Capítulo 32

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Mi felicidad consiste en todo lo que tu corazón tenga para dar.

...jamás tocaron los míos.

No podía romper aquel pacto de silencio. No era capaz de tocar los labios que mi hermana había anhelado en el pasado.

Ella llegó a querer a Killian, y no podía negar que uno era capaz de perderse fácilmente en esos ojos verdes, pero no iba a traspasar los límites que el corazón de Becca había impuesto.

Bajo otras circunstancias, si fuéramos hermanas normales, podría haber hablado con ella y saber si estaba bien con ello. Sin embargo, era imposible.

Con ese pensamiento vino otro: Killian se había transformado en una distracción. Estar a su alrededor me hacía perder de vista el horizonte. Había llegado a Shinefalls para encontrar a mi hermana, pero su presencia me impedía concentrarme en lo que en verdad importaba.

—¿Becca? —Era Meredith. Giré la cabeza hacia la habitación, de donde provenían golpes suaves sobre la puerta cerrada—. Tu padre quiere que bajes —explicó vacilante, antes de añadir:—De inmediato.

Eso no sonó prometedor.

—Ya la oíste —dije en voz baja al hijo de los Bates, dando un paso atrás.

En el intento de marcharme sus dedos se enroscaron con gentileza alrededor de mi muñeca. Mi piel se cargó de estática al rozar con la suya.

—¿Por qué te alejaste? —prefuntó, directo como siempre.

No hacía falta aclarar que se refería a nuestro casi beso.

Por un momento pensé que podría mentir. Una mentira más deslizándose de mis labios no ocasionaría daño. Decirle la verdad no era una opción, y no había otra salida más que recurrir a los malos hábitos.

Rebecca era la prioridad, siempre lo fue, y tal vez ese era el momento de alejar a la única persona que podía consumirme en solo milésimas de segundo.

Tarde o temprano tendría que hacerlo, pero no iba a arriesgarme a caer en una red de ilusiones y mcuho menos a desarrollar sentimientos por él.

Cuanto antes nos distanciáramos tendría menos de mi corazón que perder.

—¿Por qué no te alejaste de Pixie cuando tuviste la oportunidad? —repliqué tan firme como pude—. Ayudaste a tu hermana a humillarla, parece que el placer va antes que la moral en ti.

La tonalidad de su mirada se oscureció al oír mis viperinas palabras.

Lo dejé solo después de eso, y la sensación dentro de mi pecho fue horrible. Solo empeoró al ver a Carter al final de la escalera; sus facciones cubiertas de seriedad y un enojo infinito yacía en sus ojos grises.

—¿Cuándo pensabas decirme que te atacaron en la fiesta de Stella?

Frené a mitad de ella escalera, sopesando qué decir al respecto o si era mejor callar.

—Es inaceptable que me haya enterado por tu tío Conrad y no por ti —acusó de brazos cruzados, con el ceño fruncido en reprimenda.

—No quería preocuparte —excusé, pero sabía que lo había hecho al ver sus ojos

—Y mira lo que lograste... —Un dolor casi tangible dilató sus pupilas—. Desapareciste por más de un año porque alguien quería herirte, ¿y sales en medio de la noche, sola, sin decirle a nadie, a solo días de volver? —Estaba realmente enfadado, pero dicho enfado era producto de una preocupación genuina y llena de amor—. Esa persona anda suelta y no voy a arriesgarme a que lastime a mi hija. Estoy realmente decepcionado de ti, Becca. Es tu seguridad lo que está en juego.

—No volverá a suceder —prometí.

Mentirle fue horrible, pero necesario.

—Lo sé —contesto pasándose una mano por la barbilla—. Llamaré al oficial Trainor y le pediré que custodien la casa.

—No puedes hacer eso —repliqué de inmediato, incrédula, sabiendo que Tyler solía vigilar el hogar de los Rosewood y podrían malinterpretar su presencia.

Debía escabullirme también, lo cual sería imposible con la policía merodeando cerca.

—Es la única forma, Becca. Puedes salir a donde quieras, pero me lo dirás a mí o a la policía, e irás acompañada —advirtió en voz más relajada, pensando que sus problemas estaban resueltos—. No habrá nada que mantener en secreto —agregó, y supe que lo decía por el ataque.

—¿Ni siquiera tu relación con Meredith? — interrogué cuando me dio la espalda para marcharse.

Su columna vertebral se enderezó instantáneamente. Los músculos de cada parte de su cuerpo se tensaron al oír de mi boca el nombre de la mucama.

—Puedo explicártelo a ti y a tu hermano... —Se dio la vuelta y sinceró—. Pero no se lo menciones a Félix aún.

Había sorpresa en su voz.

—No puedo decirte a quién querer, pero te diré que no puedes acusarme de guardar secretos cuando tu también los tienes, papá —finalicé.

Carter se quedó sin nada que decir.

Estaba a punto de retomar el camino al cuarto de Becca cuando el timbre sonó.

Tyler apareció.

Y quise matarlo.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora