Capítulo 18

50.6K 3.1K 177
                                    

—Pues ya deberías estar acostumbrada

Oops! Această imagine nu respectă Ghidul de Conținut. Pentru a continua publicarea, te rugăm să înlături imaginea sau să încarci o altă imagine.

—Pues ya deberías estar acostumbrada.

Alexander se levanta de la mesa completamente furioso. Jamás lo había visto así, ni había sido tan grosero conmigo. No sé qué diablos le picó. Últimamente, como que todos se pusieron de acuerdo para meterse conmigo, empezando por la rubia de ojos marrones que, después de haberme usado para saciar sus ganas, me sacó de su casa como si fuera una toalla sanitaria que usa y desecha.

Pero eso fue la gota que derramó el vaso. Estoy cansada de sus malditos cambios de humor y de sus constantes insultos. No voy a negar que lo que hizo me dolió demasiado como para aceptarlo en voz alta, pero me prometí no volver a dejarme de ella. Si quiere guerra, guerra va a tener. No merezco nada de lo que hace conmigo.

Me levanto de la mesa, tomando mi charola. No tengo apetito para seguir comiendo, por lo que apresuro mi paso para irme. Veo de reojo al grupito de Bárbara, decido ignorarlas, caminando con la espalda recta sin voltear a verlas, cuando de repente choco con algo y caigo al suelo.

«¡Mierda!»

El dolor en mis muñecas se hace presente. Volteo y veo cómo el pie de la rubia se esconde bajo la mesa.

«¿Es en serio?»

—Fíjate por dónde caminas, desviadita —se burla en mi cara, haciendo que las demás de su grupito también se rían.

Me levanto disimulando el dolor. Creo que me rompí la muñeca, pero hago caso omiso. La rabia se apodera de mi cuerpo. Camino hacia ella. La veo tensarse y sus amigas callan. Ella, en un reflejo, se levanta encarándome.

Me acerco hacia ella y muy bajito para que nadie oiga, le digo:

—Tienes 5 segundos para levantar la charola, a no ser que quieras que toda la puta escuela se entere de que te dejaste masturbar por esta desviadita —hago énfasis en la última palabra. Lo digo tan fríamente que hasta yo me sorprendo.

Ella se queda por un momento estática, pero para mi sorpresa, lo hace. Se aproxima a levantar la charola. Nadie dice o hace nada. Yo la miro dedicándole una sonrisa arrogante. Me siento mal, yo no soy así, pero es momento de que pruebe un poco de su propia medicina. Bárbara me mira con odio. Sé que esto me costará caro, pero ya no puedo dar marcha atrás.

—¿Todo bien?

Volteo al escuchar la voz de la profesora Russell. Ella me mira con cierta calidez, lo que hace que mis ojos se empañen. Trago seco, controlando mis emociones.

—Sí, profesora, todo está en orden ¿verdad? —le pregunto a la rubia, la cual se levanta con la charola en la mano.

—Todo bien —contesta con desprecio, dándose la vuelta, y es cuando siento cómo mis piernas tiemblan.

—¿Qué fue eso? —me pregunta la profesora, la cual se le nota que está enojada por lo que pasó.

—¿Te espero esta noche en la casa? —le pregunto con un nudo en la garganta. Apenas la conozco, pero me genera mucha confianza. Sé que si hablo con ella, no me juzgará y tal vez me aconseje sobre qué debo hacer.

PROHIBIDOUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum