Capítulo 35

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Nada que no se sienta verdaderamente en el corazón cambiará nuestro pensar.

—Es curioso —dijo Conrad, pareciendo disgustado de verme, como el oficial Trainor—. Jamás pensé que te quedarías sin palabras, sobrina.

Se llevó la copa a los labios.

—Simplemente no tengo nada que valga la pena decir. Estoy intentando dejar de hablar por... Hablar. —Me encogí de hombros.

Había evitado llamar la atención durante toda la cena, evadiendo las preguntas, pero el hombre estaba complicando mi existencia.

—¿Desapareces un año entero y no tienes nada para decir? Eso no me lo trago ni yo, Becky, y mira que he tragado muchas cosas... —Stella miró a Amit antes de volver a mí—. Aunque, claramente, nadie quiere presionarte para hablar —agregó con una sonrisa de ánimo más falsa que la falta de apetito de Tyler.

—Parece que tus intenciones muestran lo contrario —replicó Amit llevando el tenedor a su boca, con indiferencia.

Aún estaba intentando descifrar qué hacía Stella allí. El aire entre nosotros tres estaba tenso cual alambre, pero, claramente, ninguno de los mayores presentes lo había notado.

—Esto es como una cena con las Kardashian —susuró Ty a mi lado, refiriéndose al drama y las indirectas antes de aclarar su garganta—. Pensé que esta era una comida familiar, no de caridad —añadió observando a Stella con una sonrisa ladeada, tomándole el pelo.

—En realidad, por asunto de esa índole estamos aquí —dijo Carter, cediendo la palabra a Meredith con un asentimiento.

—Todos los años, como bien sabrán, la familia Bates organiza una fiesta de caridad. Stella se encargará de ella este año y el dinero recaudado se enviará al orfanato Brinsvesta.

Mi hogar no tan hogar...

Eso me obligó a tragar un trozo de pollo sin siquiera masticarlo.

—¿Puedo preguntar por qué la mucama esta sentada con nosotros? —preguntó Tyler en el intento de cambiar el rumbo de la conversación al ver que estaba tensa.

Sus palabras no eran despectivas, al menos no tenían esa intención. Él solo decía todo sin filtro o cuidado.

—Bueno, pensábamos anunciarlo en al fiesta, pero Mer y yo estamos saliendo —contó Carter alcanzando la mano de la mujer para entrelazar sus dedos con los suyos.

Silencio se proclamó rey en la sala.

—Qué rápido superaste a tu esposa, papá. —Félix arrojó su servilleta sobre el platos antes de ponerse de pie, enojado.

Segundos más tarde se oyó el portazo de la puerta principal, uno que estremeció a Meredith.

Podía acercarme a aquel sentimiento de traición, a la cólera que se adueñaba de la mente y cuerpo del hermano de Becca. No había logrado superar el dolor por la muerte de su madre que ya intentaban sacar a la fuerza el sentimiento y dejar en su lugar felicidad por una nueva pareja.

Félix no quería a nadie junto a su padre, solo a Mary.

—¿Tienen palomitas? —inquirió Ty, entretenido.

Le di una patada por debajo de la mesa en respuesta.

—Felicitaciones, señor Rosewood. —Stella le hablaba a mi supuesto padre, pero sus ojos estaban en mí—. Es bueno saber que logró superar el pasado, algunos no tenemos esa virtud.

Su juego de doble sentido tenía Aires vengativos.

—Tyler y yo iremos a buscar a Félix. Será mejor que te quedes aquí, papá —argumenté poniéndome de pie.

Ya con el abrigo puesto y a punto subir a la camioneta, mi teléfono vibró.

De: Desconocido.

Tendré un regalo para ti, Roit Patrick 491.

-RR.

—¿Roit Patrick 491? No es la dirección del hospital? —Mi amigo hizo rugir el motor.

—Lo es, pero estoy segura de que no se trata de un regalo.

—¿Y de qué entonces, Sherlock? —Su broma solo evidenció sus nervios camuflados.

—Es una advertencia.

—¿Sobre qué?

—Sobre Félix —susurré

Dios, estaba oficialmente aterrada.

Esa persona iba a herirlo.

Narra Becca

—¿Dónde diablos está ella? —Pateé con furia una pila de cajas de cartón vacías.

Habíamos hecho todo el camino a este departamento ridículamente pequeño y feo para nada.

—Te he dicho que no lo sé, mierda. —Gleen se veía afectado por volver a este lugar—. Evidentemente ella se marchó.

—Yo también lo hubiera hecho —escupí observando de brazos cruzados una foto en la pared. Nuevamente me encontraba con un fiel reflejo de mí misma, pero en el fondo sabía que no teníamos nada en común, solo la apariencia, y yo seguía estando más buena—. Te dejó, así que dime dónde está el dinero y quédate aquí con tus miserables recuerdos.

—Tu hermana puede estar corriendo peligro, y ¿solo te importa salvarte a ti misma?

Había desprecio en sus ojos, pero estaba acostumbrada a que me diesen miradas peores.

—No es mi hermana y no me interesa que haya perdido su tiempo buscándome, es su problema. Puede irse al infierno, y tú también.

Dios, estaba oficialmente frustrada.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora