- ¿Vez? Tan linda que se ve dormida- Susurré con una voz apenas perceptible para los humanos, más bien los humanos no escuchaban el susurro, pero al ser nosotros vampiros teníamos los sentidos desarrollados de una manera espectacular, lo que nos daba una muy buena ventaja para cazar.

Me acerqué a su cama para observarle con detenimiento, sus facciones eran finas, pero su cabeza estaba llena de ollín, hice una mueca al ver a Johann preocupado, me alejé de la cama de la novicia y volví donde Johann se encontraba, justo en la puerta.

- ¿Quieres jugar un poco? - pregunté apuntando a la mujer que le había arrebatado la vida y que yacía durmiendo sin cargo de conciencia alguno.

- No señor, quisiera irme- dijo evadiendo mi tan tentadora propuesta.

- Quisieras, pero no te irás - le aseguré. - Mirala, ella no tiene ni una pizca de culpa en su cuerpo, mientras tú, pareces más afectado por el hecho de intentar vengarte que ella por matarte- lo miré, él correspondía mis miradas tímidamente. -¿No piensas hacer algo al respecto? - negó. - Bien, tú no, pero yo si, nadie, absolutamente nadie tiene derecho a tocar mis pertenencias y mucho menos a dañarlas, mantente en silencio y observa- Susurré alejándome de Johann.

Volví a acercarme a la cama de Melody, acaricié su rostro con delicadeza, lo cual la hizo removerse hasta despertar, dió un salto de la impresión de verme al pie de su cama, Johann seguía en la puerta, su cuerpo yacía invisible gracias a ala oscuridad que la noche nos otorgaba gratuitamente, la única luz que teníamos era la de la ventana que iluminaba lentamente la cama de Melody.

- ¿Qué hace usted aquí señor Einst? - Preguntó tomando las gruesas cobijas tapando su cuerpo con ellas para evitar que yo la vea en bata, para ese entonces eso era como ver a una mujer desnuda.

- Vine a verte preciosa- dije con seguridad, miré sus ojos verdes sin despegar la atención que tenía sobre Johann.

- No creo que sea muy oportuna su visita a estas horas, no está mi padre presente, no debería estar usted aquí- dijo nerviosa.

- Necesitaba hablarte sobre tu propuesta- tomé asiento a su lado, aunque ella se inmutó, justo como lo esperaba.

- Bien, lo escucho- dijo ahora interesada.

- Medité las cosas y he tomado una decisión - la miré de arriba a abajo haciéndola sonrojar.

- Cuál es tu decisión - Ahora me tuteaba y tomaba confianza, genial, disfrutaría jugar con ella.

- Quiero ser tu conde- dije convenciéndola.

- Me parece bien, ahora si me disculpas, tienes que irte, puedes regresar mañana y hablar con mi padre para dar el anuncio formal- sonrió, se veía complacida.

- Me iré... pero con una condición -

- ¿Cuál? -

- Que me dejes besarte- dije acercando mi rostro al de ella.

Con el dorso de mis dedos y mano acaricié sus mejillas, después pase mis dedos sobre sus labios mientras ella cerraba los ojos disfrutándolo, me acerqué mirando atento su reacción.

- Eres tan bella- Susurré sobre sus labios, vi que mordió su labio inferior, esto lo disfrutaría más, pensé en que Malody me haría las cosas más difíciles, tal parece que me había equivocado, Melody era tan armera como las que habitaban en los prostíbulos de mala muerte que exigían pocos centavos por sus servicios precarios, Melody era noble, pero no menos ramera y vulgar.

Tomó mi rostro con sus manos dirigiéndose hacia mi, besó mis labios necesitando de ellos, yo simplemente respondí por inercia, Melody tomaba mi cabello tirando de él, dejé q me besara un poco con mi vista dirigida Johann antes de separarme, ahora la bese yo y la recosté lentamente en su cama, conmigo arriba, me detuve abruptamente sacándola de aquel transe.

Soy un maldito, lo sé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora