas indeseables simplemente irreparables.

Narra Becca

Calentando mi piel en el asiento del copiloto, el sol del mediodía atravesaba el cristal. Estaba en una vieja estación de servicio a unos doscientos kilómetros de Shinefalls. La familiaridad de las cercanías me hizo revolverme en mi lugar, incómoda por una nostalgia que hace tiempo no sentía.

Por esta misma estación solíamos pasar cuando era niña, Carter y Mary nos llevaban al distrito de Rose Lake para ver a los abuelos. Aún podía recordar al pequeño Félix entrando de la mano de su madre al negocio del establecimiento. Siempre pedía caramelos de limón.

Era un niño atípico con unas papilas gustativas que dejaban mucho que desear.

Mientras tanto, Carter me llevaba al baño. Esperaba pacientemente a que terminase y custodiaba la puerta del tocador de damas como un perro guardián. Era la persona que me quitaba el largo trozo de papel higiénico que se me pegaba a la zuela del zapato al salir.

Debía confesar que a veces solo entraba para tomar un poco de papel y pegarlo a propósito. Me gustaba la forma en que lo hacía reír.

Ahora, allí estaba mirando a Glenn en lugar de mí padre, quien compraba cigarrillos tras las puertas de vidrio del local.

Maldito desgraciado.

Odio crecía a paso gigantesco en mis adentros cada vez que lo miraba. Aún no podía creer que me había engañado todo este tiempo para proteger a su novia, sobre todo que había escondido los setenta y cuatro mil dólares y se negaba a dármelos hasta que ayudase a mi hermana.

En realidad, llamarla de esa forma era estúpido. Ni siquiera la conocía y no me interesaba hacerlo. Que comartiéramos lazos de sangre no significaba nada para mí.
Lo único bueno que había salido de ese engendro era que ahora, el desquiciado que iba tras de mí, tenía su mira en ella.

Comencé a revolver el interior del coche. Necesitaba encontrar alguna pista de dónde había ocultado los verdes. Si lograba conseguirlo ya nada me ataba al bastado de Glenn y podría pudrirse en la miseria con su novia mientras yo hacía mis maletas y tomaba el primer vuelo a Milán.

Encontré una llave escondida en el parasol del automóvil, el mismo lugar donde había encontrado la fotografía. Tenía grabado el número 202 y supe que se trataba de la llave de un depósito por su formato.

Era fácil reconocerla porque yo misma escondía cosas en lugares como esos.

Aquellos lugares pasaban lo suficientemente desapercibidos y eran perfectos para ocultar tal botín. Solo quedaba rastrear dónde se localizaba.
La guardé en mi bolsillo antes de observar a Glenn fijando sus ojos en mí. Se mantuvo estático y serio mediante un momento antes de comprender lo que estaba haciendo.

Muy idiota de su parte dejar no solo la llave del depósito, sino también la del auto.

Se abalanzó a través de las puertas con un gruñido, pero yo ya estaba pisando el acelerador del vehículo desde el asiento del piloto. Una sonrisa de autosuficiencia y regocijo se extendió por mi rostro y se reflejó en el espejo retrovisor, mientras Scotterfull no era más que un punto a la distancia a medida que avanzaba por la carretera.

-Jaque mate, Glenn -escupí por el resto del camino.

Mientras tanto en Shinefalls...

Tácticas de juego, tácticas del Rey

Si quieres llegar a tu objetivo, hazlo analizando tus pasos, proyectando tu recorrido, anticipando al enemigo.

Vivimos escalando una gran prominencia, anhelando llegar a la cúspide y sentir la gloria, el placer y la satisfacción inigualable de ganar, pero jamás llegarás lejos si te preocupas por los riesgos que corren los demás.

Ellos son simples peones en un juego de azar.

Pregúntate, ¿valen lo suficiente como para sacrificar tu éxito?

En los juegos siempre hay dos caras, dos lados, dos reinos, dos nombres. El perdedor y el vencedor, tu eliges quién ser.

Minimicé la pestaña que contenía el diario digital de Becca. Parte de mí estaba confundida por sus palabras tan vacías y cargadas de egoísmo. Ella no era así.

No la imaginaba así, mejor dicho.

Era incapaz de creer que sus dedos pudieran teclear tales oraciones, confiaba en que tenía una razón para haber escrito eso.

Me quedé con decenas de pestañas que había abierto con anterioridad, en su mayoría sobre la constelación de Australis.

Félix estaba sufriendo de cien maneras diferentes en aquel momento. Pensé que tal vez descifrar las últimas palabras de su madre traerían algo de paz y sacarían aquella idea del investigador privado de su cabeza.

No podía negar que aún tenía cierta curiosidad por lo de Mary, ya que si se trataban del pasado de Becca, también abarcaba el mío.

La corona de Australis tiene un linaje impuro.

Sabía, por las palabras de Killian, que Australis era una constelación perteneciente al centauro Quirón, pero eso no encajaba con un linaje de sangre, salvo que se tratase de la familia de un ser mitológico.

Me pasé la siguiente hora y media investigando hasta dar con la nota periodística de una revista de Nueva York.

Rose Elizabeth Bélanger de Fontaine, la sucesora más inesperada.

La sucesora de la monarquía más importante de la península ibérica se reveló contra los deseos de su padre

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La sucesora de la monarquía más importante de la península ibérica se reveló contra los deseos de su padre. La rebelde, joven y escandalosa hija mayor del duque Quirón Bélanger de Fontaine proclamó su lugar como futura portadora de la corona de Rebtenstein expresando ante la prensa: "Estoy tan capacitada como mi hermano William. No dejen que mi pasado nuble su opinión sobre la mujer que soy. La corona me corresponde, y nadie podrá arrebatarme mi derecho".

Había un océano de posibilidades mientras tecleaba frenética sobre la laptop. Descubrí que Quirón, el duque que nombraban, era gobernante de un pequeño país que aún se regía por una monarquía. Él y su esposa Victoria, duquesa de Rebtenstein, ascendieron al trono hace diecisiete años. Al año ella quedó embarazada de mellizos, Rose y William.

La corona de Australis tiene un linaje impuro. Creo que se refería a que el monarca Quirón no era el verdadero padre de los hijos de la duquesa.

Pero nada encajaba, ¿por qué Mary tendría aquella sospecha? Y lo más importante, ¿cómo se relacionaba conmigo y mi hermana?

De repente, alguien gritó.

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