Enfrentarse a la realidad de ir despacio

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No necesitas ser inteligente para ser poderoso e imponente.

Colin no lo necesita, nunca lo necesitó. Lo subestimé, debo admitirlo sin pretextos. Estuvo ahí desde el inicio, en cada susurro, en cada actitud confrontadora, en cada muestra de dominio sobre mí con su energía o estrategia para dirigirme en silencio hacia su trampa. Creí que lo tenía controlado, cuando la cosa era al revés.

Yo era la nueva chica de Shungit y Colin me quería junto a su grupo oscuro para tener más aliados en sus manos; pero hay algo que él ignoraba... Yo soy la guardiana sorpresa que iba escondida entre las suposiciones de los pueblerinos. Ahí estaba desde que mis abuelos decidieron heredar el Ónix a otra generación de protectores, con la diferencia de que mi llegada estaba imprevista.

Entonces los planes de Colin se machacaron crecientemente. Bueno, esta chica no lo siguió como un perro faldero. Y no afirmo que sea solo trabajo mío, más bien fue consecuencia de haber conocido a Pierre, Melanie y Jasper; agregando también las advertencias de la abuela.

Es totalmente cierto y obvio que la abue no me hubiese dejado caer en manos de los dragones negros, de todas formas. Pero, para mi fortuna, conocí a los tres chicos que fueron mi salvavidas a pesar de mi creencia de tener todo bajo control con respecto al rubiecito.

Y claro que no tenía todo bajo control. No lo tengo ni siquiera ahora. O, mejor dicho, mucho menos ahora.

—Mira este, Brid. ¿Te gusta? —Escucho la voz de mamá a mis espaldas. Sin embargo, sigo sumergida en mis pensamientos y en la maldita ansiedad. No contesto, así que vuelve a insistir—: Hija, mira.

Me volteo inconscientemente, enterándome que seguimos en la tienda de ropa a la que mamá me obligó venir para despejarme y salir de casa. Lamentablemente no está funcionando, sigo clavada a cualquier idea repentina que quiera sacarme de la realidad.

Tiene en la mano un vestido violeta oscuro, brillante y largo.

—Dime que te parece. ¿Me lo pruebo?

—¡Obviamente! —suelta la abue, que se aleja de donde cuelgan todos los vestidos más caros para acercarse a analizar de cerca el que mamá eligió.

—Sí, má —contesto—. Pruébatelo.

No es que necesite un vestido, pero mamá compra algunos cuando quiere darse el gusto. Le quedan espectaculares, cada uno de los que adquiere son hermosos; tiene una fina colección. Por ende se alegró mucho cuando la abuela le enseñó esta tienda, completamente forrada de calidad en un callejón del pueblo.

—Ok, ok, espérenme aquí. —Corre y se encierra en un probador. La empleada que nos atiende le sonríe con amabilidad cuando detecta su emoción apresurada.

—¿Por qué no miras algún vestido para ti? Se ven preciosos —me dice la abue—. Elige el que quieras, yo te lo compro.

Afirmo, aunque sé que no querré ninguno y mucho menos tendré ganas de probarme opciones para quedarme con el que más me apetezca. Pero, de igual manera, miro todos los vestidos, haciéndole creer a Marjorie que al menos lo intenté.

Son demasiado bonitos. Muy elegantes para mí; quizá usaría uno así en una fiesta, aunque luego acabaría guardado en el fondo del armario de por vida. Encuentro uno color verde esmeralda, más sutil y fresco, el cual acaricio con los dedos para sentir la suave tela. Lo consideraría como opción algún otro día, pero justamente hoy no.

Enseguida Pierre se me viene a la mente. El color del vestido, de ese tono verde calmo y destellante a su vez, me recuerda concretamente a los ojos cristalinos de Pierre; precisamente en los momentos en los que me mira con tanta paciencia y deseo.

OSCURO GÉNESISWhere stories live. Discover now