· 20: Algo de verdad ·

Start from the beginning
                                    

lo averiguaré. Así que guarda esas amenazas, que

se volverán contra tí."


Termino de escribirlo con todo el cuerpo temblando. Estoy demasiado lejos de saber quién es, y aún así, ¿qué hago cuando lo sepa?

Al poco rato me quedo dormido. Y ese día vuelve a mí.

***

Tiro de Roberto hacia la fiesta de nuevo.

—Nos sentaremos aquí hasta que el alcohol baje —intento señalar dos piedras.

Nos agarramos el uno al otro para no caer mientras bajamos y cuando estamos cerca de las rocas nos tiramos, provocando un moratón en el culo.

Mientras que nos estamos distrayendo para que el tiempo pase más rápido una voz nos interrumpe.

—Hola —una chica pelirroja y muy guapa se sienta a mi lado—, ¿qué haces aquí tan solo?

Encojo los hombros con una sonrisa tonta. Aunque esté borracho, distingo a la perfección su cuerpo.

—Ven a bailar conmigo —me coge de la mano y tira de mí. De un leve empujón me levanta, pero todo me da vueltas y tiene que sujetarme para no caerme.

Ese simple acercamiento entre nosotros provoca la ira de su novio. Viene con rapidez y de un manotazo se lleva a la chica pelirroja. Pero parece que no se ha quedado agusto, porque vuelve hacia mí con el puño cerrado.

***

Me despierto sofocado y con la frente y nuca empapadas. Desde que he conseguido recordar ese día, no sale de mi mente ni un segundo.

Escucho la puerta de la entrada y salgo corriendo. Al ver a Sevda me lanzo hacia ella y la abrazo con fuerza. Me pego a ella como un niño a sus padres cuando llegan de trabajar. Mientras que la apretujo entre mis brazos le susurro mil perdones. Han pasado unas pocas horas desde que se fue. Pero para mí ha sido una eternidad. Un infierno sin ella.

Cuando me separo la miro con los ojitos llenos de dolor. Los suyos están igual, es como si fueran otros distintos, su color oscuro se ha hecho aún más fuerte y le rodean pequeñas venas rojas.

—¿Sabes que los pájaros eligen a sus parejas mediante cantos?

Ella se ríe ante esa pregunta tan inesperada. La melodía que crea con su risa hace que todo dentro de mí se revuelva. Las mariposas revolotean por mi interior mientras que yo me muerdo el labio observando los suyos de algodón.

—¿Y qué me quieres decir con eso? —Ríe aún más al ver que yo encojo los hombros.

—Algo tenía que decir —bajo la mirada hacia mis pies—, siento haberte tratado así...

Los dos nos sentamos en el sofá. Últimamente pasamos más tiempo aquí que en nuestros respectivos cuartos. Cosa que hace unos meses no pasaba.

—Hay algo... —me rasco la nuca con nerviosismo. Ella agarra mis manos y las acaricia con suavidad, transmitiendo seguridad—, Arthur cuando vino me dijo algo.

Por sus ojos veo cómo eso no la sorprende. Asiente lentamente mientras suelta un gran suspiro con pesadez. Se ve que no está muy contenta de escuchar hablar de él.

—¿El qué? —Me mira impaciente.

—Que conste que me da igual si es o no verdad. Que eso a mí no me incumbe. Bueno, me incumbe —me corrijo—, pero no es algo que me afecte tanto. Tanto si es verdad como mentira. Vamos, esque no soy nadie para juzgarte.

—¡Dilo ya! —me interrumpe nerviosa.

—Perdón. Dice que os habéis acostado juntos —suelto finalmente.

Se lleva las manos a la cabeza, no sé si decepcionada, cabreada o qué. Mientras suspira se frota los ojos con intensidad y finalmente me mira.

—Estoy harta —su brusquedad me asusta—. Estoy muy cansada ya.

Suelta mis manos para luego apretar el puño con fuerza. Nunca la había visto tan... ¿cabreada?, ¿abatida? Lo que sea, nunca la he visto así. Se la ve derrotada. Y no sé si por mí, Arthur, Belinda, el de los mensajes, o la vida en general.

Sevda siempre ha sido una chica muy positiva, con demasiadas ganas de vivir siempre. Sus ojos siempre estaban brillando, con una luz que jamás había visto. Ni con la época de exámenes se le apagaba. Ella se despierta cada mañana y lo primero que hace es hacer ejercicio, después desayuna, la mayoría de días con música a tope. Siempre hacía todo cantando y bailando. En cambio ahora...

—Arthur y Belinda no hacen más que meterse en nuestra vida. Y los mensajes, me traen por la calle de la amargura. ¿Es que no nos van a dejar ser felices? ¿Por qué ponen tanto empeño en jodernos? —Su enfado se transforma en dolor, y las lágrimas caen con rapidez.

Rápidamente la acerco a mi pecho y le acaricio el pelo intentando calmarla. No me gusta esta Sevda, nunca la he visto así. No quiero que sufra de esta manera.

—Antes me preguntaste si quería estar contigo —rompo el hielo cuando escucho que está más tranquila—, la respuesta es sí. Llevo detrás tuyo demasiados meses, intentando que te fijaras en mí, queriendo besar tus labios. Y si, saben a algodón de azúcar.

Se levanta para mirarme con el ceño fruncido y yo niego. Recuerdo esa fiesta que tanto me emborraché, y las ganas que tenía de besar esas nubes que se formaban en sus labios. No estaba nada bien, pero el Kyle borracho no se confundía.

—Ni dos idiotas, o tres o cuatro, los que sean, nadie, va a hacer que piense mal de tí, o que quiera dejarte. En ocho días me voy. Pero si quieres, pueden ser los mejores días de nuestras vidas —cojo aire con pesadez—, siempre que tú quieras, podemos intentarlo, tanto ahora como después, a distancia.

Digo esa última palabra con dolor. Porque no quiero estar con ella y que no nos veamos todos los días, no observar cómo se peina, o no dormirme a su lado.

Ella solo asiente mientras me besa repetidamente.

—Lo quiero intentar —me sonríe con gran emoción.

Pero en su rostro hay un ceño fruncido y yo espero su pregunta. Siempre que me mira así sé que quiere saber algo.

—Arthur te mintió. Jamás ha habido algo más entre nosotros de lo que tú hayas visto. Bueno, —se calla un segundo—, una de las veces que quedé con él me besó. Pero ya está —me mira de nuevo, y yo sigo esperando su pregunta. Sé que llegará—, pero...¿por qué mienten?

Me encojo de hombros. Yo tampoco lo entiendo, y creo que nunca lo averiguaremos.

—¿A ti qué te ha pasado con Belinda? —decido matar mi curiosidad por fin.

Me muerdo el labio con impaciencia, me da miedo saber lo que le haya podido decir. Y más después de ver lo afectada que estaba hace apenas unos minutos. Creo que sé de lo que Belinda es capaz, pero estoy muy equivocado. Es tan distinta a cómo pensé que fuera al principio, que no dejo de sorprenderme.

—Nada —le quita importancia—, solo que seguís juntos.

Me río ante su respuesta. Aunque en realidad quiero tenerla delante y decirle todo lo que llevo estos días guardando. Pero a quién voy a mentir, si ella estuviera justo delante mío tampoco le diría nada, por mucho mal que nos haya hecho, yo no quiero hacérselo.

Y es que los buenos acabamos siendo tontos. He escuchado eso tantas veces en mi vida, que se ha hecho una frase que me define a la perfección. Llevo diecinueve años intentando no hacer daño a nadie, tanto que he preferido hacérmelo a mí mismo. Y soy consciente de eso, siempre lo he sido. Pero por mucho que parezca tonto, soy listo. No cualquiera es capaz de detectar cuando una persona lo está pasando mal, ni puede controlarse tanto a sí mismo como para no estallar cada vez que algo le siente mal. Si ser tonto es saber querer y saber quererse, pues sí, lo soy.

—Hagamos una cosa —vuelvo a nuestra conversación—, dejemos de escucharles, en estos días que nos quedan no dejaremos que lo que digan afecte a nuestra relación. No consentiremos que se metan entre nosotros.

Su respuesta es un movimiento de cabeza muy efusivo.

Solo 20 días (COMPLETO)Where stories live. Discover now