XXXI

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El abrazo, pleno de consuelo y ternura, no buscaba más que aliviar su dolor. Para el castaño, verla llorar desgarraba su corazón con cada sollozo. Cada lágrima caída resonaba como un eco de impotencia en su interior.

Con suavidad, acariciaba su cabello, anhelando que esos gestos pudieran traer algún alivio. A pesar de sus esfuerzos, parecía que no lograba detener el flujo de lágrimas que brotaban de sus ojos. La incertidumbre llenaba el espacio entre ellos. ¿Qué había sucedido? ¿Cuál era la causa de su sufrimiento?

— Tranquila, Martina — murmuró Danilo, mirando hacia el techo mientras intentaba contener sus propias emociones —. Ya pasó... Estoy acá para lo que necesites. No sé qué te pasó, pero quiero ayudarte a sentirte mejor. No estás sola, ¿entendés? —susurró con voz tranquila, buscando calmarla.

Con gestos cariñosos y palabras amables, Danilo intentó distraerla de los pensamientos oscuros que la atormentaban, ofreciéndole su apoyo incondicional. Aunque desconocía la causa exacta de su dolor, estaba decidido a ser el ancla que la mantuviera a flote en medio de la tormenta emocional que atravesaba.

— Ese pelotudo —susurró ella con rabia—. No sabes las cosas que dijo de mi vieja —.

— No me tenés que contar si no querés —murmuró él, tratando de calmarla —. Mejor enfócate en tu respiración, me asusta ver lo que te está costando —.

— Me dijo que era una puta — continuó ella, y la mueca de Danilo cambió por completo —. Me gritó en medio de la calle que era igual a ella, una zorra que se acostaba con el primer boludo que le daba bola —.

— ¿Te dijo eso a vos? — preguntó, tensando su mandíbula —. Permitime, pero tu viejo es un pelotudo —.

— No me importa lo que él diga de mí — continuó la pelirroja —. Lo que odié fue cómo describía a mi madre, la tachó de infiel, dijo que ella lo gorreó, nada que ver —.

Las lágrimas seguían fluyendo, y Martina decidió abrir su corazón a Danilo, compartiendo más de lo que había sucedido. Entre sollozos, reveló detalles del cruel encuentro en la calle y las palabras hirientes de su padre.

— Dijo que mi mamá arruinó su vida y que yo era igual a ella — confesó entre lágrimas —. Que nosotras dos éramos una maldita carga, que si no fuera por nosotras, él sería feliz —.

Danilo sintió una mezcla de furia y tristeza al escuchar las palabras de Martina. La impotencia lo envolvía, pero también crecía dentro de él la determinación de enfrentar a ese hombre y proteger a Martina de cualquier manera posible.

Mientras Danilo intentaba calmar a Martina, un tumulto de gritos provenientes de fuera de la habitación los sacudió. De repente, golpes fuertes resonaron en la puerta, haciendo que el corazón de la muchacha latiera con más intensidad. La voz del padre de la jóven atravesó la madera de la puerta con insultos horribles, mientras Raquel, la tía, intentaba calmarlo.

El padre de Martina irrumpió en la habitación con un rostro enojado, desbordando furia. Martina, aterrada, se aferró aún más al pecho de Danilo.

— ¿Qué carajo estás haciendo con ese nene? — vociferaba el padre de Martina, refiriéndose a Danilo de una manera despectiva.

Ella, sin poder articular palabra por el temor, se escondió aún más en el abrazo de Danilo. Este, con la mirada llena de rencor, enfrentó la mirada del mayor, deseando poder enfrentar a aquel hombre que arremetía con palabras hirientes.

RESCATATE | Danilo Sánchez | Matías RecaltWhere stories live. Discover now