Tres

1.7K 102 4
                                    

Antes

«El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tarea de reparar el daño hecho». Shakespeare. Tal vez Thiago no era un sabio después de todo. De todos modos, ¿qué había hecho con su vida en los últimos años? Lamentarse, observar, vivir en agonía, continuar lamentándose.

En ocasiones, se preguntaba si Celeste estaba en su casa como un modo de escape, tal vez se ocultaba de algo o de alguien. Luego, se repetía a sí mismo la irrelevancia de aquello. Estaba claro que Celeste no tenía nada que ver con él, no debía pensar en ella.

Pero cada vez que la veía, se olvidaba de todos aquellos pensamientos. Se deleitaba con su belleza, con sus gestos, con su elegancia el caminar. Y tal vez ella se lo permitía.

Tres semanas. Ella tenía tres semanas junto a él, y no habían hablado. Celeste salía casi todos los días, y llegaba bien entrada la noche.

Tal vez en ese momento él no sentía nada, o se negaba a sentirlo, tal vez no fue amor a primera vista, probablemente a ella ni siquiera le importaban sus cicatrices, ni sus tatuajes, pero pronto lo haría. Ellos estarían en la misma casa por un buen tiempo. Solos.

—¿Cuál es tu problema? —le preguntó Celeste una vez, irrumpiendo en su habitación—. ¿Por qué no sales de aquí? ¿Por qué te escondes? ¿A qué le temes?

Las cejas de Thiago se alzaron hasta el nacimiento de su cabello. Desconocía qué había originado ese frenesí en Celeste. Sin embargo, aún así respondió.

—¿Es que no me ves? —Señaló su rostro, la mitad de él con cicatrices—. Soy un monstruo.

Ella suspiró con tristeza, con desesperanza.

—Los monstruos son ellos, que no pueden ver más allá —dijo—. Ni siquiera tuve que conocerte profundamente para saber lo que estás pensando, lo que estás sintiendo, Thiago. Ahora, sin embargo, tengo mis dudas. ¿En qué clase de mundo vives? ¿La apariencia es lo único que cuenta para ti?

Entre Versos y Lágrimas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora