Mi más profundo deseo

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Recorremos el camino rodeado de florecitas de la entrada y bajamos el paso antes de llegar a la puerta. Lo más probable es que ahora Pierre se despida y vuelva a la Estancia Drákon o, quien sabe, a empeorar la situación (según yo, ya solucionada) con Colin.

Pero no quiero. No quiero que se vaya, no cuando me arriesgué a otra escena caótica de mamá solo para salir a buscarlo a él. Y tampoco creo que quiera irse, así sin más. Estamos hablando de Pierre, no me suelta tan fácilmente.

Por lo tanto, abro la puerta unos centímetros y chequeo que la sala esté completamente vacía, sin señal de mamá en ningún rincón. No la oigo, ni a ella ni a la abue, pero me topo con la angelical carita de Oliver. Está recostado en el sofá y mueve la cola con la velocidad de las hélices de un helicóptero.

Le tiro un beso a mi perro y me vuelvo para hacerle un par de señas a Pierre que se traducirían a un: «subes las escaleras rápido o todo se va al carajo».

—¿Qué? —susurra cuando capta mis intenciones—. No puedo entrar.

—Sí puedes y vas a hacerlo.

Lo duda. Me mantiene la mirada unos segundos, segundos que batallo en su contra. Y acaba aceptando, porque acabo ganando. Da un paso adentro a la vez que sigilosamente vuelvo a cerrar la puerta a su espalda.

Lo tomo de la mano sin mirar atrás, sin perder mayor tiempo, y nos apuramos a volar por las escaleras de cristal. Intentamos hacer el menor ruido posible, movernos con sigilo y no perder la atención en nuestro alrededor, hasta que nos encerramos en mi habitación.

Inhalo una bocanada de aire, la suelto, y me paso las manos por la cara una vez dentro. Cuando me volteo, encuentro a Pierre con la espalda apoyada en la puerta luego de haberla cerrado. Se ríe del proceso que estoy atravesando para bajar la adrenalina.

Para él pude haber sido absurdo, pero para mí conllevó mucho peligro atravesar la planta baja y llegar a la planta alta en treinta segundos sin ser vistos cuando tengo un castigo encima que lo arruinaría todo si se enteran que lo rompí.

Dejo de pasear la mirada por la habitación para clavarla en sus ojos. Un calor mezclado con un choque de frio me sube por la espalda al apreciar sus mechones de pelos oscuros desordenados, sus impecables piercings plateados, toda su contextura relajada sobre la puerta.

Todo su ser me envuelve, me come, sin realmente hacerlo. Se acerca sin borrar la sonrisa. Siento que de repente la habitación se ha vuelto más chica, nos encierra cada vez más, e igualmente le sigo el juego. Me animo a arrimarme a su cuerpo. ¿Por qué? Porque me llama a hacerlo, muy en lo profundo me busca y yo lo busco a él.

Intento descifrar que es lo que pretende, él intenta descifrar por qué nos encerré en mi habitación. Y no tengo una respuesta lógica para eso, simplemente lo quiero aquí conmigo.

Un escalofrío me arrasa cada rincón del cuerpo, tal y como sucedió en el primer intercambio. Entonces entiendo que es eso lo que quiere, un intercambio de energía. Lo está provocando, yo no sé cómo iniciarlo. Lo anhela desde que me sacó de las manos de Colin hace una media hora atrás, desde que supo que podría volver a verme sin que sea desde la ventana de mi habitación.

Sus manos se posan en mi cintura y un deja vú me llega cuando me arrastra hasta él. Su contacto me toma de sorpresa, pero me preparo para lo que prosigue con algo de entusiasmo.

Los collares se elevan en el aire y la típica luz azul que tan memorizada llevo pinta todo el ambiente. Mi respiración se acelera, aunque esta vez le quito el temor, me dejo regularla. Siento que el corazón se me va a salir del pecho.

Y, de golpe, la energía de Pierre me atraviesa como una flecha de cupido. Corre por mi interior, salvajemente, con ese especial toque que él alberga en cada sonrisa provocativa, en cada fría palabra que esconde una gran calidez, en cada mirada que me deja al descubierto. Me recarga, me hace sentir... viva.

OSCURO GÉNESISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora