Capítulo 21

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No retorno

Las cosas han cambiado, un poquito. Bueno, un poco, mucho, bastante. Pero si ya es raro ver a Federico sentándose en los puestos de adelante del salón, mucho más lo es el que haga un taller en pareja con nada más y nada menos que Alex Zavala, su enemigo declarado desde inicios de año, su odiado rival, el ricitos de oro que el oso detestaba.

Valía la pena arriesgarse a ser la comidilla del salón y tragarse un poco su orgullo (al final tal vez se lo merece un poco, por ser tan pendejo e iniciar esa guerra inútil), pero al menos no tendrá que hacer el trabajo con alguna sanguijuela chupanota como siempre, que, venga, es agotador hacer ya el trabajo de dos personas, más cuando la otra no hará nada y se llevará el crédito.

Además, es inglés. Si hay algo que apenas logra entender es esa materia endemoniada.

Algunos de los amigos de Alex lo ven con advertencia. No entienden qué se supone que está haciendo al aceptar hacer un trabajo con el chino negro, seguro y hasta se acaban peleando o quién sabe. O sea, ellos saben que Federico tiene un promedio decente, nunca lo han visto en reparación ni nada por el estilo, incluso suele ser de los primeros en entregar los exámenes. Pero definitivamente siempre ha sido muy conflictivo.

Así que, verlos a los dos trabajando a la par e incluso hablando como dos personas civilizadas después de tantas discusiones tensas da mucho de lo qué hablar.

Si hay una cosa por la que Federico no quería pasar, era justamente eso. Hubiera preferido seguir manteniéndose bajo perfil en el salón y no hablar mucho más con Alex ahí, pero el rubio de todas maneras insistía con saludarlo e invitarlo a sentarse en los puestos del frente, y ya total los empezaban a ver raro, así que podía hacer el bendito taller con él y salvarse de tocar con algún flojo rezagado como siempre, aunque fuera la comidilla del chisme una vez más por un tiempo.

La pregunta colectiva era cómo diantres había logrado Alex amigarse del infame chino negro, que, de paso, había sido odio a primera vista de parte de Fede.

El rubio tenía la respuesta, pero era un secreto. Y todo había sido tan fácil como dejarlo dibujar en la habitación sin preguntarle nada al respecto.

Que sí, a veces era difícil porque realmente le intrigaba saber lo que Federico dibujaba, y desde cuándo, y moría de ganas de ver sus dibujos favoritos y sus dibujos viejos, y sus metas artísticas, solo por curiosidad. Pero entendía que siquiera verlo cuando estaba en lo suyo le incomodaba, así que lo dejaba tranquilo y se ponía a jugar DS, a dormir o a traducir el cuaderno misterioso.

Eso parecía haber amansado totalmente al moreno, al punto de que esas conversaciones y ratos extraños se hagan cada vez más comunes. Y pensar que son amigos ya no suena tan inverosímil, aunque siga sintiéndose raro.

—No me jodas, ¿cómo es esa vaina que cumples el día de San Valentín?

—Pues, así como lo oyes —Es una de esas conversaciones casuales después de estudiar, y no es la primera vez que la gente se queda extrañada cuando Alex les dice el día de su cumpleaños—. La verdad, no está chévere, la gente siempre se olvida de mi cumpleaños por celebrar la amistad y el amor y esas vergas.

Bueno, eso tiene sentido, o eso piensa Fede, y recuerda cuando de pequeño deseaba haber nacido el día de navidad para tener regalos de navidad y de cumpleaños. Menos mal ya había madurado.

—Seguro igual y recibes muchas cartas —dice el moreno, volteando los ojos. A él a penas le dieron alguna carta cuando tocaba hacer dinámicas en el salón y había que hacerlo obligatoriamente. Que tampoco estaba lindo que le escribieran una frase trillada sobre su sonrisa cuando nunca sonríe.

El color de un enigmaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora