Cuarenta y dos

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Antes

El cielo se encontraba levemente nublado, por lo que decidieron entrar a la casa después de observar desde el tejado los fuegos artificiales del festival de aquella noche. Thiago abrazó a Celeste, acariciando sus pómulos con dulzura mientras esta depositaba un tierno beso en su cuello. Se encontraban felices pues finalmente hallaron la cantidad de dinero exacta para viajar a la ciudad y conseguir los medicamentos. Asimismo, la esperanza refulgía de entre tanta incertidumbre..., mirando a Celeste, pensó que cuando se encontraban juntos, eran más fuertes y firmes.

Pero cuando bajaron del tejado para adentrarse a la casa, sus esperanzas recayeron, y Celeste soltó una exclamación, cubriéndose la boca con ambas manos.

Dentro había un caos, un desorden, los huéspedes se hallaban empalidecidos murmurando que habían sido asaltados.

Su tío Eitan fue el responsable.

Thiago sacudió la cabeza, frotando su frente, tirando de sus cabellos, maldiciendo en voz alta. Corrió hacia su habitación, registrando el desordenado lugar, rebuscando en el cajón donde se hallaba todo su dinero.

No había nada. Se había ido.

Cuando miró a Celeste, quien había permanecido detrás de él, lo supo. Sus esperanzas también se marcharon, la dureza en su mirada lo confirmaba. Ella abandonó la habitación enfurecida, pisando fuerte, maldiciendo a todo aquel que se atravesaba en su camino.

Para Celeste, era más fácil odiar, para Thiago, era más fácil rendirse.

Tal vez juntos no eran tan fuertes después de todo.


Entre Versos y Lágrimas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora