- Siempre-

- No tenía idea, pensé que la humanidad para ti era irrelevante, no tienes de que preocuparte- lo miré directo a los ojos- Morgan es mi juguete- me miró inquieto, se encontraba en una lucha interna contra si mismo pues quería articular palabra, pero algo lo impedía, el ser yo su creador.

- Me retiro, no quiero escuchar lo que harás- dijo mirándonos.

- Será lo mejor Johann, mantente lejos de Morgan, bueno de ella no, pero si de mi manera de reprender su actitud humana- dije aún furioso, Johann apenas asintió y volvió a su habitación.

Caminé hasta mi habitación, abrí la puerta y la cerré tras de mi, me adentré en ella, me dirigí a una habitación secreta que estaba oculta en el baño, tras los azulejos, era una habitación del mismo tamaño que mi bello calabozo en Bélgica. Me adentré en el pequeño pasillo que conectaba al baño con aquella habitación, caminé algunos pasos hasta estar completamente dentro, coloqué a Morgan en un diván que tenía cerca, uno de piel color carmesí que se encontraba frente a la cama, elegí el lugar correcto, la rueda para mazmorra, mi favorita, sonreí par a mi mismo, tomé a Morgan de nuevo y la llevé hasta aquella rueda, la coloqué de frente, tenía sus jeans de mezclilla aún, su blusa ajustada y escotada, lo único que no llevaba eran esas Converse, esta vez estaba descalza, la amarré de la cintura con las primeras correas, después sujeté sus manos por las muñecas y después rompí sus bellos jeans dejándola sólo en bragas.

- Lindas piernas- comenté al aire.

Sujeté sus pies con las correas y la dejé en forma de estrella, pies y brazos abiertos y su cintura bien sujeta, no me había percatado que su nariz sangraba por la bofetada, con mis dedos limpié su rostro y los chupé para limpiarlos de ella, su sangre era deliciosa, no la mejor pero no estaba mal, me senté sobre el diván, la observé con detenimiento, saboreando su sabor.

Me puse de pie acercándome a una de las estanterías, en un cajón pequeño que estaba repleto de dagas, tomé algunas de mis favoritas las observé y después las volví a dejar ahí, tomé las que se encontraban en la parte frontal del cajón, tomé diez, me senté sobre el diván de piel, tomé las dagas y las jugué un poco, me puse a pensar en como hacerle pagar su error, pensé en despertarla a golpes pero eso ahora me aburría, también pensé en la posibilidad de tirarle agua helada sobre su cuerpo, aunque no me apetecía en ese momento, tomé el puente de mi nariz sintiendo frustración por no encontrar una manera apropiada de hacerla pagar, las ideas eran muchas pero de tanto practicar me había aburrido.

De pronto una idea chispeante vino a mi mente, tomé las dagas en mis manos y las empuñé con fuerza, miré una vez más a Morgan, colgando de sus brazos y cintura gracias a las correas, sus músculos relajados sosteniendo su peso, sus rodillas semi flexionadas debido a su relajado cuerpo, sus manos delgadas colgaban de las amarras, sus piernas bien torneadas y blancas eran casi perfectas, hasta que vi una cicatriz, se hallaba al lado externo de su pierna izquierda, no observé más, me puse de pie, me acerqué a la rueda para mazmorra y comencé a girarla en dirección a las manecillas del reloj, el cuerpo de Morgan se movía descuidadamente, me encantaba verla girar, ahora jugaría al circo, genial, pensé.

Tomé un poco de práctica en el muro y saqué las dagas de él, después de dos intentos fallidos me arriesgué, lancé una de las dagas hacia la rueda que giraba sin parar, dio contra la rueda sin lastimar a Morgan, continúe con el segundo que quedó cerca de los dedos de su mano derecha, después el tercer tiro que quedó muy cerca de su rostro, y así continúe por al menos un par de horas, me había cansado así que tomé una de las dagas y apunté directamente a su frente, justo en aquel momento ella abría sus ojos, me vio con la daga y se percató de mi intención, lancé la daga y ella por instinto volteó su rostro tratando de protegerse de mi ataque, debo admitir que la daga cortó superficialmente su hombro haciendo que su sangre corriera por su clavícula tentándome a morderla de una buena vez, ella no se inmutó ni un poco con su dolor, me puse de pie para verla mejor, ella era un poco mas pequeña de estatura, la miré directo a los ojos, inclinandome solo un poco para estar a su altura, mi semblante seguía seri pero estaba determinado a torturarla un poco.

Soy un maldito, lo sé.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu