Capítulo 38

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Son los corazones más inesperados los que guardan la peor oscuridad.

—Su hijo está estable, señor Rosewood. El impacto produjo que una de las costillas flotantes se quebrara, al igual que el brazo izquierdo. Sin embargo, no hay nada grave, aunque se quedará unos cuantos días en el hospital como prevención —finalizó el doctor, con un diagnóstico alentador.

—¿Podemos verlo? —pregunté retorciendo mis manos, nerviosa hasta que asintió antes de marchar.

Carter apretó su mano en la espalda baja de Meredith, guiándola para cruzar el umbral de la puerta de la habitación, pero ella se quedó estática en su lugar antes de enfrentarse a su amante con ojos afligidos.

—Él no quiere verme, Carter, y no lo culpo. —Acomodó la correa de su bolso sobre su hombro, tratando de disimular que no le temblaban las manos—. Siento que te alejas de él cuanto más te acercas a mí. No pueden tener una buena relación conmigo en el medio mientras él no me acepte, y no quiero que se distancien, mucho menos en un momento como este.

Me dolía el corazón por las lágrimas que la mujer acumulaba. La mucama estaba triste y avergonzada, pero comprendía que lo único que el más pequeño de los Rosewood quería es que nadie reemplazara a su madre. 

El padre de Becca asintió en silencio, sosteniendo su mirada. Había una conexión ahí, un puente de hierro hecho con amor que atravesaba un río de adversidades.

—Él lo aceptará —interferí. Ella no debía ser castigada con el odio de Félix solo por amar a un hombre—. No ahora ni dentro de un mes, pero sí algún día. El tiempo siempre ayuda a ver las cosas de otra manera. —Le regalé una sonrisa pequeña y apreté su hombro.

Se fue cabizbaja, pero vi esperanza en la forma en que inhaló, como sabiendo que el aire sería más fresco algún día. 

Sabía reconocer el arrepentimiento en las personas y el sufrimiento en sus ojos. Meredith sentía una culpa infinita que estaba destrozando aquel mundo familiar que Carter estaba construyendo.

—Tómate tu tiempo, entraré primera —dije al hombre, adentrándome en el cuarto y cerrando la puerta.

La luz del sol se filtraba a través de las persianas, el rítmico sonido de varias máquinas en funcionamiento emitía un zumbido constante y en las paredes blancas las sombras de los árboles fuera se proyectaban como una película. 

La mirada gris viajaba a la deriva en el espacio, perdidos en el pasado, incapaces de volver al presente.

—Estoy tranquila ahora que puedo verte en una pieza. —Tomé asiento a un lado de la cama, cuidadosa de no tocarlo en caso de que le doliese—. ¿Recuerdas lo que ocurrió?

No sabíamos cuál fue el origen de la explosión.

—Había un pitido, lo suficientemente fuerte como para oírlo sobre los motores. Luego oí la explosión y recuerdo despertar aquí. —Su voz salió ronca mientras se pasaba una mano por el cabello, frustrado.

—De seguro fue un fallo de la misma motocicleta —mentí, tratando de tranquilizarlo.

Tyler ya se había infiltrado en los archivos de la policía de Shinefalls para buscar información sobre el accidente.

Félix negó con la cabeza al instante, frunciendo el ceño. Estiró la mano y me rodeó la muñeca, para que no pudiera escapar.

—No fue eso. Tú lo sabías, por eso querías detenerme.

—No sabía lo que iba a suceder. Quise detenerte porque podías salir herido. Nada bueno sale del enojo y tú estabas más que enojado al montarte a esa cosa.

Su mirada plomiza rebosaba en incredulidad, lejos de creerme.

—¿Y tú no? —espetó desdeñoso—. Lamento haber reaccionado como la mierda al saber que mi padre lo hacía con la empleada sobre la mesada de la cocina, donde se prepara la cena.

—No es lo que tu piensas, creo que ellos en verdad se quieren.

—Meredith no es más que una zorra, Rebecca. ¿Necesito recordarte que era una prostituta hasta que mamá la sacó de la calle? Solo busca dinero, y cuando papá pueda ver más allá de su soledad amorosa cuando se lo diga, verás lo rápido la despide —aseguró, encolerizado.

Maldita sea.

Todo cobró sentido.

Meredith sabía que Rebecca y Félix tenían información sobre su pasado y que esta podría destruir lo que había conseguido. Ahora las miradas atemorizadas y el miedo irracional hacia mi hermana tenían un motivo, y también el querer mantener oculta la relación.

—Ella la salvó —insistió refiriéndose a Mary, orgulloso del corazón bondadoso de su mamá—, y le paga acostándose con su esposo... Puede irse al infierno. —Sus ojos se cristalizaron con indignación.

Aún no podía terminar de digerirlo mientras salía de la habitación para darle lugar a Carter. ¿Cómo podían unos ojos tan inocentes y dulces ocultar un paso tan aterrador? Fuera como fuera, no podía juzgarla.

Cada persona tenía una historia que contar. No iba a condenarla al infierno por un pasado que conocía a medias, ni por caer enamorada del padre de Becca.

De: Tyler

Esto es peor de lo que pensé.

Elevé el mentón para encontrarme a un par de ojos salvajes, del color de la primavera. Killian venía directo hacia mí, a paso firme, y no parecía feliz.

Para: Tyler

Ni me lo digas...



















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