Capítulo 46 (Sin Editar)

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Ellie se despertó con un extraño sabor de boca. Tenía el estómago revuelto y le daba vueltas la cabeza.

¿Qué había ocurrido?

Se quedó ahí quieta, con la espalda apoyada sobre la pared color celeste de esa habitación que no reconocía...

De repente, lo recordó todo. El mensaje de William, el hombre que la había tomado por el cuello y el trapo impregnado de ese liquido asqueroso. Se levantó del suelo tan rápido que de inmediato tuvo que sentarse en el suelo debido al mareo. El corazón le latía con fuerza. Conteniendo las náuseas se puso de pie nuevamente y recorrió con la mirada el lugar donde se encontraba.

Era una habitación pequeña, húmeda y olía terrible, no había un solo objeto en el lugar salvó por una silla plástica blanca que estaba quebrada, las paredes del lugar estaban sucias, húmedas y con moho cosa que le produjo náuseas nuevamente, el suelo era de ocre rojo pero estaba hecho trizas.

Había una bombilla amarilla colgando del techo que iluminaba el espacio y lo hacia ver más desagradable de lo que en si ya era.

Ellie se acercó a la puerta de madera que se encontraba frente a ella, esta no tenía llavin ni picaporte pero tenía puesto un seguro con llave así que la golpeó con fuerza varias veces para tratar de abrirla pero fue en vano. Gritó lo más que pudo, debido a que tenía la garganta seca apenas le salía la voz.

Su cuerpo temblaba debido al miedo y al frío le habían quitado su abrigo así que solo la habían dejando con los jeans azules y la blusa roja manga larga que andaba.

Pero el abrigo era lo que menos le importaba en ese caso, sino más bien su teléfono, ahí andaba fotografías de Leila, Chris, William y el resto de su familia. Rogaba por que el aparato se hubiese caído al suelo cuando ella estaba luchando por liberarse de ese sujeto.

Aun con el pánico que estaba apoderándose de cada partícula de su ser Ellie, sabía quien la tenía encerrada en ese lugar. Lo sabía, pero se negaba a creerlo. Tenía que haber alguna otra explicación para eso.

En aquel momento, el sonido del seguro de la puerta le atravesó los oídos. Sintió un miedo terrible pero se obligó a si misma a concentrarse en la situación. Se alejó de la puerta y se fue a refugiar detrás de la silla rota, era lo único con lo que contaba como defensa.

-No hables con ella -una voz masculina que no reconocía dijo desde afuera del cuarto.

Ellie agarró con fuerza el respaldar de la silla hasta que sintió dolor en los nudillos.

Su mirada estaba fija en la entrada de la habitación para ver quien ingresaba en ella.

Se sorprendió en grande al ver a una joven bajita, de piel clara, caballo largo y rubio, delgada y con ropas demasiado cortas a pesar del frío entrar al cuarto con un plato de comida en una mano y una botella de agua en la otra.

Un par de ojos verdes la examinaron con demasiada curiosidad pero luego bajo mirada y comenzó a respirar con pesadez.

La chica colocó el plato de comida y el vaso de agua en la silla destartalada y se dio la vuelta de inmediato.

Ellie salió del trance en el que había estado y corrió para acercarse hasta la joven que no podía tener más de veinte años.

-Espera -Ellie la tomó del brazo con más fuerza de la necesaria y la muchacha se puso tensa al instante -¿Dónde estoy? -susurró la ojiazul al recordar que el hombre que estaba afuera le había prohibido a la chica hablarle.

La chica se sacudió la mano de Ellie y se dirigió a la puerta.

-Ayúdame -le pidió Ellie mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos-, por favor.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora