As bajo la manga

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—Ahora agregas un poco de leche y enciendes la licuadora —exclama, obligándome a dar el paso final.

—¿Solo eso?

—Sí, querida. No porque sea exquisito tiene que conllevar demasiado trabajo.

La abuela está enseñándome a hacer un batido de frutos rojos que usualmente el abuelo Nick preparaba en los fines de semana de verano para refrescar la garganta. La receta ha quedado muy presente en la familia, pero siempre fue un secreto bien guardado. «El famoso batido rojizo»; al fin estoy aprendiendo a hacerlo. Parecía complejo, al fin y al cabo es un juego entre el azúcar, las proporciones y las frutas de cada tipo. Simple, efímero, pero una viva leyenda.

La licuadora se apaga después de unos minutos, y el espeso líquido se desliza por el recipiente cuando la abuela lo vierte en un vaso de vidrio con forma irregular.

—Pruébalo —me indica.

Examino el vaso; tanto el color como la textura es idéntica al batido que estoy acostumbrada a tomar. Quizá si me haya quedado similar. Doy unos sorbos, los recuerdos me llenan el corazón. Esta bebida es la imagen del abuelo, él la creó, es de su propiedad, indirectamente.

—¿Y qué tal? —pregunta mientras observa cómo me deleito.

—Me quedó espectacular.

Aplaude con emoción y busca otro vaso para también servirse un poco. Por mi parte me apoyo contra la isla del centro, terminándome el batido.

—Con que Pierre estuvo en casa esta semana —suelta de repente.

—Cierto... ¿Cómo sabes tú eso? —contesto adrede, con un solo fin: que lo acepte por su cuenta.

—Yo lo sé todo.

Y ahí está.

—Mmm, ya me di cuenta. —Pongo los ojos en blanco.

—Me hubiese gustado saludarlo, pero lo encerraste en tu habitación toda la tarde. Y, claro, no quería interrumpir.

—Hiciste bien.

Me sonríe con picardía hasta que logra lanzarme a la misma emoción que ella, así que acabo sonriendo también.

—Pierre me contó que el mural tiene la energía dragón esperando por mí —le cuento. Oliver entra por la puerta y se acerca. Le acaricio la cabeza antes de que salga al jardín a correr.

—Ahí está para ti, hace años. Tu abuelo la dejó.

—¿El abuelo? —Frunzo el ceño—. ¿El mural no venía incluido en la casa?

—Oh, deja de creer las mentiras que te conté en un inicio, sabes que fueron parte de la distracción. El mural lo pintó tu abuelo con sus propias manos.

Toma con una mano el recipiente en el que queda batido y lo eleva en el aire. La luz lo atraviesa, haciendo que se vea mucho más rosado y que las burbujas destaquen.

—Nick ha dejado muchas cosas a tú espera antes de irse —continua—. ¿Qué piensas cuando ves este batido?

—Que es importante, nostálgico y me trae miles de recuerdos de cuando era niña.

—¿Lo has visto en otro sitio? ¿En Internet?

—Nunca.

—Tal vez sea insignificante para muchos, sin contar el tentador sabor, pero para ti es parte del abuelo. —Vuelve el recipiente a la mesada—. Lo mismo pasa con el mural. Tu mural.

—Mío... —susurro para mí misma y devuelvo el vaso que tengo en mano a la mesada.

—Cuando decidimos que Pierre sería uno de los guardianes, yo fui la encargada de heredarle mi fuente de poder, gracias a que fue mi responsabilidad su decisión de convertirse en dragón de niño.

OSCURO GÉNESISWo Geschichten leben. Entdecke jetzt