Cincuenta y uno

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Antes

—No. No es todo. Siempre voy a amarte, Thiago. Una parte de mí siempre te amará.

—¡Una parte de ti! —repitió él, negando con la cabeza—. ¿Por qué viniste?

—Quería decírtelo en persona, es lo menos que podía hacer por ti.

Celeste estaba reprimiendo las lágrimas y su barbilla temblaba incontrolablemente. Por un momento, Thiago solo pudo mirarla, preguntándose si de verdad ella pretendía regresar con Sam, pretender borrar todo lo ocurrido en el último año. ¿Lo amaba de verdad? ¿Cómo se sentiría Sam al saber todo lo ocurrido entre Thiago y ella? ¿Todo esto tenía algún sentido?

Bufó, bajando la vista, las lágrimas llenando sus ojos, cegándolo por un instante. ¿Qué podía hacer? No podía actuar egoístamente, aquel hombre simplemente no tenía la culpa de aquella situación.

—Thiago, por favor perdóname.

Él sonrió, una solitaria lágrima derramándose.

Thiago pudo darse cuenta que Celeste se encontraba sorprendida ante aquello, por lo que intentó acercarse, pero él alzó su palma, deteniéndola.

—No tengo nada que perdonarte, Cel.

Sin embargo, era mentira y ambos lo sabían.

Ella hizo un gesto de dolor, colocando su mano en su cuello, mirando a todo el lugar menos a él, hasta que supo que Thiago no pretendía decirle algo más. Lo examinó por un largo tiempo, y él también la miró a los ojos, transmitiéndole todo lo que le estaba haciendo sentir.

Como la persona valiente que era, él soportaba el dolor, mirándola a los ojos, a sabiendas que había dado todo por ella... pero al final, ella no pudo hacer lo mismo.

Aunque la amaba profundamente, la dejó ir, ¿para qué lucharía para mantenerla a su lado si ella había elegido marcharse en primer lugar?

A veces se lucha por un amor en vano.

A veces el amor no es suficiente, se va desvaneciendo con el tiempo, a veces las esperanzas se marchan, y solo queda el miedo a enamorarse de nuevo. Queda la decepción, e incluso la miseria.

Existen amores que te consumen, y amores consumidos, el amor es como el fuego, primeramente arde, intenso y cálido, para luego consumirte hasta transformarte en un puñado de cenizas.

Y aquel ya era un amor consumido.

Un amor que definitivamente dejaría marchar.

Un amor al que le decía adiós, con lágrimas en los ojos.


Entre Versos y Lágrimas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora