Capítulo 12

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 «¿Qué hora es?»

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 «¿Qué hora es?»

Me despierto al sonido de la regadera. Intento reincorporarme y abrir los ojos, pero el dolor de cabeza, sumado al dolor en el trasero y la incomodidad en la entrepierna, dificultan la tarea.

Debato internamente si volver a quedarme dormida, pero recuerdo que no estoy en mi cuarto, así que me levanto de inmediato. Suelto un chillido por la molestia que siento, la cual se hace más notoria conforme mis sentidos despiertan. Observo a mi alrededor y es cierto lo que dicen: las cosas se parecen a su dueño.

La habitación está decorada con un gusto exquisito. Es amplia, con una cama King Size situada en el centro. Un enorme ventanal rodea toda la habitación, mostrando la gran ciudad de Manhattan. Grandes cortinas blancas, plegadas, cubren el ventanal. El color gris y negro predominan en la habitación. En la cabecera de la cama cuelga un cuadro, un collage de varias fotografías en blanco y negro de personas riendo.

«¡Es hermoso!»

Me levanto de la cama, sintiendo más la molestia. En verdad, cuando dijo que no podría caminar, no mentía. Tomo rápidamente mi sostén y el vestido que yace en la alfombra gris que rodea la cama. Me visto de forma apresurada y tomo el pedazo de tela que anoche era mi ropa interior. Salgo de la habitación aprisa. Sé que debería quedarme, pero no sabría qué decir. Ayer agoté toda la ración de valentía que me quedaba.

Camino por el gran pasillo, el cual está cubierto por una alfombra negra. Hay varias puertas que supongo son las demás habitaciones. Recojo mi chamarra, que yace tirada en el suelo, y me la coloco, buscando en los bolsillos efectivo para poder regresarme. Ayer no me percaté de que no traje nada conmigo, ni mi celular, ni mi bolsa, nada. Si este hombre hubiera sido un asesino en serie, no habría podido pedir ayuda.

Hago un berrinche al no encontrar efectivo, por lo que inmediatamente pienso en cómo lo haré. Sigo mi camino y me encuentro de nuevo con la enorme pecera. ¡Es impresionante! Jamás había visto estos animales tan de cerca, así que la curiosidad me gana. Volteo para ver si el hombre que se encuentra bañando no viene por el pasillo. Me acerco a las enormes medusas y sonrío. ¡Son hermosas!

—¿Te ibas a ir sin despedirte?

Doy un salto de la impresión al escucharlo. Volteo rápidamente para encontrarme con el semidiós, que solo lleva una toalla gris en su cadera. Deja ver una fina hilera de vello y la V bien marcada, de la cual sobresalen unas venas que incitan a tocarlas. Sus abdominales y su amplio pecho me dejan sin una pizca de inteligencia para articular palabra alguna.

Su cabello negro gotea y unos mechones se pegan en su rostro. Puedo ver con más detalle los moretones que ayer no pude detallar bien.

«¿Con quién me metí?»

—¿Alena? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.

—Debo irme, tengo cosas que hacer —me excuso, tratando de desviar la mirada del cuerpo de Alexander.

PROHIBIDOOù les histoires vivent. Découvrez maintenant