Extra: Alexander y Beck

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Porque soy un tonto por ti.

Tan solo un poco de tú corazón.

Es todo lo que quiero.

₊ ⊹ · ₊ ⊹ ·

—Dos — Miró a su mejor amigo con sorpresa —Wow.

Alexander asintió orgulloso mientras cerraba la puerta detrás de él.

Beck se lanzó a la cama del alfa quitándose los zapatos, su cabello castaño claro se movió logrando que le diera un toque desordenado a la imagen del alfa más bajo de estatura.

Los ojos miel del más pequeño escanearon el cuerpo completo del Alexander antes de que suspirara para desviar la mirada hacía el cuarto completo. Seguía casi todo igual que la última vez que estuvo acá.

—Si, fue una sorpresa para todos — El ojiverde se acomodó al lado de su mejor amigo con cuidado. Los hombros juntos dando aquellas bonitas sensaciones de calidez que siempre le provocaba Beck cada vez que estaba cerca suyo. —Seremos 6 alfas en total — Se rió —Mamá se volverá loco.

Beck frunció el ceño y arrugó la nariz.

Adorable, pensó Alexander.

—¿Porqué estás tan seguro de que serán alfas? — Cuestionó en todo divertido.

—Tradición — Respondió simplemente, con una sonrisa juguetona que hizo que Beck le sonriera de vuelta.

Alexander amaba ser el único que lograba que Beck sonriera de esa forma.

Pura y verdadera.

Beck tarareó en respuesta antes de alzar sus dos manos y mirarlas con dedicación.

El alfa ojimiel sabía que era más pequeño que Alexander, es decir, pocos alfas eran más altos que Styles, sin embargo, a veces se sorprendía lo bien que encajaban aún con la poca diferencia de estatura.

Como si estuvieran hechos el uno para el otro.

—Tus manos son pequeñas — Se burló el mayor alzando sus dos manos con las palmas abiertas, mostrando la diferencia.

—Las tuyas son enormes — Bufó Beck haciéndose el ofendido.

—Y sirven para muchas cosas — Le guiñó el ojo y Beck se sonrojó incómodo.

Solo Alexander lograba sonrojarlo.

Y solo Alexander amaba la forma en que Beck se sonrojaba.

—¿Qué haces? — Preguntó cuándo vió al ojiverde tomar una de sus manos y juntarlas con las del él. Ambos con sus palmas abiertas y dejando mucho más claro que los dedos de Alexander eran más largos que los de Beck.

Eran un tacto suave, cómodo y cálido. Beck adoraba el cuerpo de su mejor amigo porque era simplemente protector en todos los sentidos de la palabra y odiaba sentirse tan bien a su lado.

Odiaba saber que había sido tan imbécil de caer en el cliché de enamorarse de su mejor amigo.

¿Pero cómo no iba a enamorarse?

Alexander era un hombre perfecto. Un alfa guapo, cariñoso y amigable. Muy protector con su familia, extremadamente preocupado de quiénes le importaban.

Era simplemente perfecto.

El alfa siempre se sintió importante en la vida de Alexander, porque si bien su amigo tenía esas tendencias de ser un mujeriego, nunca hubo nadie más importante que Beck.

O al menos así siempre lo sintió.

Beck conocía a su familia, se llevaba bien con sus hermanos y siempre estaba invitado a los partidos donde Alexander le había dedicado más de un gol.

Era patético.

Porque él estaba ahí, recibiendo todo lo que Alexander le ofrecía incluso si sabía que jamás sería suficiente.

¿Quién diría que un poquito de amor sería mejor que nada?

Beck haría lo que fuera solo por una mirada de esos ojos verdes tan brillosos y cariñosos.

Daría lo que fuera por una sonrisa de Alexander.

Sería lo que el alfa quisiera con tal de que Alexander lo amara.

—Tus manos son muy suaves — Susurró Alexander volteando su cara hacía Beck. El ojimiel tragó saliva con la cercanía de sus caras.

Ladeó su cabeza un poco, solo para torturarse más.

Solo un poquito más.

—Beck... — Alexander miró sus labios con aquella mirada cargada de unos sentimientos inexplicables que hacían que Beck se sintiera el alfa más afortunado del mundo.

—Alfa — Murmuró con voz suave, acercándose un poco más, solo un poco más.

Y sonó el celular de Alexander.

Beck soltó el aire retenido y quitó su cercanía cuando vió a Alexander moverse hasta la mesita de la cama.

—¿Son tus padres? — Preguntó viéndolo negar con una sonrisa petulante.

—Es Max — Alzó sus cejas haciéndolas bailar de tal forma que daba a entender lo que más le dolía al alfa —Quiere que nos veamos otra vez en los pasillos.

—Oh.

Se que no soy el único.

Pero al menos soy algo.

Escuche que un poco de amor.

Es mejor que nada.

Viviendo entre alfas (Larry Stylinson)Where stories live. Discover now