Él siguió incitándola gradualmente mientras que con el pulgar le rozaba allí mismo, una y otra vez, hasta volver a presionar con su lengua.

Finalmente, abriendo la boca, la cubrió chupándole el clítoris, acariciándolo, excitándolo.

Katniss no se sentía capaz de contener el intenso deseo que se estaba apoderando de su cuerpo.

Arqueó el cuerpo a la vez que sus manos apresaban las sábanas en fuertes puños. Cuando Peeta coló un par de dedos en su interior, no pudo contener un jadeo nervioso.

Se sentía al borde del clímax.

- ¿Estás preparada, cariño?

- Sí - gimió - Por favor

- ¿Lo quieres ahora, cielo?

- Sí, Peeta, lo necesito - rogó ansiosa

Tras un instante, Peeta le chupó con fuerza el clítoris. Un agudo latido le atravesó el vientre con una fuerza desgarradora. Gimió cuando la progresiva necesidad minó su resistencia. Cada músculo de su cuerpo se tensó bajo el azote de la lengua perezosa y obstinada de Peeta.

- Vamos, nena, déjate ir

Peeta daba suaves golpecitos con su lengua en su clítoris inflamado, mientras presionaba con dos dedos profundamente en su interior.

Mientras ella jadeaba, el pulgar de Peeta le rozó el clítoris con suavidad, con sus dedos alojados aún en su interior.

La fricción y la presión la enloquecía inundándola con una doliente necesidad.

No podía pensar ni respirar y se dejó llevar por la electrizante sensación que surcaba su cuerpo.

- Dámelo, nena - la urgió Peeta y estalló con una oleada de placer que la hizo gritar

Su cuerpo se aferró con fuerza a los dedos de Peeta, empapándole la mano con sus jugos.

Lentamente, el clímax fue remitiendo.

Suavemente Peeta retiró los dedos de la presa de su vagina.

Con caricias tiernas y gentiles, volvió a subir por su cuerpo hasta llegar a su rostro satisfecho, con una sonrisa entre tierna y petulante.

- ¿Estás bien, cielo? - preguntó acariciando su rostro con ternura

- No creo que pudiera estar mejor - confesó avergonzada haciéndolo sonreír satisfecho.

Peeta se tumbó a su lado en la cama y tiró de ella para dejarla recostada contra él.

Se ruborizó al sentir la firme erección de él contra su cuerpo.

- Tú no estás bien - murmuró tímida

- Estoy bien - la tranquilizó acariciando su espalda

- No - discutió - No lo estás

- No te preocupes por mí, cielo - dijo y besó su cabeza recostada bajo su mentón - Tu respuesta tan desinhibida me excita mucho, pero estoy bien.

- Quiero hacerte sentir bien - dijo ella mirándolo de frente - Sé que no soy muy buena en esto...

- Eres buenísima en "esto" - le corrigió

- Sé que no lo soy. No tengo experiencia, pero me gustaría que me enseñaras a hacerte sentir tan bien como tú me haces sentir a mí. Tal vez si tu me guiaras...

- Oh, cielo - susurró apretándola contra él -Sólo tenerte aquí junto a mí, me hace sentir bien

- ¿Quieres hacerme el amor? - preguntó vergonzosa

La herederaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora