Capítulo 42

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Una puerta que se cierra

Alex recorre el edificio prohibido a toda velocidad. Echa un vistazo a cada salón, y Federico apenas puede seguirle el paso. El rubio solo tiene algo en mente, y es que debe encontrar a Sebas.

Él quisiera decirle que Sebas había sido muy claro cuando dijo que tenían que irse, pero, la verdad, no puede ni imaginarse lo que está sintiendo Alex en ese momento. Tiene entendido que Sebas es algo así como su hermano, prácticamente; siempre los veía juntos, así fuera por un rato, día sí y día también, y, si en casa de Alex las cosas parecían no ir del todo bien, Sebas debía significar mucho para él.

Alex está por abrir un salón, pero tiene un mal presentimiento con respecto a ese. Por fin decide hacer caso a sus instintos y se aleja de la puerta. Al hacerlo, se fija en el piso. Unas manchas oscuras parecen hacerse más espesas.

Agudiza su oído. Escucha algo.

Podría ser Rosé, debería alejarse.

Pero también podría ser Sebastián. Corre al siguiente pasillo y su grito lastimero de sorpresa alerta a Fede que ha encontrado justo a quién estuvo buscando, solo que tal vez no en las mejores condiciones.

— ¡Sebas!

El moreno no deja de sorprenderse de la cantidad de energía de Alex, al intentar alcanzarlo y que el rubio pueda correr a tanta velocidad después de esa noche tan maratónica. En poco tiempo llega y se agacha a su lado, Fede se acerca con cautela, porque algo realmente malo ha tenido que pasar.

— ¿Al...?

El débil balbuceo del castaño les deja saber que por lo menos sigue con vida.

—Aquí estoy bro, te dije que estaríamos juntos hasta el final.

Alex no sabe si debería resignarse entonces a que esa será la muerte de su mejor amigo, justo ahí, en sus brazos, pero el rastro de sangre en la cara del castaño y su tez lánguida no pueden augurarle nada bueno.

—El aula... 3B...

Ni corto ni perezoso el rubio insta a Federico a buscar el aula que menciona Sebas con voz débil. El moreno la encuentra, pero por alguna razón se le hace extraño el frío en ese lugar, que contrasta con el ambiente cálido al que están acostumbrados.

Entre ambos logran colocarlo de pie, Sebas aún no puede abrir sus ojos. Lo llevan con cuidado al lugar, pero el castaño los apresura.

—Antes... de las cuatro...

Alex observa el reloj de Sebas y nota que les quedan diez minutos para que se acabe el tiempo. Aunque se cuestiona, ¿por qué a esa hora? ¿Por qué esa aula? ¿Cuántos misterios le habrá escondido Sebas y con qué propósito? No es algo que pueda averiguar en ese momento, de todas formas, y si es una manera de salvarlo o al menos su última voluntad, no dudaría en llevarlo hasta ese lugar.

Solo desea que no sea una trampa de Rosé.

A medida que se acercan, empieza a notar que hace más frío. A la vez, Sebas parece sentirse con más energía. Logra poner los pies en el suelo, su respiración deja de ser tan superficial por el dolor, el frío no amaina.

Entonces, están ante la puerta.

Sebas logra ponerse en pie, y al fin abre los ojos. Mira la hora como si nada, tan solo disponen de seis minutos. Pero Alex y Fede lo miran espantados, el moreno sin entender y Alex recordando la vez que lo había visto en el espejo, cuando descubrieron lo de la maldición.

Tampoco comprenden cómo es que está más recobrado. Él solo está aliviado de sentirme menos destruido, el dolor ha cesado.

Saca la mariposa en ámbar de su bolsillo y se los muestra, sin poder disimular un poco su orgullo.

El color de un enigmaWhere stories live. Discover now