Extra: Ax y Asiel

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Amo como mi rostro encaja tan bien en tu cuello.

¿Por qué no puedes imaginar un mundo así?

Ax empujó a Michael antes de golpear a Cam contra el casillero.

—Jodida mierda, eres un bruto — Gruñó Cam sobando su cabeza.

—Nena — Michael se rió de Cam antes de recibir una mirada llena de odio.

—Uy, alguien tiene ajos en el culo — Se burló Ax con una sonrisa petulante, dándole un guiño a Cam y haciendo reír a Michael.

—¿Qué tenemos ahora? — Preguntó Cam ignorando a sus dos amigos que estaban siendo groseros. El alfa más pequeño de porte hizo una mueca buscando sus libros en su mochila.

—Historia — Michael sonrió lleno de energía —Con ese bonito alfa que imparte las clases.

Cam le gruñó celoso.

—Cuidado con tus ojos alfa — Cam hizo una mueca.

—Solo tú me calientas — Michael susurró antes de besar la boca del otro alfa.

—¡Ya ya ya! — Ax los separó —Vayan al baño — Dijo haciendo una mueca.

Ambos se rieron compartiendo miradas cómplices y despidiéndose de su mejor amigo.

—¡Era una broma imbéciles! — Les gritó antes de rodar los ojos.

El alfa de ojos verdes tarareó una canción antes de voltearse para ir a su casillero por sus libros. Historia era la única clase que realmente le gustaba.

Esa y artes.

Le gruñó a un par de alfas que estaban a su costado mientras levantaba su dedo de en medio y caminaba con el mentón levantado.

—¡Ax!

El alfa sonrió mordiendo su labio cuando escuchó una voz suave llamarle desde el otro lado del pasillo, se volteó dando su mejor sonrisa con su hoyuelo marcado y ladeó su cabeza viendo al pequeño omega llegar hasta su lado.

Asiel era la cosa más bonita y pequeñita que había visto en este asqueroso instituto. Con esos bonitos ojos grises que relucían una inocencia tan llamativa, Ax se imaginaba lo bonito que sería corromper a este pequeño bebé.

Los rizos rubios que le daban esa aura de un querubín enviando desde el mismo cielo.

Curvas suaves y pomposas. Labios regordetes y rojizos.

Piel pálida como porcelana de una muñequita.

Ay, ese omega era mandando por el mismo dios.

Y Ax ya había decidido que el infierno era más divertido.

¿Pero quién podría siquiera resistirse al pequeño de ojitos grises que lo miraban como si le hubiera regalado el mundo? ¿Cómo podría Ax siquiera pensar con claridad cuando su voz lo mandaba al cielo sin siquiera ver entrado en él?

—Pequeño bebé — Murmuró llevando su pulgar hacía el costado de la boca del menor, donde había un moretón proporcionado por ese alfa asqueroso llamado Mika. —¿Cómo estás?

Ax había disfrutado cada gota de sangre que le había sacado a Mika por haberse atrevido a golpear al angelito.

Asiel se sonrojó furiosamente ante la caricia suave del alfa más alto.

—Muy bien gracias a ti — Murmuró bajando la cabeza, jugando con sus deditos —Yo solo... venía a agradecerte por lo que hiciste ayer y lamento haberte causando problemas con...

—Mis hermanos mayores — Tomó la cara del menor para hacerlo mirar —Y no te preocupes por eso, ellos están de acuerdo conmigo que nadie nunca debería molestar a una cosita tan bonita como tú — Le guiñó el ojo.

Asiel se removió bajo el tacto avergonzado.

—Gracias — Murmuró otra vez llevando su dedito hacía el morado de la mejilla del alfa —Lamento que te hayan hecho daño por mi culpa, de verdad.

—¿Esto? — Se rió —No es nada cariño, no me duele.

Asiel apretó un poco.

—Ouch.

El omega soltó una pequeña risa que logró erizar cada parte del cuerpo de Ax.

No logró decir nada cuando vió a un alfa, llamado Nathan, golpear el trasero del omega antes de soltar una risa.

—Puta — Se escuchó.

Asiel se hizo pequeño, tan chiquito y lloroso que Ax vió rojo.

Sintió rojo.

Y quiso derramar rojo.

Rugió colérico, enfermo y horriblemente asqueado con la actitud de aquel alfa. Su voz gutural y animal retumbó en todo el pasillo, las manos lo atraparon por el cuello antes de que pudiera seguir su camino, estampándolo hacía los casilleros y apretando el agarre para privarlo del oxígeno.

Lo levantó con una sola mano antes y lo llevó hasta su pecho para volver a lanzarlo hacía atrás y golpear el cuerpo del alfa una, otra y otra vez contra el metal.

—¡¿QUIÉN JODIDA MIERDA TE CREES PARA TOCARLO ASÍ? — Gruñó lleno de rabia, su puño llegó hasta la cara del otro alfa.

Su rodilla le dió en el estómago.

Lo soltó solo para dejarlo caer al suelo y se subió sobre su cuerpo, con sus puños apretados y llenos de sangre que volvieron a golpear su cara, una, dos, tres.

Había sangre, jadeos y gemidos dolorosos.

Ax no pensaba en nada más que unos ojitos grises suaves y bonitos.

Los haría pagar.

Los haría pagar a todos por siquiera querer mirar al pequeño omega que parecía ser un ángel enviado por dios.

—¡Ax ya! — Chilló Asiel lleno de miedo, su mano temblorosa sobre el hombro del alfa que parecía estar descontrolado, un sollozo salió de los labios del más pequeño haciendo que Ax se quedara quieto, con los puños apretados y la respiración errática.

Se salió de encima del alfa y miró a todos antes de tomar al omega con cuidado por la muñeca y ponerlo frente de él.

—¡EL SIGUIENTE QUE LO TOQUE TENDRÁ SUERTE SI ENCUENTRAN SU CUERPO ¿QUEDÓ CLARO?! — Bramó con los ojos negros y los dientes expuestos.

Hubo un silencio.

—¡DIJE ¿QUEDÓ CLARO?! — Rugió de forma inhumana.

El murmuro de "si" fue casi al instante y luego pateó al alfa en el suelo.

—La siguiente vez no me voy a detener ¿Escuchaste, bastardo? — Le habló con voz baja y llena de amenaza.

El otro alfa solo gimió retorciéndose en el suelo mientras Ax se daba vuelta y miraba al pequeño omega que tenía los ojitos llenos de lágrimas, tiritando mientras abrazaba su cuerpo.

—Ax — Murmuró acercándose con cuidado.

Ax lo atrajo hasta su pecho, besando su cabeza un par de veces justo como su padre solía hacerlo con su papi Lou, susurrándole palabras suaves y calmadas.

Le tomó la cara con sus dedos que no tenían sangre y lo miró a los ojos.

Bonitos ojos grises.

Proteger.

Cuidar.

—Haré de esta escuela mi reino, omega — Susurró con voz suave, la promesa en cada palabra —Y te pondré en la cima donde nadie nunca volverá a tocarte, lo juro — Besó su frente con delicadeza.

Asiel sonrió y le creyó.

Supe que eras perfecto.

Después del primer beso.

Viviendo entre alfas (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora