Despejando la borrosa incertidumbre

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Revuelvo mi desayuno en el plato, no tengo hambre. Observo, tiesa, como juego con el huevo revuelto. No sé qué es lo que siento, que es lo que quiero y que es lo que voy a hacer a partir de ahora. Estoy confundida, cansada e indecisa por los caminos que se me presentan enfrente, los cuales de por sí ya son pocos.

Pienso en llamar a papá para poder entablar una charla al menos con alguien que me haga sentir un poco mejor, pero no voy a contarle sobre Pierre aún. No quiero. No quiero seguir enseñándole lo bajo que estoy cayendo este verano cuando el plan era subir a las nubes, volar allá arriba.

Espero encontrar una respuesta a todo de una vez, cerrar el tema y estar tan decidida a no volver a abrirlo. Me estresa no conseguir lo que deseo, es un hecho constante en mi vida; no me detengo fácilmente luego de que me hayan revolcado en desgracias. Sin embargo, esta vez es distinto. Me siento acorralada, en peligro, y tan descubierta que ni la daga que está escondida en mi habitación me sirve de consuelo.

Tengo miedo por mamá, por la abuela..., por mí misma.

No estoy al tanto de lo que pueda pasar en un futuro, y nadie quiere cooperar tampoco. Si supiera la verdad, sea cruel o no, podría decidir con más precisión como actuar, como proseguir. No puedo olvidar la sangre de Jasper, la energía de Colin y las armas de colección.

Ahora lo único que tengo es un arma, que ni siquiera se usar, para evitar que me maten, y una familia que no se percata de lo que realmente oculta cada persona con la que se cruzan allá afuera. No tienen idea que están tambaleando en una cuerda floja.

Pongo mi plato en el piso para que Oliver se coma las sobras de mi desayuno. O sea para que se lo coma completo, porque no lo he probado. A su vez la abuela Mar entra por la puerta del jardín con un par de flores en la mano para colocar en el florero de la sala y su fresco vestido de flores que combina a la perfección con su pelo claro.

—¿Por qué le estás dando tu desayuno al perro? —pregunta cuando ve a Oli lengüeteando el plato.

—No tengo hambre.

No me gusta contestar tan cortante, pero, por más que me esfuerce, no logro que las palabras salgan como la animada Bridget las dice. No estoy bien, y no puedo ir por la vida ocultando mis decaídas.

La abuela da un suspiro al dejar las flores en la mesada y se acerca para sentarse en frente de mí.

—¿Qué pasa, querida? —indaga con su tono consolador de siempre—. Puedes contármelo, ¿sabes?

—Lo sé... Es complicado, no te preocupes por mí.

—¿Cómo no voy a preocuparme? —Toma mis manos por encima de la mesa y las acaricia con una sonrisa—. Estás así por Pierre, ¿verdad?

Afirmo con la cabeza.

—Puede que sí.

—¿Sí o no?

Bajo la mirada al no encontrar respuesta. Sí, el nombre de Pierre está escrito en la mitad de pensamientos que me lanzaron en picada, pero la realidad es que él rebalsó el vaso que ya estaba por rebalsar. No todo recae especialmente en él, no puedo mentirme a mí misma echándole la culpa al exterior; hay mucho más detrás.

—Sí y no, ambas a su vez —contesto, indecisa.

Se acomoda en su silla y me mira de la misma forma que lo hizo cuando me contó sobre la biblioteca el segundo día en la sala. Va a decirme algo importante, o que ella cree importante, y no me sorprendo. Ha demostrado que le tiene un cierto cariño a Pierre que ignoro de dónde ha salido, un cariño que no me va a dejarme alejar fácil de él o mantenerme enojada por demasiado tiempo.

OSCURO GÉNESISWhere stories live. Discover now