La chica quiere ir al bosque

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No estoy segura si me gusta el hecho de no tener rutina, horarios u obligaciones. Se supone que tendría que sentirme sin presiones, pero estoy más pendiente a lo descolocado que es no tener una estructura que seguir. Me siento incompleta sin llevar a cabo miles de actividades por día. Pienso que esto me sucede por la rutina de ciudad, o por mi exigencia. Ambas son totalmente válidas.

Me he levantado hace un rato, pero aún no he salido de mi habitación. Le doy comida a Oliver como todas las mañanas y vierto lo que queda de mi botella de agua en su otro plato vacío.

—Buen día amigo —le digo apenas para las orejas al escuchar el pienso caer en el metal del recipiente—. Ya tienes que levantarte.

Mueve la cola y corre hacia su comida enseguida. Yo, mientras tanto, me hago un rodete en el pelo bastante apurado y me dirijo al comedor, donde la abuela esta desayunando waffles y café.

—Hola, querida. ¿Qué tal dormiste? —me pregunta apenas me ve entrar con mi mayor cara de dormida.

Le sonrío, y más al notar que lleva puesto el vestido floral que le regalé para la navidad pasada. Me encargué de que el paquete llegase justo a tiempo para la fecha. Recuerdo que me llamó a medianoche, de inmediato al abrirlo. Tenía una emoción desbordada que me hizo extrañarla aún más.

—Hola, abue. Muy bien, la cama es demasiado cómoda —le contesto sentándome enfrente de ella en la mesa—. ¿Tú dormiste bien?

—Excelente. Me siento magnifica.

—Eso es muy bueno. —Tomo un waffle y lo preparo en mi plato con algunos frutos rojos—. ¿Puedo saber por qué?

—Porque mis dos niñas favoritas están en casa. No puedo estar más contenta y agradecida.

—Abue... —suelto con un tono cariñoso. Aún no puedo creer el avance que ha tenido desde que el abuelo se fue. Su esencia volvió a ser la misma luego de mucho esfuerzo, incluso más viva y contenta—. Nosotras también nos sentimos así por estar contigo. Además, es una casa genial.

—¿Verdad que si?

—Claro que si —afirmo mirando a mi alrededor—. Aunque, no creo que a mamá le guste mucho que le digas «niña». —Me río.

—¿Cómo qué no? —Se hace la ofendida—. Si ella sigue siendo mi niña, y siempre lo será.

Ambas nos reímos, y escucho como retumban las patitas de Oliver bajando por las escaleras. Corre hasta la sala, buscándome en un terreno completamente nuevo, así que le grito:

—¡Oli, ven acá!

Enseguida sigue mi voz y aparece por la puerta.

—Que inteligente muchacho —le dice la abuela cuando él se le acerca para que lo acaricie.

—Excepto cuando se hace el tonto para que le dé algo que quiere. —Niego con la cabeza poniendo los ojos en blanco.

—Tiene sus estrategias.

—Uff, unas cuantas.

La abuela se voltea para mirar por los impecables ventanales, y suelta:

—¿Por qué no lo sacas al jardín?

Olvidé que hay jardín, que Oli lo necesita, y que no lo he sacado en lo que va de la mañana y la noche anterior. Él está muy acostumbrado a salir tres veces por día, de las cuales solo ha salido una hasta ahora. Así que me pongo de pie rápidamente.

—¿Por qué esa cara? —pregunta entre risas.

—Porque pasé por alto el jardín. —Ni siquiera salí a explorarlo el día de ayer, eso que desde adentro ya se ve hermoso y llamó mi atención la primera vez.

OSCURO GÉNESISDove le storie prendono vita. Scoprilo ora