· 28: Hace unos días ·

5 1 0
                                    

SEVDA





—¡Sevda! —Arthur me saca de mi ensoñación con un golpe en el brazo —, ¿de qué querías hablar?

Lo miro con atención. No sé si ir directa al grano o dar vueltas hasta preguntarle lo que necesito saber. Pero es que, haga como lo haga, se va a dar cuenta de lo que insinúo. Así que opto por la mejor opción: directa al grano. Me acerco a él con cuidado y...

—¿Por qué mentiste a Kyle?

Me mira sin entender mi pregunta. Y normal, que salte de repente con esto puede ser confuso. Pero cuando le digo a qué me refiero, una bombilla se enciende encima suyo.

—No os quiero ver juntos —contesta rotundamente—, estoy cansado ya de ver la cara a ese asesino. De verle feliz mientras te besa y se regodea por tenerte. Estoy cansado ya de esperar, de planear, y que nada salga bien. Quiero verlo sufrir, que grite, que no duerma, que busque. Y que no encuentre.

Le miro asustada y todo mi cuerpo empieza a temblar, no me gusta esto que está diciendo, me da muy mal rollo. Porque sus ojos se han encendido, sus manos se han cerrado tensas y sus nudillos se marcan, notándose los huesos de dentro. Toda la casa está en absoluto silencio, mientras que dentro de mí todo grita.

Su tono de voz, sus ojos perdidos, sus manos cerradas, todos sus gestos hacen que mi cuerpo se tense y no me pueda mover. Tengo que irme de aquí, lejos de él, del volcán que se acaba de encender.

Cuando me levanto dispuesta a correr lejos, sus manos me agarran con gran fuerza, tanta que mi piel se pone morada. Grito una y otra vez, pero es inutil. Nadie me oye, ni siquiera él parece oírme. Cada movimiento que hago, por mucho que no me esté mirando, lo captura, y me impide seguir avanzando.

—Déjame ir, Arthur.

Intento mantener la calma, zafarme de su agarre, pero es mucho más fuerte que yo. Inspiro y expiro queriendo tranquilizarme, necesito estar cuerda para poder soltarme de su agarre.

—De nada sirve que hagas esto.

Él se ríe ante mis palabras. Su risa es maléfica, aterradora. Pero no dejo que eso me venga. Le pregunto una y otra vez qué quiere.

—¡Que sufra! —grita finalmente.

—¿Por qué? —pregunto intentando despistarle y que así su agarre se vuelva más débil.

Pero eso no pasa, mis preguntas solo le cabrean aún más, haciendo todo lo contrario. Se acerca aún más a mí y mi frente toca con la suya.

—Sufriréis.

Sus palabras salen escupidas de su boca, tanto que pequeñas gotas caen sobre mi cara.

—No vas a conseguir hacernos sufrir.

Le observo, desafiándole con la mirada, dispuesta a acabar con todo el paripé que ha creado.

—Nadie puede con nosotros, con nuestra relación. Ni tú podrás, jamás, no te creas tan fuerte. Porque no eres nada, ¿me oyes, Arthur?, ¡no vales nada! —le grito con la misma intensidad que él antes.

—¡Que te calles! —de una bofetada consigue parar mis palabras. Yo solo río ante ese gesto.

—¿Es lo único que puede hacer?

***

Me despierto adolorida y descubro que no puedo ver absolutamente nada. Estoy rodeada por una completa oscuridad.

Una vez mis ojos se han habituado un poco a este tipo de luz, puedo entrever algunos objetos. Aunque mejor dicho, objetos que no están, ya que esto está vacío. Tiro de mis brazos para descubrir que estoy atada, de pies y manos.

Solo 20 días (COMPLETO)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant