· 23: ¿La hermana? ·

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KYLE





Cuelga el teléfono y me lo cede de malos humos.

—No sabe nada de ella, se fue al poco de él desaparecer y no ha vuelto a hablar con ellos. Te dije que no era conveniente molestarla. Ha terminado llorando. ¡Normal! Su hijo desapareció y nosotros preguntamos por su novia. ¡Si es que!

El cabreo de mi amiga va en aumento.

—¡Miriam! —llamo su atención desesperado—, mi novia está desaparecida, me la suda esa señora ahora mismo, yo solo quiero encontrar a Sevda. Tenga que pasar por encima de las personas que sea necesario. Nuestra prioridad ahora es ella.

Me mira con los ojos rojos y su mandíbula se tensa.

—Es tu culpa. ¡Si no hubieras tirado a ese chico ahora Sevda estaría con nosotros! ¡Si no hubieras venido aquí ella estaría a salvo!

Escupe las palabras con rencor y odio. No me puedo enfadar con sus palabras, porque es la verdad. Por mucho que esté enfadada, no está mintiendo. Es mi culpa, yo vine aquí intentando huir de la realidad a la que me enfrentaba.

Y me encontré con ella, con su sonrisa tan cálida y sus ojos que te invitan a seguir luchando. Me enamoré por completo de su forma de ser. Ella hacía que la tormenta que yo llevaba encima se esfumara y en su lugar apareciera un arcoiris. Pero a quién quería engañar, las nubes negras seguían estando, porque a mis espaldas traigo gente que me odia, recuerdos imborrables y tormentas enteras.

Al final no hizo que todo eso se fuera, todo lo contrario, se lo transmití a ella. Conseguí, sin ser consciente de ello, que los rayos la dieran a ella.

***

La noche pasa delante de nosotros con gran velocidad, mientras que intentamos mantenernos despiertos para pensar con claridad. Ya son las ocho de la mañana. En este momento debería estar abrazado a Sevda mientras le despierto con miles de besos. En cambio...

—¡No puedo más! —Miriam se levanta con ímpetu—, me voy a averiguar dónde está —y tras decir eso abre la puerta y se va.

Yo me quedo embobado mirando por dónde se acaba de ir. Estoy bloqueado, no sé qué hacer, ni qué pensar. Solo sé que esto es culpa mía, y ahora mismo no soy capaz de reaccionar ni de buscarla.

Casa de Arthur. Vale, ella quedó con él. Pero, ¿por qué?

—¿Si? —al tercer tono Arthur coge la llamada.

—Soy Kyle —escucho cómo eso le sienta mal—, necesito que me respondas a esto con sinceridad —hago una pausa para comprobar que no se opone—: ¿por qué quedó Sevda ayer contigo?

Se ríe con superioridad y yo le maldigo. Odio su chulería, y más cuando no sé nada de Sevda.

—¿Para qué va a venir? —vuelve a reírse y la ira me invade—, digamos que... echaba de menos mis besos.

Su risa se mete en mis oídos como si fueran dardos y la mandíbula me empieza a doler de la presión que está aguantando.

—Dime de qué hablasteis —suelto ya muy quemado.

—Me dijo que estaba cansada de tí, no aguantaba más tus abrazos, eres muy empalagoso y eso no le gusta a ella. Luego... pasaron cosas que prefiero no contarte, para no hacerte daño... y se fue.

Cuelgo dando por finalizada esta absurda llamada. Toda mi ira se va hacia mis puños y las venas empiezan a engrosarse mientras me clavo las uñas en las palmas de las manos. El dolor sale de mí y pego un puñetazo al sofá con toda la fuerza que tengo ahora mismo.

Solo 20 días (COMPLETO)Where stories live. Discover now