· 24: No está ·

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MIRIAM





Observo al hombre analizándolo por completo. No tiene pinta de que nos esté mintiendo, parece un hombre sincero y al que creer. Por su mirada apagada supongo que el local antes no estaba así, y que le duele la poca compañía que debe tener. De vez en cuando nos sonríe con pena.

—¿Has hablado alguna vez con ellos? —pregunto intentando averiguar algo. Pero ya con poca fe.

—No. Nunca han venido al bar. ¿Sabéis?, casi nunca tengo clientes —su forma de decirlo me derrite, parece un cachorrito que se ha quedado solo en su casa—, los pocos que tengo son los abuelos que me conocen de toda la vida. 

—¿Y cómo sabes tanto de ellos?

—Aquí se habla mucho, como somos pocos, los rumores corren. Las pocas personas que los conocen dicen que son raros. Tienen mucha gente trabajando para ellos, en esa casa. Nadie entiende de dónde han sacado ese dineral para mantener eso. ¡Disponen hasta de un chófer! —miro asombrada a Kyle, a la universidad solía venir andando, siempre supusimos que vendría en transporte público y luego haría el resto del camino así. Como nunca nos ha dicho dónde vive...—, pero, ¿es vuestro amigo?

Ahora es él que nos hace las preguntas, se ve que se ha cansado de contarnos a nosotros sin recibir información a cambio.

—Digamos que... —me quedo callada buscando el término perfecto—, algo así.

Acabo diciendo al final. Cuando giro mi vista hacia mi amigo le veo con la mirada perdida, su vista se dirige hacia el suelo. Ahora mismo dudo si nos está escuchando o no. Parece que no lo está haciendo. Su plato está medio vacío. Ha dejado de comer en cuanto el señor nos ha empezado a contar lo que sabe de Arthur.

—¿Vuestra amiga sí que tiene relación con él?

Le miro de nuevo, efectivamente, no está escuchando, porque sino ya habría saltado a la defensiva.

—Es su novia —señalo al que tengo al lado—, amiga de Arthur, el del chalé —aclaro no muy segura de si se sabe el nombre.

Doy un leve golpe a Kyle para que vuelva a la realidad y termine de comer: debemos seguir buscándola. Al notar mi golpe, me mira asustado y veo en sus ojos como una nube. Su mirada se ha apagado por completo, conforme ha ido pasando el día se ha ido apagando poco a poco. Como un muñeco al que se le están acabando las pilas y cada vez canta más y más bajo hasta finalmente dejar de hacerlo. Lo mismo ha pasado con sus ojos, cada vez se han ido empequeñeciendo más, y perdiendo ese brillo tan bonito que tenía. El que ella encendía.

—Lo siento mucho... —sus palabras son verdaderas—, no me imagino por lo que estáis pasando. Espero que la encontréis, rezaré, seguro que en unas horas la tendréis de vuelta con vosotros.

Cojo aire con gran pesadez, no soy creyente, pero la verdad que agradezco que haga ese gesto, confío en las palabras de este señor.

Nos levantamos ya con el estómago lleno y el corazón vacío y ponemos rumbo a la calle de nuevo. El dueño del restaurante nos pide el número de teléfono y nos asegura que vigilará la casa, por si hay movimientos sospechosos. Aunque yo no  creo que eso pase, por muy raro que sea todo esto con respecto a Arthur, no creo que esté detrás de su desaparición. Ambos sabemos que esto es cosa del de los mensajes.

—¿Y ahora dónde vamos? —me muerdo el labio muy perdida. Sabemos que la última vez que fue vista fue en la casa, pero no sabemos más. Hemos preguntado a todo el mundo, a los pocos a los que nos hemos encontrado, y nadie sabe nada. ¿Dónde vamos?

—¿Crees que habrá ido a casa mientras no estábamos?

Su forma de decirlo hace que todo dentro de mí se rompa.

Solo 20 días (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora