➤ 16; ÁMAME.

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CAPÍTULO DIECISÉIS;
ÁMAME.

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Leah dejó a la pequeña Judith sobre las sábanas de la cuna en la que descansaba, con cuidado de no despertarla del profundo sueño en el que se había sumido, le arropó en el calor de las mantas. Cuándo la menor estuvo acomodada, la mayor se mantuvo aprenciando la manera tan dulce en la que la cría descansaba. De algún modo, la escena le traía paz interior.

Así se mantuvo hasta que unas manos se envolvieron en su cintura, atrayendo su cuerpo hacía atrás hasta que su espalda chocó duramente con el pecho del rizado. Quién no perdió más tiempo, e inició un recorrido de besos pequeños y humedos sobre el cuello de su contraria, inhalando su aroma exquisito a rosas tan rojas cómo sus labios; ⏤Rick...⏤ Jadeó la mujer, ganándose una risilla juguetona de parte de él.

Las mismas manos que sostenían su cintura, las utilizó para girar su cuerpo hasta el frente de él. De ese modo, darse a la oportunidad de acunar sus mejillas con las palmas, y trasladar sus besos hasta su boca entreabierta. Conforme mantenían el contacto con los labios, sus dedos asperos se deslizaron de manera traviesa sus glúteos formidos, de dónde impulsó hacía arriba para que de ese modo las largas piernas de Leah se envolviesen alrededor de su cadera. No obstante, una vez que la tuvo dónde quería, no quitó sus manos de su trasero. Es más, oprimió su toque para que de ese modo, ella sintiese la manera en que sus pantalones empezaban a ajustarse en su entrepierna. Y en cuánto el contacto se hizo presente, ambos gimieron de placer en medio del beso.

Cómo pudieron, se guiaron torpemente hasta la habitación matrimonial. En cuánto llegaron, el peso de la joven se desplomó sobre la madera de la puerta, de ese modo cerrándose. Envolviéndose en su privacidad, repleta de calor y desesperación por parte de ambos.  Sus labios se movían acelerados, exigentes sobre los de su contrario. Mientras el beso aumentaba la intensidad, si es que ello llegase a ser humanamente posible, las temblorosas manos de Leah se peleaban por desabrochar los botones de la camisa celeste del mayor de los Grimes, hasta que finalmente ya no estuvo interrumpiendo en la piel de su torso escultural. Por lo que se dio a la libertad de acariciar sus abdominales con la suave yema de sus pequeños dedos, de arriba hacía abajo.

Por otro lado, las palmas de Rick cubrían su espalda completamente desnuda al haber descendido con velocidad el cierre que abrochaba su ajustado vestido blanco. Pronto sus pulmones rogaron por oxígeno, y se vio obligado a separarse, pero mientras renudaba el aire por sus fosas nasales se entretuvo besuqueando cada facción de la mandíbula de la pelinegra. Deleitándose con sus gemidos, que hacían eco en cada rincón de la habitación. Volviéndolo totalmente loco. Sus dedos sostuvieron las mangas cortas del vestido, antes de deslizarlas con paciencia hasta abajo, sólo hasta la cintura. Dándose a la oportunidad de admirar sus pechos firmes e incubiertos, al no ser la prenda apropiada para acompañarla con un sujetador.

Tímida por su mirada penetrante sobre su pecho desnudo, la portadora de tales atributos reanudó los besos que anteriormente se daban. Aunque le resultaba una estupidez intimidarse por unos ojos sobre sí misma, no era una adolescente a punto de perder la virginidad. No obstante, así le hacía sentir Rick Grimes. Rejuvenecida, cuerda, viva. Rick Grimes era su ancla en toda esa pesadilla que había vivido aquellos años de supervivencia. Ella era el barco estabilizado gracias al ancla bajo sí, y de eso no podía estar más agradecida.

De eso se trató la lágrima que descendió silenciosa por su mejilla, de la felicidad y el agradecimiento que le causaba el entregarse en cuerpo y alma al hombre que tenía besándole los labios con vehemencia, cómo si de un adicto distanciado de su sustancia se tratase.

Suavemente, fue empujada hasta la cama. Dónde se encontró recostada, y sobre sí, Rick dispuesto a acabar con lo que habían comenzado. E incluso repetirlo hasta que su cuerpo estuviese tan agotado, que debería descansar por un día completo aunque eso no sería posible con los mandatos que Deanna había dejado para él. Pero no importaba, no ese momento, ni en ningún otro.
Al principio, desvestirse resultó complicado. Con la desesperación, las ansias de probar más allá de lo conocido, resultaba inevitable que sus manos no temblasen, ni se desorientaran ante el toque del otro. Sin embargo, cuándo lo lograron fue victorioso, celestial.

⏤Dios, Leah.... Eres tan... magnífica.⏤ Gruñó Rick por sobre los gemidos de ambos, acariciando dónde él quería. De manera lenta, mimosa y por cómo iban las cosas, tales gestos hacían estremecer a la más joven debajo de su formido cuerpo. Que lloriqueaba, y se arqueaba. Desfallecida por los besos húmedos que eran plantados en cada esquina de su cuello, mientras sus pechos se almodaban a la palma de Rick; ⏤Te necesito.⏤ Finalizó.

Suplicó, entre jadeos, sobre el lóbulo de su oreja, que lo hiciera, que la hiciera suya de una vez por todas y que acabase la tortura en que se fundían.
Aquello fue suficiente para incendiar el interior del rizado, rozó su palpitante erección con la zona húmeda de su contraria. Y en un movimiento suave, se dio paso al interior de la pelinegra. Sus caderas se balanceaban en un ritmo paciente, pero placentero. Sentía cómo su miembro era envuelto entre el calor de las apretadas paredes vaginales de la muchacha que lo hacía suspirar.

Principalmente, la acción fue dolorosa pero gratificante. Habían pasado años en los que no había intimado, por lo que rasgó sus anchos hombros con sus uñas crecidas mientras gimoteaba su nombre, sintiendo su labio inferior temblar. Aunque, ante la caballerosidad del rizado al aguardar que ella estuviese preparada, le fue sencillo acostumbrarse a su poderoso tamaño y acompañarlo en el sentimiento placentero.
Envolviendo sus piernas alrededor de sus caderas, indirecta que Rick entendió a la perfección y aumentó las embestidas que golpeaban en su interior.

La vaga cordura que los sujetaba se desprendió, bastaron unos cuántos movimientos más para que ambos ya se hallasen rozando la fina cuerda que los tranportaría hasta el anhelado orgasmo. Se consumieron con gloria, se acoplaron de manera celestial, se conectaron cómo sólo los amantes sabían hacer.

⏤Te amo.⏤, consiguió susurrar Grimes antes de alcanzar la felicidad extrema y perder todas sus fuerzas dentro de ella.
Se dejó desplomar a su lado, utilizando una sábana para cubrir sus cuerpos envueltos en sudor. Aunque ello no le impidió abrazar sus hombros hasta tener su mejilla sobre su pecho, que subía y bajaba en un movimiento anormal para recuperar el aliento perdido; ⏤Leah, por favor. Sé mi novia.⏤

La confesión consiguió dejar estática a la aludida, mientras sus ojos esperanzados se dirigían hasta arriba para admirar aquella mirada turquesa que tanto le recordaba al cielo. Su mano acarició su abdomen, hasta guiarse a su mejilla, impulsando ésta hasta abajo para conseguir mezclar sus azules en uno sólo; ⏤Repítelo, por favor.⏤

⏤Lo que has oído. Sé mi novia, Leah. Me molesta que lo nuestro no tenga un nombre. Quiero que seas mi novia.⏤

⏤Acepto.⏤

⏤Creo que debo besar a la novia.⏤ Descendió sus labios hasta la altura inferior de la que ahora era su llamada 'novia', dónde logró plantar un suave beso antes de separarse y admirarla con picardía;
⏤¿Segunda ronda?⏤

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𝗗𝗔𝗥𝗞𝗡𝗘𝗦𝗦┃RICK GRIMES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora