XXI

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Danilo y la pelirroja descendieron de la camioneta, expresando su gratitud al mayor por el viaje. Segundo y Carlos se despidieron antes de entrar a su casa.


Martina y Sánchez caminaban lado a lado. Aunque en el recorrido no parecían tener intenciones de entablar una conversación, ninguno de los dos profería palabra, convirtiendo la caminata en un silencio compartido. Hasta que Danilo rompió ese silencio.

— ¿Qué te parece si nos comemos las hamburguesas ahora? — ella lo miró con una sonrisa —. Vamos a comprarlas. ¿Querés? —.

— Insisto en que gastas toda tu plata al pedo  — soltó metiendo las manos en su bolsillo —. Si querés, yo invito, y vos ahorras metiendo tu plata en un chanchito, que se yo —.

— En las citas, el pibe siempre paga — la miró un momento —. ¿O no? —.

Ella volteó hacia él y se impulsó con los hombros del chico acercándose a su rostro. Observó cada parte de su cara y sonrió ampliamente al verlo sonrojado.

— Iba a decirte que esta vez iba a ser el pibe yo — se separó sonriendo —. Pero parece que te ponés todo colorado sin que yo haga nada —.

Él carraspeó su garganta y sonrió un poco.
— Y si no querés que gaste plata, entonces ¿qué hacemos? — preguntó.

— Mi tía con gusto nos hace unas re milanesas — sonrió —. Está trabajando, pero la llamo para que traiga las cosas. ¿Te parece? — él asintió —. Dale, está bien —.

Entraron al edificio y se dirigieron al departamento en el que ella se hospedaba con su tía. Al entrar, ella sonrió y mostró cómo el lugar estaba ordenado.

— Fíjate que lo limpié yo — presumió —. Está re limpio —.

Danilo deslizó su dedo por la pantalla del televisor en la sala, eliminando el polvo. La sonrisa de la chica se desvaneció, y tomó su mano, conduciéndolo a sentarse en el sofá.

— Ignorá, son detallitos — dijo riendo nerviosa —. Seguro se ensució después —.

— Sí, después — se burló él.

— Mira, tengo algunos juegos de mesa — comenzó ella rebuscando en una caja —. Vení ve cuál te gusta más —.

El castaño se levantó y examinó la caja por un momento, tomó el ajedrez y sonrió mostrándoselo. Él se lo extendió, y cuando ella iba a tomarlo, lo levantó, resaltando la diferencia de altura.

— Dale — insistió —. Deja de joder —.

— Alcanzalo — retó mirándola —. No podés... ¿no? —.

Ella intentó nuevamente tomar la cajita, pero fue un esfuerzo infructuoso, ya que no lo consiguió. Soltó un suspiro mirándolo.

— Dale, Uruguayo — suplicó —. No me hagas esto, dame el ajedrez, dale —.

En el departamento, la atmósfera se volvía más tensa con cada intento de Martina por tomar el ajedrez. Los rostros de ambos quedaron cercanos, quedándose mirándose directamente a los ojos, sin saber qué hacer ni qué decir. El ajedrez finalmente resbaló de entre sus manos, cayendo al suelo con un sonido sutil.

Danilo, en silencio, observó los labios de la pelirroja, perdido en la cercanía que compartían. Un incómodo pero emocionante silencio se apoderó del lugar, ambos evitándose la mirada por un instante, hasta que algo en el ambiente pareció cambiar.

RESCATATE | Danilo Sánchez | Matías RecaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora