Capítulo 4

36 5 75
                                    

Un enigmático visitante

— ¡¿Qué verga hiciste, Sebas?! ¡Coño, y eso que te dije que no te metieras en ninguna secta, coño'e la madre! ¡¿O eso fue que ofendimos a los ancestros por ver anime gore hoy?!

Alex procura no gritar, pero está aterrado. Odia las mariposas negras, y mucho más a una especie que brilla al tocar un libro de ocultismo.

—Eso es del diablo, mano, no jodas, yo me piro, chao Cheo. Calabaza, calabaza, cada quién para su casa, ahí nos vemos.

Alex se dirige tembloroso hacia la puerta, hablando veloz casi sin respirar. La mariposa empieza a volar, produciendo el sonido de aleteo que Alex aborrece a morir, desde la vez que se acostó por accidente sobre una polilla enorme. Cubre sus ojos con las manos, mientras farfulla desesperado para que ese animal se aleje de él sin dejarlo ciego.

Sebas se queda perplejo, pensando qué debería hacer. No conoce ningún tipo de insecto que se ilumine de esa forma, ni siquiera las luciérnagas. Es una luz mortecina, oscura, que solo puede describirla parecida a la de un bombillo de luz ultravioleta.

—Busca un pote —dice, haciendo amago de unos nervios de acero.

— ¿Qué? ¿Tú piensas agarrar esa vaina? ¿Tú estás loco, Ramón? Nagüeb-

—Alex —lo frena Sebastián, y repite—. Ayúdame a buscar un pote.

No es la primera vez que pasan por una situación similar; sólo que esta vez se trata de una potencial mariposa radioactiva y no de un grillo común y corriente.

—Sería más práctico usar una pokebola, no me jodas —refunfuña Alex, revisando en los cajones, sin quitarle la vista a la mariposa, ahora quieta, que abre y cierra sus alas, como si se burlara de él.

Sebastián sacude unos crayones que guarda en un envase vacío de mayonesa y lo usa para atrapar a la mariposa; cae sobre ella veloz y con la precisión de un cirujano. El insecto revolotea dentro y se apoya en el lado contrario. Sebas aprovecha y tapa el pote antes de que Alex se infarte.

—Listo.

El rubio se deja caer en la cama, recuperando la respiración.

— ¿Ahora qué? No me digas que te vas a quedar con esa vaina y la vas a agarrar de almohada, tírala en la poceta.

—Alex, cálmate; esto es justo lo que estaba esperando.

— ¿Qué? ¿Más o menos? ¿Qué pediste una mariposa radiactiva por FedEx o qué verga?

—No seas bruto, Al; cuando hubo la desaparición del 2003, se avistaron muchas mariposas negras que parecían un mensaje, tal vez un código —agarra el pote con la mariposa y lo examina, Alex se echa hacia atrás—. Estoy seguro que no vino acá por casualidad, pero... ¿Por qué estará aquí? Tampoco había leído que brillaran...

—Sebas, esto no me gusta. Tengo un mal presentimiento, por favor no hagas una locura —le pide Alex, mostrando un sincero terror—. No quiero que desaparezcas y ni siquiera podamos encontrar tu cadáver.

—No seas bruto, Al —lo calma—. Seré cuidadoso. Además, no soy tan tonto para ir sin ningún plan.

—Ya va, ya va. ¿Qué? ¿Ir a dónde? No me jodas...

—Y tú deja de decir tantas groserías, ¿qué broma es? —replica él, contrariado.

— ¡No me digas que no diga groserías, coño! ¿Ir a dónde? Mira, que hasta a un burdel te acompaño, pero...

—Al edificio prohibido, claro.

Alex respira con lentitud, tratando de encontrar las mejores palabras para expresarse.

—Mira, Sebas. Yo te puedo apoyar en lo que sea. Pero esto... Esto es demasiado. Dime, no solo estamos en riesgo latente de morir o ser abducidos por alienígenas, sino que también nos pueden expulsar con esto, ¿lo sabes no?

—Claro que lo sé; ya se me ocurrirá algo para entrar sin que me noten.

Alex lo piensa, el aguijón de la curiosidad clavándose en un resquicio de su mente. No por nada había pasado noches anteriores pensando y repensando lo que habría detrás de las puertas del edificio prohibido. Una vocecita bastante demente y llena de curiosidad habla por él.

—Pero de bolas que no pensarás ir tú solo, ¿no?

— ¿Qué? ¿Me vas a acompañar?

—Coño, no sé... —empieza a decir, dubitativo, reuniendo el valor—.Yo..., aunque estoy cagado, creo que sí, pero bueno. Tú me apoyas, ahora yo te apoyo, así funciona esto, ¿sí va?

—No tienes que hacer esto, Al...

—Bueno, ya hablaremos mañana de volver a cometer actos ilegales —zanja Alex, agotado de los extraños sucesos—. Lo pensaré de todas formas.

Se despide, mira con horror una vez más la mariposa, y se marcha. Falta muy poco para el toque de queda, así que decide apurarse para llegar a su habitación; se hubiera quedado a dormir en la cama extra pero la mariposa le da grima. Piensa en lo riesgoso de que su amigo se quede a solas con ese enigmático visitante, pero él solo resultó un estorbo con su miedo, y Sebas parecía tenerlo bajo control, así que decide confiar un poco en él.

No debió confiarse tanto.

...




El color de un enigmaWhere stories live. Discover now