Capítulo 89

7.4K 1.1K 230
                                    

"¿Qué se siente sonreír al saber que tenías razón?"

El sonido fue atronador.

Alguien disparó había disparado al suelo.

Oliver Trainor sostenía su arma en alto. Estaba de pie en la entrada del invernadero, envuelto en su uniforme. No había temblor ni vacilación en sus movimientos cuando dio un paso al frente y apuntó directamente a su padre.

—¡Aléjate de ella! —advirtió la persona a su lado. Tyler había logrado conseguir ayuda.

—Baja el arma, Oliver —ordenó su padre.

Sus ojos se tornaron aún más oscuros, como si hubieran sido consumidos por el mismo abismo en el que se encontraba su corazón.

—¿Qué carajos crees que haces? —espetó el aludido en respuesta.

Se notaba que intentaba ocultar su sorpresa, pero su expresión lo delataba. Era una persona enterándose que quien lo trajo a la vida era un monstruo.

—No me hagas repetirlo, hijo —advirtió Trainor caminando hacia él hasta que la punta del revolver le rozó el pecho—. Baja el arma. Ahora. Lo único que puedes hacer para detenerme es dispararme, ¿estás dispuesto?

El sheriff quería dejar en claro que era él quien seguía teniendo el control de la situación. La manipulación familiar era de las más eficaces, nadie podía negarlo. Oliver se llenó de enojo e impotencia con aquellas palabras.

—¡¿Por qué haces esto?! —espetó, y en rápido movimiento tenía el arma apuntando hacia la frente de su padre.

—¡Aléjate de él! —intervino Sarah, preparando la ballesta en un ángulo que, de dispararla, le atravesaría el cráneo a Amit—. Hacemos lo que hacemos para recuperar lo que nos pertenece. 

—Deberías considerar sumarte, amigo —le aconsejó James, posicionándose tras Killian con un revólver cargado.

Lo siguiente pasó demasiado rápido. Killian aprovechó la oportunidad al escuchar al profesor tras de sí. Aún de rodillas, dio medio giro estrellando su puño en el estómago del hombre. Al doblarse por la cintura, el arma se resbaló de las manos del agresor. Sarah levantó la ballesta en dirección al hijo de los Bates, pero antes de que pudiera disparar Pixie se impulsó en la tierra y colapsó contra ella. Ambas cayeron y rodaron, luchando entre sí.

Rebecca se sumó al ataque e intentó desarmar a Stella, pero ella lo vio venir. Lanzó una patada a mi hermana, dándole en la mandíbula. Becca trastabilló y Stella levantó su cuchillo. 

El filo resplandeció ante mis ojos y me lancé sin pensar. Clavé mis uñas en su hombro y tiré de ella con brusquedad. Cuando estuvimos cara a cara cerré la mano y le aventé un puñetazo, pero no fue tan efectivo como planeé. Ella levantó su rodilla, y cuando hizo contacto con la boca de mi estómago me quedé sin aire y caí. Volví a divisar el destello filoso y apenas tuve tiempo para girar sobre mi estómago. Me llevé un corte en el antebrazo, pero al menos no perforó ninguno de mis órganos.

—¡Stella, para! —gritó Killian, y ese segundo de preocupación le costó que James lo sorprendiera por la espalda.

Vi la vacilación en los ojos de la hija de los Bates. Contemplaba al profesor y su hermano luchar cuerpo a cuerpo cuando sus nudillos se tornaron pálidos alrededor del cuchillo. Estaba teniendo una batalla interna entre seguir con el plan de Trainor o no.

—Puedes detener esto —susurré acunando mi brazo—. Sé que no quieres que Killian salga herido. Por favor.

—Ya no hay nada que hacer, Je... —Mi nombre murió en sus labios cuando alguien apoyó un arma contra su sien.

—Suelta el maldito cuchillo, perra —escupió Rebecca, quien se había adueñado de la pistola de James.

Lo advirtió con confianza y letalidad. Sus pupilas estaban dilatadas y me pareció una anti-héroe de película. Las siguientes palabras no fueron dichas, pero extrañamente todos las escucharon. Ella dio a entender algo muy claro con sus acciones:

No te metas con mi hermana.

—¡Tyler, espósala! —gritó Oliver.

Con una mano apuntaba a su padre, y sin quitar los ojos del hombre, se quitó las esposas del cinturón y las lanzó a mi amigo. Mientras tanto Killian y James seguían enfrentados, con puñetazos yendo y viniendo, y Sarah tenía acorralada a Pixie con la ballesta. Amit buscaba la forma de rescatar a la pelirroja.

Becca empujó a Stella hasta que la mejilla de la chica tocó la tierra. A pesar de que se revolvía y maldecía, Tyler logró esposarla.

—Haz que paren, papá —gruñó Oliver.

—No hasta que estas mocosas me den lo que quiero.

Dio un paso al frente, haciendo que la pistola se presionara contra su pecho. Quería provocar a su hijo.

—¿Qué es? —Encontré mi propia voz a través de las respiraciones superficiales y los gritos—. ¡¿Qué es lo que quieres?! —Me puse de pie con una furia que jamás había sentido—. ¡No tenemos absolutamente nada! ¡Lo único que tengo son a estas personas a las que estás lastimado sin motivo! Así que dime, siendo tan específico como puedas, qué diablos quieres de mí.

Trainor parecía disfrutar el hecho de que estuviera enloqueciendo y rompiéndome frente a él. Entonces, en un movimiento que ni Oliver pudo advertir, rodeó con el brazo el cuello del moribundo Glenn. Le puso el arma directamente en la boca.

—Quiero todo lo que Angelina Bélanger de Fontaine les dejó.

Mi alma cayó a mis pies al reconocer el apellido de Quirón.

De mi padre.

—Sé que Victoria te fue a ver al hospital. —Sonrió de forma cínica—. Sabes la verdad sobre tus padres y que nunca te abandonaron.

Miré de soslayo a Rebecca, quien se había tensado y cuyos ojos iban y venían entre Trainor y yo.

—Tu abuela les dijo que estaban muertas, pero la hija de gran puta tenía algo de corazón o más bien inteligencia como para dejarles una herencia demasiado buena para dos estúpidas niñas como ustedes.

—¿Estás loco? ¿De qué hablas? —Becca negó con la cabeza. El arma temblaba en su mano.

—Estoy hablando de más de once millones de dólares, del dinero que tendrían que cobrar al cumplir dieciocho años. Lo quiero, aquí y ahora.

Sacó un arrugado papel de su chaqueta y lo lanzó a sus pies.

—Mientes, mi hermana no escondería algo así, pedazo de mierda.

Me defendió con una convicción ciega, y por eso mismo la sonrisa de Trainor se amplió.

—Dile o le disparo a Scotterfull —me dijo el hombre.

Tenía un nudo en la garganta. No podía hablar, pero cuando Rebecca me miró supo que estaba oyendo la verdad. Me hubiera podido decirle que lo sabía hace apenas unas horas, pero no podía ni pronunciar una sílaba. Eso la destruyó. La confianza que me tenía se tambaleó y las lágrimas le empañaron la vista.

Sin decir nada, cayó de rodillas. Firmó el papel totalmente rendida.

—Tu turno —me dijo Trainor—, o tu amigo muere.



El cuenta mitos de BeccaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora