➤ 22; LOBOS.

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CAPÍTULO VEINTIDÓS;
LOBOS. ❞

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Mis pies se movieron con velocidad hasta conseguir llegar a la entrada de la comunidad, dónde no me tuve que molestar en exigir que me abran, ya que la puerta se extendía por si sola. Y cuándo estuve dentro, dividice la masacre que me rompió el alma.

Personas desconocidas, de aspecto descuidado, sucio y completamente ensangrentados se dedicaban a apuñalar a cada habitante que se les podía cruzar. Tenían escasez de armas de fuego pero, con sus cuchillos ya se volvían amenazas para los que residentes de Alexandría.
Debía ayudar, pero primero tenía que ver por mis hijos.

Quise dar un paso al frente, y así iniciar mi búsqueda pero uno de aquellos hombre se posicionó justo delante de mi. Sosteniendo el hacha en una de sus manos, mientras la otra se volvía un puño. Su atuendo sucio, quizás sólo eran unos retazos de tela mal unidos, bañados en sangre. Los ojos negros destellantes en desesperación, locura, ira. Y lo que más me llamó la atención, aquella 'W' trazando toda la piel de su frente con líneas chuecas y desordenadas, de las que no me habría percatado si no se estuviera manteniendo quieto en su posición, cómo si analizará todas las circunstancias que tenía para acabar con mi vida de la manera más dolorosa que se le ocurriera. Y cuándo lo supo, soltó un grito gutural desde lo profundo de su garganta, que llegó a romper sus cuerdas vocales y dispuesto a llevar sus ideas a cabo, se aproximó entre zancadas con su hacha en alto.
Pero mi sentido común fue más veloz, y removiendo la pistola de su estuche en mi cinturón, jale el gatillo. Hundiendo la bala en medio de sus cejas.

Todo estaba sucediendo tan rápido, que el tiempo no me alcanzaba a sorprenderme.

Trataba de ignorar toda aquella situación, de pasar a un lado de los cuerpos de las personas que había visto cuándo llegué. Tan llenos de vida, cuándo por las mañanas paseaban a mi lado, y deseaban una buena tarde. Y ahora estaban muertas.

Finalmente, acabé fuera de mi hogar, y con ambas puertas cerradas inteligentemente. No me quedó más que ingresar por la ventana de la cocina.
Cerré con pestillo una vez que estuve dentro, y con suma delicadeza en la planta de mis pies, empecé a caminar por la cocina. Todo en un silencio sepulcral, con el sólo sonido de mi respiración agitada de tanto correr. ⏤¿Carl?⏤ cuestioné, temerosa a no obtener una respuesta. Y efectivamente, la misma no llegó. Por lo que, solté un suspiro mientras apoyaba mi espalda en la pared que separaba la cocina de la sala, y removiendo el seguro de mi arma, me mostré del otro lado. Dónde sólo choque con quién tanto estaba buscando, en la misma posición que yo. Pero, de inmediato ambos bajamos nuestras armas, y nos reunimos en un abrazo. ⏤Dios, cariño... Estás bien. ¿Y Judith?

⏤Ella está durmiendo, arriba. La mantenemos segura aquí.⏤, mi ceño se frunció cuándo habló en plural, y dividizando detrás de él, encontré la figura femenina de aquella pequeña que siempre se paseaba solitaria por las calles de la comunidad, sumida en ella y sus pensamientos, Enid.

Me separé del adolescente tras un buen rato, ahora dando pasos pequeños hasta llegar a la castaña, que jugaba con sus dedos con nerviosismo. ⏤¿Tú estás bien, cariño?⏤ la cuestión escapó delicada de mis labios, mientras una de mis manos se estiraba a acariciar las hebras de su cabello lacio. La menor, asintió vagamente; ⏤Carl, cuida de ella, y ambos cuiden de Judith. No salgan de casa hasta que todo haya vuelto a la normalidad, ¿quedó claro?⏤

Ambos me acompañaron hasta la ventana por dónde me había introducido. ⏤Cuídate.⏤ pidió Carl, una vez que estuve del otro lado. A lo que respondí con una sonrisa, para intentar relajarlo de que todo iba a estar bien. Y sin más, reanude mi carrera hacía dónde los intrusos se ubicaban.

No tuve que buscar demasiado cuándo una escena se desató frente a mis ojos, en dónde una de las atacantes se acomodaba sobre una de las habitantes de la comunidad, para inmovilizar su cuerpo y hacer más cómodo el trabajo de asesinarla. Pero antes de que pudiera llevar a cabo su cometido, sostuve su cabello entre mis dedos y así impulsar su peso hacía atrás. Lejos de la alexandriana atacada que apenas estuvo libre, se echó a correr hacía el hogar más cercano dónde estaría a salvo.

La mal viviente aprovechó para golpear en el punto justo de mi talón, que me hizo tambalear hasta dejarme tumbada en el pasto, cayendo mi espina dorsal sobre una roca que incrementó más dolor en la caída. Jadeé del daño que me provocó en todo el cuerpo, sintiendo también cómo se arrastraba hasta quedar sobre mí, hasta ubicar sus manos alrededor de mi cuello, dónde la opresión en aquella zona empezó. Los pulmones se me contraían, y el hecho de buscar oxígeno sólo volvía la situación más dolorosa. Con la mirada, busqué la forma de hacerme soltar, hasta que a unos metros de mi mano hallé el cuchillo oxidado de la salvaje.

Mi palma se deslizó por la hierba, hasta chocar con el mango de madera y antes de perder por completo la conciencia, clavé el filo justo en el punto medio de la posición de su tráquea. La sangre chorreó directo con mi rostro, por lo que la quité de encima.

No llegué a tomar todo el aire necesario en mis pulmones, que otro problema estuvo sobre mis hombros. Un claxon resonó en cada esquina de la comunidad, y todavía los atacantes habitaban en la zona, no dudaba de que ellos tenían que ver con lo que pasaba en ese momento.
Lo que sea, estaba dispuesta a acabar con ambas amenazas y mantener mi hogar a salvo.

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𝗗𝗔𝗥𝗞𝗡𝗘𝗦𝗦┃RICK GRIMES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora