Masacre

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—Había mucha variedad para elegir en esa tienda, chica guardiana. Me gustaron las camelias blancas —me cuenta Melanie acerca de la tienda en donde adquirieron las flores. Se entretiene sentada a mi lado en uno de los sofás de la biblioteca con un batido rosa en la mano—, pero no son mis favoritas. Las camelias rosas son mil veces mejores.

Pierre suspira con cansancio en el sillón de enfrente al escuchar a su amiga, mientras que Jasper ni se inmuta, está tan concentrado en su videojuego que nada del exterior modifica su postura. Melanie lleva media hora hablándome sin detenerse, debe escucharse sus grititos hasta en la planta baja. Sin embargo, no me molesta. Le presto la atención que desea. No olvido que apenas llegué acabé llorando por lo sola que me sentí al visitar este lugar abombado de amistades y grupos.

Valoramos intensamente ciertas cosas que logramos alcanzar cuando las deseamos largas noches con lágrimas en los ojos. Melanie, junto a sus rizos y energía desbordada, es más importante de lo que cree.

—El punto es que no quería camelias, ni blancas ni rosas —prosigue—. Así fue que elegí claveles, ¿adivinas de qué color?

—Rosas —afirmo, y aplaude al respecto.

—Le insistí a Pierre que sea un chico normal y te regale rosas rojas, rosas o blancas. —Le da un sorbo al batido—. Pero es muy terco. No me dejó opinar al respecto porque, según él, «tienen un significado que tú no entiendes». —Le hace burla al chico con voz aguda por estar ofendida.

—No creo que lo haya hecho porque sea terco —respondo, inteligentemente.

Le mantengo la mirada a Pierre y él me sigue el juego. «Un amor espiritual». Debería agradecerle a la abue por darme el significado sin que yo lo exigiese, debió adelantarse a que mi corta sabiduría en jardinería o en regalos florales me acortaría cualquier entendimiento de las intenciones de Pierre.

—No soy una niña. Se lo reclamé —exclama Melanie—, y no lo entiende, no quiso decirme que significan. ¿Puedes creerlo?

—Lleva maldad en la sangre —bromeo. Noto una pequeña sonrisa de Pierre, a diferencia de Melanie, que estalla.

—¿Maldad? Ja, ja. No es malo, es idiota —suelta. Pierre levanta las cejas, llevándose a su vez una mano al corazón—. Sí, sí, mírame así. —Lo apunta—. ¿Desde cuándo no le cuentas cosas a tu mejor amiga?

—Desde que empezó a controlar todo lo que hago —responde.

—Eso no es verdad. —Lleva sus ojos a los míos y añade en voz baja—: No soy entrometida. Yo intento ayudarlo contigo. Si las rosas negras no te gustaban, iba a pasarme la semana refregándole en la cara que tuve razón.

—Eres entrometida —afirma Pierre. Melanie toma un almohadón decorativo y se lo lanza a la cara, queda en obviedad mencionar que jamás le llega a la cara.

—Entonces —prosigue ella—, el punto es, soy una excelente amiga. Pierre no sabe valorarlo.

—Lo que no valoro son tus consejos de películas que no existen, no a ti.

—El amor de película no existe porque la sociedad cree que es imposible y no lo intenta, no porque realmente no sea posible —chilla Melanie con los brazos cruzados.

El ruido de la puerta principal resuena en el ambiente y el silencio se apodera de la planta baja, lo que nos desconcierta. Hay silencio cuando algo importante sucede, no hay más opciones para callar a los presentes. Los tres fruncimos el ceño al mismo instante. Nos ponemos de pie y corremos sin provocar escandalo a la baranda circular para asomarnos a chequear a qué se debe el impacto.

¿Quién más que Pierre tiene la habilidad de robarse toda la atención posible?

¿Quién es capaz de cortar el aire con un cuchillo?

OSCURO GÉNESISWhere stories live. Discover now