EPÍLOGO

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Un mes después de que Alena desapareciera.

OLEG

Moscú-Rusia

El humo espeso de mi habano se mezcla con la intensidad del whisky en mi boca, mientras el avión toca tierra en suelo ruso.

—Hemos finalmente regresado a casa, Underboss — declara mi leal "Krysha", el ejecutor más implacable de la Bratva. Asiento con la mirada fija, dando la última calada a mi habano. Me levanto lentamente, sintiendo la repulsión ante el frío metal que ahora reemplaza una de mis piernas.

Inhalo profundamente, conteniendo la ira que arde en mi interior. Un auténtico líder de la mafia no puede permitirse que las cicatrices de la guerra lo quebranten. Sin embargo, la mafia nunca olvida un saldo pendiente, y Alexander Hoffmann pagará con creces haber osado mutilarme.

No descansaré hasta que el eco de su sufrimiento se extienda como un viento siniestro, que cada uno de sus gritos alimente el temor en aquellos que se atrevan a desafiar mi autoridad. Hasta que su agonía sea un recuerdo perpetuo de que nadie se burla impunemente de mí. La venganza será mi firma, y la llevaré a cabo con brutalidad inigualable.

...

Piso la entrada de la residencia Kovalenko, mis fieles "Bykis" formando una guardia impenetrable a mi alrededor. Avanzo con determinación hasta cruzar el umbral de mi hogar, donde las esclavas están a la espera para liberarme de mi abrigo de piel de león. Los pasillos de mi mansión se extienden ante mí, pero antes de proseguir, me detengo frente al retrato de mi Koroleva, mi reina indiscutible, cuyo espíritu trasciende el lienzo.

Sus cabellos rojizos y majestuosos fluyen en el viento de mi recuerdo, un río ardiente que evoca la esencia misma de la Bratva. Ella, que ha sido mía desde mucho antes de su llegada a este mundo, despierta una admiración que consume mis sentidos. Mi boca se humedece, la saliva se convierte en agua, un tributo involuntario a la visión de sus curvas generosas. Es como si cada rasgo de su ser estuviera cuidadosamente esculpido por los dioses personificando la esencia misma de la belleza y la perfección, una amalgama hipnotizante de fuerza y ​​gracia que supera cualquier límite de lo terrenal.

Ella es la reina, y yo, su humilde rey, solo soy un reflejo insignificante de su grandeza. En su presencia, mi alma se postra en reverencia, y mi lealtad hacia ella se intensifica como el fuego que arde en el corazón de la Bratva. Cada vez que mi mirada se posa sobre ella, siento cómo mi propia esencia se funde con la suya, como si nuestras almas estuvieran destinadas a converger en un éxtasis de devoción.

La corona que adorna su cabeza en el retrato es el símbolo de su dominio, la señal incuestionable de su autoridad sobre todo lo que la rodea. Pero sé en lo más profundo de mi ser que esa corona merece estar en su cabeza de nuevo, donde pertenece. Haré lo que sea necesario para devolverle su trono, para verla reclamar su lugar de derecho como la dueña y señora de este imperio.

No descansaré hasta que su reinado sea restaurado, hasta que su presencia ilumine cada rincón de esta mansión y de toda la Bratva. Mi determinación es implacable, mi devoción inquebrantable. La gloriosa visión de mi Koroleva, mi reina eterna, guiará cada uno de mis pasos, y no me detendré hasta haberla colocado nuevamente en el pedestal que le pertenece.

—Dime que la traes contigo—La voz de mi padre resuena en el aire, una autoridad innegable que me hace girar sobre mis talones. Mi mano se alza en un gesto de respeto mientras tomo la suya, llevando con devoción sus nudillos hasta mis labios para besar el anillo que reluce como un símbolo de su supremacía, de su reinado incuestionable como el soberano de la mafia rusa.

—Padre, no, ella no está a mi lado —le informo, mis palabras cargadas de determinación. Mi mirada se encuentra con la suya, y en ese instante, el entendimiento fluye entre nosotros como una corriente eléctrica de complicidad. Mi progenitor jamás ha titubeado en cuanto a mis habilidades y la lealtad que le profeso.

PROHIBIDOWhere stories live. Discover now