Desangrando en las oscuridad

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Doy vueltas en mi habitación, no puedo dormirme. De vez en cuando me atraviesa un insomnio insoportable. Sé que he estado muy nerviosa, algo asustada y con miles de pensamientos desordenándome la cabeza, por lo que no me alarmo.

Tengo que calmarme, lo sé perfectamente, pero no tengo idea en qué momento tomarme un suspiro. Según mi yo de hace dos meses atrás, este viaje sería mi mayor descarga de estrés, y está sucediendo todo lo contrario. ¿Quién iba a suponer que la abuela se iba a mudar, acabando en Shungit?

Bajé hace un rato para buscar un vaso de leche tibia. Mamá siempre dice que funciona muy bien, ella ha tenido demasiado insomnio en la época de separación con papá y tiene algunos trucos para sobrellevarlo. Aunque no parece estar sirviéndome demasiado, estoy más energizada que hace una hora atrás.

Tomo mi celular para ver la hora. Son la una de la madrugada y yo aún despierta; me desespera un poco. Pienso en hablar con papá, y me arrepiento de inmediato al buscar su contacto, supongo que él sí debe estar durmiendo. No voy a interrumpir su sueño porque me haya encaprichado en no aburrirme, como tampoco despertaré a Oli para que me haga compañía.

Paso unos minutos deslizando video tras video en las redes sociales. Gatitos comiendo, gatitos asustándose, gatitos en el parque... Levanto la vista de la pantalla cuando los pelos se me ponen de punta y la piedra del collar que me dejó el abuelo Nick comienza a brillar. Destellos de color celeste iluminan la zona en donde está apoyado. En mi mesa de luz, exactamente.

Lo grabo arrebatadamente, porque es mi única oportunidad de dejar registro de eso y que nadie pueda llamarme loca si decido contarlo. No aparto la vista ni un segundo, necesito saber que más hace, por qué lo hace y si va a detenerse o no.

Cuando creo que va a quedarse un largo rato así, el resto de la habitación se enciende del mismo color. Me volteo muy sigilosamente y me encuentro al mural generando la misma luz del día en que lo toqué. También lo grabo.

Tengo miedo. Podría salir corriendo a la habitación de mamá para pedirle ayuda, pero soy mayorcita a estas alturas, puedo solucionar esto sola. Se supone...

¿A quién le miento? Siento que pueden pasar cientos de cosas aquí y ahora, así que doy unos pasos atrás. Me alejo por si acaso, no tengo idea de qué clase de poder o magia se trata esto. ¿Y si es magia negra? ¿Y si la casa está embrujada? O el pueblo entero.

Casi pego un salto cuando un golpe proveniente de afuera inunda mis oídos. Acabo temblando, el corazón me golpea fuertemente el pecho. Doy unos pasos hacia la ventana luego de dejar mi celular sobre la cama, y me asomo muy lentamente. Dudo al buscar con la mirada al culpable de esos ruidos que ahora pasaron a ser gruñidos grotescos. Enfoco mis ojos en la acera de enfrente, hay una persona...

Jasper.

Es Jasper, logro ver su pelo azul alumbrado por las altas luces blancas. Pero algo le pasa; está sentado en el suelo, apoyado contra el tronco de un árbol grueso, con una mano sobre el costado de su abdomen. Está sangrando, y mucho. Un charco de líquido rojo se esparce por el asfalto, dejando un camino largo de gotas espesas (el cual debió haber recorrido hasta desplomarse ahí).

Me desespero a pesar de no poder moverme. No sé qué hacer. Me quedo viéndolo con atención, con todas mis alarmas disparadas pero paralizadas a la vez. «¡Reacciona!», me grita mi cabeza.

—Mierda, mierda, mierda —susurro mientras corro hacia mi celular y comienzo a marcar el número de Pierre que tengo ya memorizado por tanto admirar el papel que me entregó. No sé a quién acudir, él es mi única opción, además que es el propio amigo del accidentado.

Espero que atienda mientras me vuelvo a la ventana. Hay más sangre. Me pregunto cómo carajos le pasó eso, o quien se le hizo, y me aterra saberlo.

—Hola —digo con voz temblorosa cuando atiende.

OSCURO GÉNESISWhere stories live. Discover now