Los pares de ojos curiosos se cernían sobre mí como dagas y un silencio sepulcral pareció reinar en aquella cafetería mientras nos adentrábamos en dirección al mostrador. El sonido invariable de las máquinas de expreso zumbaban en mis oídos como abejas dispersas en al aire junto con el girar de las agujas del reloj que acompañaba cada latido de mi corazón.

—Ignóralos, solo están sorprendidos —aseguró Carter antes de poner una mano en mi espalda e impulsarme a seguir—. ¿Por qué no tomas una mesa mientras yo hago la orden, hija? —preguntó y asentí al instante. Alejarme de él parecía ser una buena idea.

Gran parte de la cafetería volvió a sumergirse en sus propias conversaciones, pero aún varios chismosos susurraban tan indiscretamente como son los grillos al caer la noche.

"¿Por qué volvió?"

"Estábamos mejor sin ella."

"Pensé que había huido."

"El diablo regresó al infierno."

Las voces persistentes atormentaban mi mente a medida que caminaba alrededor de las mesas y sillones de cuero esparcidos por el moderno café. No podía mirarlos a los ojos, y fijar la vista en mis zapatos parecía una buena idea mientras hacía aquella marcha al tártaro a la par de sus críticas voces.

—¿Rebecca Rosewood? —preguntó una voz femenina, y automáticamente una fragancia cítrica irritó mi nariz. Me giré sobre mi propio eje para observar a una muchacha de ojos pardos. Su pálida piel hacía resaltar el color roble y oscuro de su cabello. Se acercó lentamente, sus tacones resonando en mis oídos mientras ella y su gran bolso se balanceaba en mi dirección.

—Stella. —Me forcé a sonreír solo un poco cuando ella sonrió de forma distante en mi dirección. Me sentía una muñeca de trapo a su lado, una pequeña y sucia niña que vestía jeans mientras ella se envolvía en una falda plisada y varias capas de elegantes y selectos collares de plata.

—He oído los rumores, pero nada se compara a verte en carne y hueso, Becky —comentó recorriéndome con aquellos ojos prejuiciosos. Ella tenía el don de hacerte sentir inferior con solo una de sus indómitas miradas—. Luces diferente — reconoció, pero no fui capaz de saber si de sus labios salía honestidad o puro teatro.

—Soy diferente —afirmé asintiendo.

Había leído sobre Stella, y nada de lo que Becca había escrito sobre ella era bueno.

Fueron amigas por muchos años, pero algo las separó. Creo que fue por una suma de cosas lo suficientemente graves como para que comenzaran a odiarse mutuamente.

Rebecca había dormido con el novio de Stella, la había dejado en segundo lugar en cada deporte, club y competencia del instituto en un acto sumamente infantil y cruel para dejarle en claro a Stella que no podía ser dueña de nada, que no mandaba, que Becca podía manejarla y doblegarla a su gusto.

Que tenía el control.

—Ya sabes lo que dicen —divagó la castaña con ojos penetrantes, una mirada capaz de perforar tu alma—. Puedes alejar el pecado de la chica, pero jamás puedes salvar a la chica de pecar.

Aquella sonrisa adornando su rostro de porcelana se evaporó como mi propio aliento mientras un mano se posaba en mi espalda.

—Stella —saludó el señor Carter con una genuina sonrisa elevando las comisuras de sus delgados labios. ¿Seguiría pensando que ella y Becca eran amigas?

—Sr. Carter —correspondió ella con un tono más alegre.

—Es agradable verte a ti y a Becca juntas, como en los viejos tiempos —acotó el hombre de ojos grisáceos, tal tormenta apaciguada en el cielo.

—Sí —respondió ella—, Como en los viejos tiempos —murmuró, pero noté aquel rastro de resentimiento decorando sus cuerdas vocales. Stella solo conservaba las apariencias, y sabía que debía mantener un ojo sobre ella—. Debo irme, pero espero que volvamos a vernos —añadió al padre adoptivo de mi hermana antes de trasladar sus ojos en mi dirección—. Adiós, Becky.

Becky. Rebecca odiaba que la llamaran así, y ciertamente no me gustaba el diminutivo.

Sabía que ella tenía suficientes motivos como para hacer desaparecer a Becca, y la sorpresa en su rostro fue muy notoria al verme. ¿Sería Stella capaz de desterrar de Shinefalls a su amiga de la infancia?

—Toma. —Carter me tendió una bebida y el calor filtrándose a mi piel a través del plástico resultó reconfrtante—. Exactamente como te gusta. Café, crema y avellanas. —Sonrió ladeadamente antes de que tomáramos asiento en una mesa apartada.

—Te agrada Stella —señalé antes de dar un sorbo

En mis adentros solo quería cambiar esta cosa por una taza de café negro.

—Es la única de la familia Bates que me agrada, en realidad —confesó—. Ella no es como sus padres, ni como su hermano Killian.

Killian, así que ese era su nombre.

Me quedé con la vista clavada en Carter. Nunca había leído que Stella tuviera un hermano en el diario online, y mucho menos que se trataba de aquel muchacho.

Había demasiadas cosas que aún no sabía, un paso en falso y todo caería.

Incluyéndome.

El cuenta mitos de BeccaWhere stories live. Discover now