Sálvame

505 84 17
                                    

Las palabras me atraviesan como espadas y siento unas repentinas náuseas. «Durante años...» ¿Años? ¿Pierre esperó mi llegada a este pueblo?

Miro el collar, luego lo vuelvo a mirar a él, y todo se vuelve aún más borroso. Estoy conectada a través de una piedra poderosa a ese chico de ojos verdes, pelinegro, con sonrisa hipnotizante, quien lo único que ha hecho desde que llegué ha sido querer protegerme de algo que no estaba enterada. Hasta hoy.

—Cuando llegaste —prosigue—, me prometí comprobar cuál era tu propósito en Shungit. Sabía que tenías algo que ver conmigo, porque eres la nieta de Marjorie, y porque lo sentía cuando te tenía cerca. Irradias una energía distinta al resto.

—¿Y cómo lo supiste? —indago lentamente.

—Porque tienes la misma piedra que yo, y nadie en este lugar tiene una igual.

Lo supuse cuando la vi colgada de su cuello. Se robó mi atención de un tirón desde el primer instante. No había encontrado ninguna que se le parezca en todo el pueblo, mucho menos una de color blanco como la nuestra. Suelen ser azules o anaranjadas, lo que significa que estas son importantes.

Siento que mis manos comienzan a temblar, lo hacen demasiado seguido desde que llegué. Me avergüenzo un poco e intento ocultarlas detrás de mi espalda, pero Pierre las toma y acaricia suavemente sin quitarme los ojos de encima.

—Calma... —menciona en voz baja. No hay chances de que Pierre no fracase intentando calmar mis nervios. Él produce la mitad, él es la razón mayor de ellos.

—¡No puedo estar tranquila! Tengo miedo, Pierre. ¿Qué parte de que todo esto es completamente nuevo para mí no entiendes?

Podría alejarme, salir corriendo, tomar mis cosas de la casa y volver volando a Toronto. Sin embargo... no puedo, en el fondo no quiero, y muchos menos cuando el chico que tengo enfrente lleva esperando mi presencia hace un tiempo largo.

—Te entiendo mejor que nadie, no mentí cuando te lo dije —contesta sin dudar ni una letra—. Yo estuve en tu lugar. También me sentí así de perdido e inseguro, y no tuve a alguien que me explicara las cosas paso a paso.

—Claro, es que tú explicas las cosas muy bien —suelto con sarcasmo.

—Te cuento más de lo que debería, Brid.

—¿Ah, sí? Porque no parece que quisieras que me entere de lo que realmente sucede.

—Es lo único que deseo, que lo sepas todo, contártelo todo. —Niega levemente con la cabeza—. Pero no puedo hacerlo aún.

Me enoja, y tanto que sería capaz de gritarle en la cara de nuevo si no recordara lo mal que me sentí luego de hacerlo la primera vez. Entonces lo recuerdo hace diez minutos cerca de mí, ambos brillando por las azules luces, sintiendo explosiones internas que nunca había sentido, y me pregunto si en verdad deseo tirar la toalla sobre el asunto.

Quizá no quiera perder esta oportunidad con Pierre.

—Entonces tú y yo podemos hacer... —comienzo a relatar y hago un círculo en el aire con las manos— eso. ¿Cuándo queramos?

—Cuando queramos —afirma—. Mientras ambos tengamos los collares que dan lugar a nuestra conexión, podemos intercambiar energía.

Doy un suspiro. Estoy atónita, y no sé si para bien o para mal. Me resulta interesante poder repetir el intercambio de energía cuando se nos plazca. A ver, es tan fascinante que puede llegar a ser adictivo. Y ahí entra lo «atónita para mal». Una sola vez me alcanzó para saber que quiero volver a repetirlo.

—Y ¿cuál es el punto de ese intercambio? —quiero saber—. ¿Qué logramos?

—Conectarnos, que nuestro poder crezca a niveles que ni te imaginas.

OSCURO GÉNESISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora