Ni aunque quisiera...

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—¿Esta vez tu mamá no va a gritarte por entrar aquí? —me dice apenas cruzamos el umbral de la puerta de la gigante mansión Drákon.

Me rio al respecto y niego con la cabeza.

El ambiente interior de la estancia está iluminado por los rayos tenues de sol. La sala está ordenada y en la mesa de cristal reposan unas velas blancas que desprenden un rico aroma a coco y vainilla sin ni siquiera estar encendidas.

Pierre lanza las llaves en la encimera de la entrada y camina hacía la cocina.

—¿Quieres comer o tomar algo?

—Un vaso de agua, por favor. —La caminata, a pesar de haber sido corta, con pocas calles, me agotó. Necesito refrescar un poco mi garganta.

Lo sigo a la cocina con Oliver detrás. Saca dos vasos de vidrio de las estanterías altas y sirve agua con algunos trozos de hielo en ambos para luego ofrecerme uno.

—Gracias —murmuro, a lo que me guiña un ojo.

Se acaba el agua más rápido de lo que yo soy capaz, en medio del silencio, y me mira con intriga mientras tanto. Una intriga que no oculta.

—¿En qué estás pensando? —formulo, divertida, antes de darle un trago a la bebida.

—En que aún no has recorrido la planta alta. Melanie insistió el primer día y jamás le hicimos caso.

—Cierto, no me la han enseñado.

—¿Quieres ir a mi...?

—¿Habitación? —completo por él.

Le robo una sonrisa cuando baja la mirada y afirma con la cabeza.

—Si tú quieres llevarme, no me niego —respondo.

Cuando acabo mi vaso de agua, me hace una seña y juntos subimos las escaleras que posan a la derecha de la entrada. Un entusiasmo inusual me recorre el pecho al pisar cada escalón, al sentir el roce de la baranda fría en mis dedos. Algo nuevo. Me gusta lo nuevo a pesar de lo mucho que puede aterrarme.

Cuando la escalera se termina, puedo divisar todo el salón desde lo alto; es hermoso.

Caminamos por el pasillo alfombrado, en donde cada puertita con la que me cruzo me genera curiosidad, hasta detenernos en una específica. Es igual al resto, pero algo me dice que es más importante y llamativa.

—Es acá —suelta con la mano sobre el picaporte—. Es innecesariamente extravagante, pero no me quejo. Yo me peleé por ella apenas nos mudamos. Y, como verás, la gané.

—¿La ganaste?

—En una carrera de vuelo.

Empuja la puerta. Y sí que es innecesariamente extravagante. Mierda, es gigante. Pisos brillantes de mármol se presentan ante mí, con el reflejo de la lámpara de araña que cuelga del techo, la cual acaba de encender. La cama está al final, contra la pared, y es tan alta y grande que la considero demasiado solo para Pierre. Una alfombra roja gruesa se sitúa a cada costado, junto a mesas de noche negras.

Todo se simplifica a una combinación de negro, rojo oscuro y mármol blanco por donde mires. Hay estanterías repletas de libros bien ordenados, un sofá lleno de almohadones en el centro, junto a una pequeña mesa vidriada similar a la que se sitúa en la sala.

No está excesivamente decorada, es simple y espaciosa, de todos modos no me alcanzan las palabras para reaccionar, así que me quedo boquiabierta mientras me deslumbro con el entorno. Huele a perfume caro, a muchos perfumes caros mezclados.

Avanzo entre los muebles para mirar de cerca los adornos, y Oliver se abalanza sobre las alfombras. Le encantan, es adicto a ellas desde que lo conozco.

OSCURO GÉNESISWhere stories live. Discover now