Donas, pelo azul y rizos

601 87 23
                                    

—Entonces, ¿no encontraste ningún libro que te dé una mano al respecto?

—No, ninguno. Revisé casi toda la estantería, pero no hay nada interesante.

Estoy hablando con papá por llamada, dándole una respuesta a la última charla que tuvimos en la que quedó pendiente rebuscar en la biblioteca, mientras camino hacia el pueblo. Ignoré lo cobarde que estaba siendo y me animé a ir una vez más a la tienda de donas y café, obviamente acompañada por Oliver. No puedo mantenerme encerrada en casa los tres meses de verano.

—¿Ya buscaste en Google? —sigue indagando—. Puede que encuentres más información ahí.

—Busqué el primer día, y también fracasé. —Aprieto los labios. Ya no tengo muchas opciones, solo insistir en preguntar hasta sacar algo más de cualquier persona de este lugar.

—¿Has vuelto a hablar con Marjorie?

—Algo así. Hace dos días atrás me entregó un collar que el abuelo Nick dejó hace años. Tiene una piedra blanca colgando, al igual que el mural que está en mi habitación; lo cual no me parece en absoluto una casuali...

—¿Qué mural? —me interrumpe.

Recuerdo que no se lo he contado, y que tampoco quiero. Hasta ahora, la única que sabe de ese extraño suceso, puedo llegar a decir que es la abuela. Tampoco estoy cien por ciento segura, parecía saberlo al menos por la mirada que me regaló.

—Larga historia, pero tiene que ver con una pintura que está en la pared de mi habitación. Ambas piedras están conectadas... —Pienso con cansancio—. O eso creo, no lo sé, pá. Estoy más perdida que antes.

Hay un silencio largo en el que pienso que ha cortado, pero sigo escuchando su respiración relajada, entonces me doy cuenta que está analizando parte por parte lo que le he brindado de datos.

—No entiendo, Brid. Prácticamente ninguna pista se entrelaza con ninguna otra, solo ese collar y el supuesto mural. Además, no vas a negarme que parezca una película de misterio con Sherlock Holmes de detective.

—¿Una película? —Noto por donde va, no cree que lo que esté sucediéndome vaya en serio. Si tan solo le contara los hechos completos y no por la mitad, quizá entendiera de otro punto la situación.

—Claro, tú eres la detective —responde con tono de payaso de fiestas de cumpleaños infantiles.

Pongo los ojos en blanco.

Algo en lo que tiene razón es en que los chicos, la biblioteca, sus actitudes, el mural, el collar, la gente y sus otros collares, incluso Pierre no se entrelazan casi para nada entre sí. Quizá todos sean raros, con complejo de persona egocéntrica, se crean poderosos y usen piedras colgadas del cuello por alguna tradición.

Pero no, no me parece que sea tan simple. Para mí nada es tan simple. Y menos cuando una luz celeste me quemó la mano.

—Ahora voy a comprar algo para desayunar. Te llamo si algo más interesante pasa, ¿sí? —digo a pesar de que no quiero despedirme ni cortar la llamada. Me cuesta cortar el teléfono cuando se trata de papá.

—Está bien. Ten muchísimo cuidado, hija.

—Sí, sí, lo tendré.

—En serio. Ten cuidado ahí afuera —vuelve a insistir con el típico tono de papá protector.

Lo entiendo, su hija está en medio de un pueblo extraño de Canadá, asustada, llevando a cabo una investigación que no estaba en absoluto en sus planes de verano. No se lo ha dicho a su madre, su abuela sabe cosas y no las dice, y tiene nuevos amigos todavía más raros. O, al menos, esa es la información que le he brindado a papá. No le he contado de Pierre, ni las actitudes de Colin, ni la luz, ni el poder que siento en todos los que toco.

OSCURO GÉNESISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora