Capítulo 33 parte II

44.1K 3.1K 570
                                    

Me doy la vuelta, notando sus ojos completamente cegados de ira, nunca lo había visto así, jamás, me estremezco volviéndome pequeña

Deze afbeelding leeft onze inhoudsrichtlijnen niet na. Verwijder de afbeelding of upload een andere om verder te gaan met publiceren.

Me doy la vuelta, notando sus ojos completamente cegados de ira, nunca lo había visto así, jamás, me estremezco volviéndome pequeña.

—Yo... Yo no sé —trato de hablar, pero el nudo en la garganta no me deja hacerlo. Las lágrimas me salen solas, sin poder contenerlas. No sé qué piensa, solo me mira con tanto coraje que debo desviarle la mirada.

—¿¡Qué demonios dijiste!? —pregunta, furioso, ardiendo en coraje pero modulando su tono, como si no se creyera lo que pasó.

—Yo lo pensé —digo, viendo cómo sus ojos terminan por oscurecerse.

«¡Mierda! No quería decir eso»

—Lo pensaste —suelta, cuadrando la mandíbula, repitiendo lo que le dije.

—Sí —contesto, aunque no me preguntó. Quiero arrepentirme, pero no puedo. Es lo mejor, esto es lo mejor.

Alex suelta una sonrisa sádica, haciendo que me abrace, sintiéndome diminuta ante él. Bajo mi mirada, tratando de ver si se le bajó la situación, como dijo Valeria, pero no, está duro. Se acerca, haciendo que dé un paso para atrás.

—¿Qué haces? —pregunto, con los labios temblando.

—¿Qué crees? ¿Pensaste que puedes decir el nombre de ese hijo de puta mientras te follo y no recibir ningún tipo de castigo? —pregunta—. Te creí inteligente, Alena.

—Alex...

Trato de hablar, pero en menos de nada lo tengo rodeándome, llevándome a la máquina que tiene el consolador en la punta.

—Cállate, dices una sola palabra más y te juro que te amordazo —suelta rabioso, tomándome del mentón con fuerza y arrojándome a la máquina. Me ata en cuestión de segundos la cintura.

—Alexander, por favor —le pido, forcejeando, tratando de que se calme, pero está irreconocible. Su pecho sube y baja preso de la ira.

—Te lo advertí —dice, yendo por una mordaza que tiene una especie de pelota roja pequeña.

—¡Alex, no, por favor! —le pido, pero no me hace caso. Me amordaza sin permitirme hablar.

—Ahora sí que recuerdas mi nombre, ¿no? Bien, vas por buen camino. Después de esto haré que jamás se te vuelva a olvidar —brama, prendiendo la máquina. Siento cómo mis ojos se inundan de lágrimas, no porque le tenga miedo, sino por lo que le provoqué.

Alex coloca la máquina en mi entrada, haciendo que todo el cuerpo me hormiguee. ¡Maldita sea! ¡No! Pido internamente, no así, no quiero ver su lado oscuro.

La máquina me penetra, haciéndome soltar un gemido que se contiene con la mordaza. Forcejeo con el maldito placer que me hace sentir. Jamás pensé que el sexo fuera usado como castigo, pero lo está haciendo, me está castigando y lo peor es que me gusta.

PROHIBIDOWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu