Alastor negó levemente con la cabeza y un suspiro salió de los pulmones de casi todos los presentes, en el fondo los huéspedes esperaban que el ciervo no hubiese sido capaz de atacar a la chica pero la reputación del Demonio de la Radio le precedía y conocían lo cambiante que era su humor.

-Alastor... ¿Quién ha sido?- preguntó la chica mientras frotaba su hombro tratando de reconfortarlo pero el ciervo no lo notaba, no era consciente de que la chica lo estaba tocando ni de las miradas de los del cuarto estaban sobre él, en su mente él seguía en el preciso momento en el que había pensado que Raquel se moría entre sus brazos y era incapaz de salvarla.

-¿Quién ha sido?- repitió Lucifer de forma brusca, aunque sus sospechas sobre el ciervo no se habían disipado, ahora que lo observaba con detenimiento se le veía realmente consternado hasta el nivel de la ausencia, sin embargo necesitaba saber quién había sido el que había cometido el acto.

Alastor no abrió la boca a pesar de la pregunta del soberano, siendo sinceros no la había escuchado, solo apreciaba el ritmo constante que tenía la respiración de Raquel mientras se fijaba en como subía y bajaba su pecho. Charlie separó la mano y miró a su padre negando con la cabeza, no iba a preguntarle más, al menos hasta que la chica despertase, no estaba funcionando y sabían que no serviría de nada seguir intentándolo, una vez constatado que él no había sido, por el momento tenían la información suficiente.

Los días pasaron y todos hicieron turnos, todos menos el ciervo quien solo se centró en cambiarle los vendajes a la serafina, nadie más se podía acercar a ella sin que él les lanzase una mirada asesina, en ese momento se encontraba en el sofá agarrando la mano de la chica mientras miraba por el balcón al horizonte, había observado esas vistas múltiples veces en los últimos días y había llegado a hartarse de ellas.

Un quejido salió de la boca de la chica pero el demonio no le dio mucha importancia, desde el día anterior cada par de horas ella producía quejidos o pequeños gruñidos a causa de leves movimientos, en un primer momento pensaron que eso era porque estaba a punto de despertar pero conforme pasaron las horas se dieron cuenta que si bien sí que era una buena señal no indicaba que se estuviese despertando.

Sin embargo en esta ocasión el quejido fue acompañado de un apretón de la mano del demonio, leve pero había sostenido la mano de la chica lo suficiente los últimos días como para saber que era algo nuevo, Alastor apartó la vista del balcón y la centró en la serafina esperando que esta siguiese dando señales de mejora.

Notó otro pequeño apretón y el ciervo se dio cuenta de como el corazón se le aceleraba; aunque trataba de calmarse para evitar decepciones como el día anterior con el quejido, olvidó cualquier tipo de tranquilidad cuando observó como la chica arrugaba la nariz antes de apretar los ojos.

-¿Raquel?- preguntó, su voz sonaba ronca pues llevaba sin hablar desde hacía varios días, sus orejas temblaron nerviosamente y notó como su cola se agitaba, necesitaba que ella despertase.

La serafina abrió un poco los ojos antes de fruncirlos de nuevo y separó los labios levemente, Alastor casi no pudo ni escuchar lo que decía.

-Mucha luz- su voz sonaba débil y algo áspera, el demonio no pudo evitar volver a sonreír al escucharla, con un movimiento de magia cerró las cortinas dejando el cuarto en las tinieblas, pero invocó una pequeña vela al lado de la mesita para que alumbrase a la pareja, la serafina volvió a abrir los ojos lentamente y miró a su alrededor con duda tratando de ubicarse.

-Raquel...- el demonio notó como su voz se rompía mientras trataba de mantener la compostura, la chica giró la cabeza y vio al ciervo mirándola con los ojos muy abiertos, le sonrió suavemente.

-Hola, Al- la serafina observó como las mejillas del demonio se empapaban mientras algunas lágrimas las recorrían y por un segundo pensó que seguía alucinando, no sabía cuanto tiempo había estado inconsciente pues se había sumido en una oscuridad de la cual emergían diferentes tipos de pesadillas a su alrededor que la torturaban, pero Alastor se veía real, su tacto era real y por mucho que le costase asimilarlo, su llanto también.

La serafina (Alastor y tu)Kde žijí příběhy. Začni objevovat