Capítulo 11

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La verdad y la mentira están unidas. Una no puede existir sin la otra a pesar de que hay un abismo entre ellas.

Me quedé quieta. Evalué todo lo que pude distinguir en sus ojos esmeralda, lo cual no fue mucho.

—No deberías usar ese tono conmigo —le advirtió el policía.

—Tú no deberías tocar a una menor.

Killian hizo un ademán a mi codo, el cual el hombre uniformado seguía sosteniendo.

—Yo no..., eso no es lo que... —Las palabras se desvanecieron en la punta de su lengua. Me dejó ir con lentitud—. Me estás provocando.

Al principio no lo entendí, pero entonces volví a mirar a mi vecino. Una pequeña sonrisa ladeada le torcía los labios con burla.

—Te estoy provocando —afirmó antes de dar un paso más cerca, invitándolo a seguir jugando.

—Es suficiente —interferí—. Tenemos clase —nos excuse.

Miré a los ojos del oficial en busca de compresión porque sabía que Killian no daría un paso atrás y acabaría la potencial pelea porque se lo pidiera amablemente. Sin embargo, cuando me encontré cara a cara con la placa del sujeto que me llevó a casa anoche, me arrepentí.

Oliver Trainor.

Como el oficial que insinuaba que mentía en mi declaración.

Tragué saliva. Su padre —asumía que lo era—, lo había transferido por el caso de Rebecca. Mi caso. ¿Se acercó anoche solo como una táctica para sacarme información? No logré hallar la repuesta que quería en su expresión, pero era un policía... Los entrenaban para no dejar ver sus emociones y ser capaces de actuar cualquier papel.

Oliver nos observó por última vez antes de darnos la espaldas y marcharse.

—¿Qué estás haciendo? —Interrogué al castaño de inmediato.

—Alejando a un Trainor de ti —respondió en voz baja, con aversión hacia el apellido—. Te recomiendo que te mantengas alejada de él, Rebecca —siguió mirándome a los ojos—. Porque no pienso estar a tu alrededor ni un segundo más para alejarlo.

El corazón podría haberse encogido en mi pecho al oírlo. Muchas personas me habían tratado mal a lo largo de los años, más por disgusto que por otra cosa, pero jamás porque me odiaran.

—Desprecias mi presencia como si fuera alguna clase de monstruo.

Él se acercó. Cuadré los hombros y apreté los labios sin quitar mis ojos de los suyos. Contuve la respiración por algún motivo.

—¿Y no lo eres? —Arqueó una ceja—. Pareces haber olvidado todo lo que has hecho, lo que eres, pero yo no —confirmó. Sentía su aliento caliente sobre mi boca—. Nunca lo olvidé y tampoco lo haré.

Cada vez me sentía más como si fuera Becca, cuando en realidad era solo un papel. ¿Pero como no iba a creerme ella si todos me trataban como tal? Separar la verdad de la mentira era algo que podría partirme en mil pedazos, y lo estaba haciendo.

El hijo de los Bates se fue, dejándome sola en el corredor.

Desde que conocí la existencia de mi gemela intenté encontrarla. Con desesperación, con apuro, con esperanza. Sin embargo, la brecha que nos separaba era más grande de lo previsto, y cada día parecía crecer un poco más.

¿Cómo iba a conocerla realmente cuando no sabía ni un cuarto de los secretos que guardaba?

Ni siquiera conocía verdaderamente a Rebecca. Y desde que llegué a Shinefallslas esperanzas de conocerlas iban muriendo poco a poco. ¿Siquiera sabía a quién estaba buscando? ¿Un monstruo hecho de carne y hueso o a mi hermana?

Dejé salir el aliento al tiempo que recibí un mensaje, motivo por el cual volví a retenerlo.

De: Desconocido.

Eres digna de odiar. Ya no hay forma de que el cielo te acepte una vez más. Eres un alma destinada al infierno, y yo soy aquella hoguera en llamas.

-RR.

El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora